martes, 31 de julio de 2012

0 Carrera de San Jerónimo, 8

Hay un restaurante en el corazón de Madrid que parece un museo romántico. O que lo es. Se llama Lhardy, y está en el número 8 de la carrera de San Jerónimo, tras una espectacular portada -se puede apreciar mejor desde la acera opuesta- labrada en caoba de las Antillas. En uno de sus salones privados empieza en 1866, reinando Isabel II, mi novela El maestro de esgrima: una cena entre un banquero y un ministro. Y, naturalmente, una conspiración. Con tales época e ingredientes, en una historia abiertamente galdosiana como ésa, el escenario no podía ser otro que Lhardy: dos tercios del siglo XIX y todo el XX entre sus paredes decoradas con cuadros venerables y antiguos espejos donde se reflejó no poca trastienda de la historia política y cultural de España. Políticos, banqueros y artistas aparte, entre los escritores que lo frecuentaron y mencionaron en sus obras se cuentan Alejandro Dumas, Mesonero Romanos, Campoamor, Valle-Inclán, Azorín, Julio Camba y Ramón Gómez de la Serna, por ejemplo. Pero sobre todo, don Benito Pérez Galdós; quien, que yo recuerde, menciona Lhardy en cuatro de sus Episodios Nacionales y dos de sus novelas. Por lo menos.

Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
Leer la Patente de corso completa de esta semana

0 Sobre el abrir y el cerrar


"Abrimos"
cuando llegamos
"Cerramos"
cuando nos vamos
y si vienes
y no estamos
es que
"No coincidimos"

0 oct1977- Lucha por 'ABC': Guillermo vence a Torcuato, Luca de Tena IV


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lunes, 30 de julio de 2012

0 La sonata de estío, de Don Ramón del Valle-Inclán (IV)


Parece que en el siglo XIX se inspiraban las obras de nuestros autores , más que en un arte sincero, espontáneo, en pragmáticas oratorias y en hábiles perspectivas de escenógrafo. Como la creación bella no era ya una necesidad expansiva, un lujo de fuerzas, un exceso de idealismo, de fortaleza espiritual, sino un oficio, un medio de vida reconocido, estudiado, socialmente estatuido, se comenzó a escribir para ganar lectores.
Cambiado el fin de la elaboración literaria, cambio el origen y viceversa. Se escribía para ganar; se ganaba, es natural, tanto más cuanto mayor número de ciudadanos leyera lo escrito. El compositor lograba esto halagando a la mayoría de los hombres, “sirviéndoles un ideal”, que diría Unamuno, deseado por ellos, mas previamente creado por el público. Y ello servido fácilmente, popularmente. Ya no hubo quien adornara sus puños de encajes, como cuentan que hacía para escribir Buffon. El gran estilo había muerto. ¿Quién iba a detenerse en reflexionar un cuarto de hora sobre la colocación de un adjetivo a la zaga de un sustantivo? Flaubert y Stendhal: un hombre rico y aficionado, y un desdeños, de pluma inactual.
“Toda la literatura del siglo pasado –dice Remigio de Gourmont- responde harto perfectamente a las tendencias naturales de una civilización democrática; ni Chateaubriand, ni Víctor Hugo pudieron romper la ley orgánica que precipita al rebaño en la pradera verdegueante donde la hierba crece y donde sólo habrá polvo cuando pase el rebaño. Muy pronto se juzgó inútil cultivar un paisaje destinado a las devastaciones populares, y hubo una literatura sin estilo, como hay anchos caminos son hierba, sin sombra y sin fuentes”.
No seré yo, ciertamente, quien afirme aquí, al pasar, que esté bien muerto el “bello estilo”, ni quien llore en cesáreo cadáver. Es asunto de más larga disquisición, y para disputar sobre él sería preciso escamondar previamente y con cuidado la significación y la comprensión de unos cuantos vocablos a que se han pegado muchas vanas ideas.
Y dicho esto, continúo:
El democratismo no ha logrado escalar el alma rezagada algunos siglos del señor Valle-Inclán. Sordo, hasta ahora al menos, al rumor de la vida próxima, aun adora los escudos familiares que evocan leyendas hidalgas, los hombres solos que hacen huir, como Ignacio de Loyola, una calle de soldados, y desprecian a los villanos y a las leyes; guardan en la memoria un recuerdo deslumbrante de trajes riquísimos y brilladores, de joyas históricas y valoradas en ciudades, de posturas heroicas, de largos apellidos sonoros que son como crónicas, de toda la tramoya, en fin, soberbia, cuantiosa y archivada de la edad aristocrática. Y toda esa balumba de sentimientos de casta y de visiones orgullosas corre por su estilo y le presta andares nobilísimos de cantor de decadencias.

José Ortega y Gasset
La lectura, febrero de 1904

0 Protagonistas Sierra 30/07/2012

0 ago1977- 'Diario16' descubre escuchas ilegales, M. A. Aguilar e 'Interviú'


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sábado, 28 de julio de 2012

0 nov1975- Primera exclusiva de PedroJota, habla Nicolás Franco


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viernes, 27 de julio de 2012

0 La sonata de estío, de Don Ramón del Valle-Inclán (III)


Es muy de admirar hoy tan regocijada disposición de espíritu. No ver sino fuertes y atrevidos brazos, sino amores magníficos en este país de las tristezas, es algo heteróclito y nada frecuente.
Yo andaba estos días buscando a ello explicación, y leyendo un libro de cubierta amarilla anoté en el cuadernito por mí dedicado a tales usos que Anatole France dice de Banville: “Es acaso de todos los poetas el que menos ha pensado en la naturaleza de las cosas y en la condición de los seres. Formado su optimismo de una absoluta ignorancia de las leyes universales, era inalterable y perfecto. Ni por un momento el amargor de la vida y de la muerte ascendió a los labios de este gentil asociador de palabras”. Sólo así se comprende que hable el señor Valle-Inclán de lo que habla en unos tiempos tan anémicos y reglamentarios que ni aun alientos quedan para los grandes vicios y crímenes grandes.
Sí: el autor de las Memorias del Marqués de Bradomín es un hombre de otros siglos, una piedra de otros períodos geológicos que ha quedado olvidada sobre el haz de tierra, solitaria e inútil a las aplicaciones de la industria.
Y no sólo aparece de esta suerte en su concepción o no concepción moral de los hombres sino también en su arte, que tiene mayor semejanza con la de un orfebre que con la de un literato, tal y como por acá es la literatura: a veces nubla sus páginas el preciosismo. Pero, sobre todo, es un arte exquisito y perfecto: vigila el artista dentro de su espíritu, con la solicitud de las vírgenes prudentes, aquella primera lámpara de que habla Ruskin: la lámpara, digo, del sacrificio.
Parece que existieron épocas de decadencia en que un pueblo heredero de cultura sorprendente y enorme, ebrio de perfección y de refinamiento, enfermo, acaso, de megalomanía como toda degeneración aristocrática, se mostró dispuesto a renunciar los goces sólitos y tranquilos y aun las cosas necesarias por construir obras de maravilla, y así sacrificaba sus riquezas y sus vidas en aras de la magnificencia. Éste es el espíritu de sacrificio: aquel espíritu de furibundos anhelos estéticos no se cuidaba de que una parte de la ornamentación hubiera de estar más o menos alejada de la vista para construirla de maderas y metales ricos y completar en ella una igual labor lenta y acabada.
¡Cuán lejos estos tiempos en que un artífice volcaba su vida, una intensa vida de pasiones y belleza, sobre lo más oculto de una cúpula augusta y perdurable! Raros y extravagantes son hoy tales artificios.

José Ortega y Gasset
La lectura, febrero de 1904

0 Muhammad Ali, yo, nosotros (y II)



Fue el estandarte del show, elevó el deporte a categoría universal y se convirtió en la primera gran estrella que estaba dispuesta a trascender más allá de las doce cuerdas. Fue la sonrisa de un niño, el autógrafo del abuelo, el abrazo a una mujer, la propaganda ideal de la negrura, el icono que derritió fronteras, la bandera de una nueva revolución social, el negro que, flotando como una mariposa y picando como una abeja, quiso ser el campeón del pueblo. Su asalto más difícil no fue en Manila, ante Joe Frazier; tampoco llegó en Kinshasha, anteGeorge Foreman; ni siquiera lo disputó ante el ex presidiario Sonny Liston; aquel oso feo y perezoso que acabaría siendo un juguete roto en manos de La Mafia. Su asalto más duro llegó cuando un periodista le puso contra las cuerdas en 1966. La interrogante le marcó a fuego: “¿Irás a la guerra, campeón?” Ali —retroceder nunca, rendirse jamás— nunca programó su cerebro para huir. Se quedó allí, de pie, tratando de esquivar el golpe. Pudo haber sido políticamente correcto, pero descargó su rabia con una rima, afilando la lengua: “Síganme preguntando, no importa cuando, sobre la guerra, que yo les canto, que contra el Vietcong no estaré peleando”. Le habían reclasificado apto para el ejército después de haberlo rechazado años antes y querían que fuera a Vietnam. Negarse era un suicidio, pero Ali dijo no. El más grande rechazó imitar a Elvis Pressley, el Rey del rock, que años antes se alistó para reivindicar la imagen del americano modelo que lucha por la bandera de barras y estrellas. El bocazas de Louisville no se arredró. Le habría bastado con mantenerse lejos del alcance de la opinión pública, pero quiso pagar el fielato, quiso ser el negro que el hombre blanco no quería que fuese. “Ningún habitante de Vietnam me llamó negro”. Ali se pone en contra a la opinión pública de su país. “Nada tengo contra el Vietcong”. La Comisión de Boxeo le telefoneó para advertirle de las consecuencias de sus actos. “Me piden que vaya a un país a matar amarillos, pero aquí a los negros nos tratan peor que a los amarillos allí”. Ali cava su fosa.
Las campañas mediáticas y políticas se suceden con el paso de los días. Exigen que Ali deje de ser el campeón del mundo de los pesos pesados. “Soy el campeón del pueblo, soy negro, no una marioneta de los blancos”. El más grande es declarado persona non grata en seis estados y recibe una seria advertencia de un enlace del Gobierno: si dice no al ejército, le quitarán todo lo que tieneEl 28 de abril de 1966, rechaza oficialmente su incorporación a filas y se declara objetor de conciencia en sucondición de ‘ministro del Islam’. Días después de su negativa las advertencias del Gobierno se cumplen. El campeón comparece ante el gran jurado, compuesto en sutotalidad por hombres blancos, y es condenado como un desertor. Su señoría John Ingrhamle impone la máxima sentencia: cinco años de prisión y una multa de diez mil dólares.
A pesar de las recomendaciones de sus abogados, Ali decide iniciar el proceso de apelación. Se encuentra solo, sus mecenas le han abandonado, tiene terminantemente prohibido salir del país, le han retirado el pasaporte y tiene prohibido boxear en los Estados Unidos. Sin licencia para subir al cuadrilátero, sus contratos se pudren y su cuenta bancaria está en números rojos. Howard Cosell le invita a comer en un restaurante del sur de la ciudad, alejado del mundanal ruido. A los postres, se arma de valor y le pregunta al ex campeón: “Tu carrera virtualmente ha terminado, ¿ha merecido la pena?” Ali no duda un solo segundo. “Por supuesto que sí, ha merecido la pena. No soy su campeón, soy el campeón”.
Tras su forzosa travesía del desierto la Corte Suprema, por decisión unánime, declaró que Ali era inocente, que había sido injustamente vetado y que podía volver al ring. Su íntimo amigo, el periodista Howard Cosell, le telefonearía a casa para darle la buena nueva. Ali había limpiado su nombre, su reputación volvía a ser inmaculada y podía volver a subirse a un cuadrilátero, a pesar de haber perdido los mejores años de su carrera deportiva. “Me quitaron todo, pero no la dignidad, el orgullo ni la fe. En aquella horrible época de mi vida comprendí por experiencia propia en qué consiste ser un héroe. Comprendí también qué significa ser un héroe silencioso”.
Fue definido por el escritor y cronista Norman Mailer como la encarnación de la inteligencia humana más inmediata que se haya visto hasta hoy. Muhammad Ali fue el espíritu del siglo XX.
Antes de fallecer de un ataque al corazón, George Plimpton, uno de los mejores escritores norteamericanos de todos los tiempos, reveló uno de los pasajes menos conocidos de la vida de ‘El más grande’. Fue en la Universidad de Harvard, durante el último curso. Ali era disléxico y dio un discurso fantástico ante un auditorio expectante. Habló sobre la vida. Les dijo que tenían que aprovechar las oportunidades que él no tuvo para cambiar el mundo. En ese momento, después de un aplauso atronador, cientos de estudiantes le gritaron “queremos un poema, campeón”. Ali gesticuló afirmativamente y se hizo el silencio en el auditorio. Hasta ese día, el poema más corto en habla inglesa según el libro de citas del escritor Barlett versaba sobre los microbios. Decía: “Adán los tenía”. Tres palabras. Muhammad Ali, el negro orgulloso de ser negro cuando fue pobre y cuando fue rico, miró a los estudiantes y rasgó el silencio con su poema: “Me, we”. Yo, nosotros.
Dos palabras.
Rubén Uría / Jot Down

0 Protagonistas Sierra 27/07/2012

0 Gasolina y taxis


Piquetes informativos en la Castellana


Varios grupos de taxistas han destrozado distintos vehículos de compañeros que no estaban secundando la marcha convocada por varias organizaciones gremiales en protesta por la Ley de Ordenación del Transporte Terrestre.
A la altura del puente de la calle Raimundo Fernández Villaverde, un grupo de personas se ha desviado de la marcha para impedir que compañeros que no secundaban la manifestación siguieran prestando servicio llegando incluso a romper los vehículos.
Paralizando el tráfico de los vehículos que circulaban por esa vía, estos grupos, que contabilizaban alrededor de medio centenar de personas, han bloqueado el paso a los taxistas que trabajaban en ese momentorompiendo lunas, retrovisores, cristales de las ventanillas e incluso a uno de ellos le han rociado el vehículo con gasolina.
Los agentes han instado al taxista del vehículo dañado, que se encontraba bien, a denunciar los hechos, comunicándole que al haberse producido en el transcurso de una manifestación autorizada y con convocantes, podía interponer su queja y había posibilidad de que la multa o sanción recayera en las organizaciones convocantes.

Noticia completa en El Mundo
Noticia completa en El País

0 ago1977- 'Mundo Diario' indignado por artículo de Aparicio en 'Arriba'


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jueves, 26 de julio de 2012

0 Serena belleza del románico

Pedro Rubio

0 Muhammad Ali, yo, nosotros (I)


Soy América. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí. Soy negro, seguro de mí mismo. Engreído, Ali es mi nombre, no el de ustedes; mi religión, no la de ustedes”. Un Júpiter tonante nace en el interior de un corazón furioso. El más grande acaba de salir de un coqueto restaurante exclusivo, donde obligan a llevar traje y corbata, con vistas al río Ohio. Se han negado a servirle por el color de su piel, le han llamado mono, le han recomendado que volviera a África y le han tachado de esclavo. Aún le duele su mano por el derechazo con el que ha sentado, de culo, a uno de los camareros del establecimiento, pero más le duele el alma. Le habían llamado esclavo muchas otras veces, pero esta había colmado su paciencia. Ya le habían detenido en Miami Beach durante su trote matinal de entrenamiento, simplemente por el color de su piel, obligándole a pasar una noche en el calabozo. Así que esta vez no estaba dispuesto a poner la otra mejilla. Ni siquiera él, el campeón, tenía derecho a sentarse en la misma mesa donde comía el hombre blanco.Muhammad Ali jura en silencio y susurra dos palabras: se acabó. “Se puede ser negro de otra manera. Voy a demostrárselo al mundo”. Ali busca en los bolsillos de su pantalón y encuentra su medalla de oro, la que ganó en los Juegos Olímpicos de Roma representando a su país. Ese que le margina, que le dispensa un trato de ciudadano de tercera y que le niega la posibilidad de compartir mesa y mantel con los lechosos. Mira la presea por última vez, cierra el puño y la lanza a las aguas del río Ohio, el principal afluente del Mississippi. Se acabó ser el campeón de los blancos. Nunca más.
Larry Holmes —quien también llegó a coronarse como campeón mundial de los pesos pesados— dijo en cierta ocasión: “Es duro ser negro, ¿ha sido usted negro en alguna ocasión? Recuerdo que yo fui negro, fui negro antes, cuando era pobre”. Ali siempre quiso ser negro, jamás renunció a esa condición y se impulsó en el color de su piel para formar parte del epicentro de un terremoto que sacudió Estados Unidos durante los años sesenta. Combatió la doble moral de una sociedad segregacionista, luchó por sus convicciones y forjó su leyenda traspasando las fronteras de su país erigiéndose en el campeón más universal que haya dado el deporte jamás. Ali fue negro cuando fue pobre, pero también cuando fue rico. En una sociedad negra marginada por el hombre blanco y fracturada entre los seguidores del reverendo Martin Luther King, Malcolm X o los Panteras Negras, Ali tuvo una importancia capital en los profundos cambios de la comunidad afroamericana. Fue reclutado por Elijah Muhammad para la secta de los Musulmanes Negros, donde abrazó el Islam como forma de vida para encontrar la paz, y donde permaneció bajo la influencia de Malcolm X, militando en una suerte de ku-kux-klan negro. Aquella experiencia no acabó siendo plenamente satisfactoria y Ali acabaría desmarcándose de una organización radical y oscurantista; pero durante ese tiempo tomó conciencia de sí mismo, de su verdadera fuerza y de su capacidad para poder cambiar las cosas. Fue la catapulta más certera y el altavoz más potente de los negros dentro y fuera de Estados Unidos.
Su condición de campeón del pueblo, su carácter decidido y sus proclamas sobre los derechos civiles se convirtieron en el mejor arma de propaganda para acabar con la segregación. Ali, el negro que quiso serlo siendo pobre y siendo rico, era un icono imparable, el agua que se filtraba entre la roca, la voz incómoda que los blancos no deseaban escuchar. No fue el primer deportista comprometido con su comunidad y con su tiempo, pero sí el único al que no pudieron hacer callar. Al atleta Jesse Owens, que hizo temblar a Hitler, que dio lustre a la negrura y que machacó el orgullo ario en los Juegos Olimpicos de Berlín, el presidente Roosevelt le escondió cuando regresó a su país, para no ofender a los votantes sureños en las elecciones. Y aquellos velocistas afroamericanos que levantaron el puño enguantado del Black Power en el podio de México 68 también acabaron siendo sancionados, silenciados y, finalmente, olvidados. Nadie pudo hacer lo propio con Ali. Su voz, la más incómoda posible para el hombre blanco, retumbó en todos los confines del mundo. Desde Zaire hasta Manila.
Rubén Uría / Jot Down

0 La sonata de estío, de Don Ramón del Valle-Inclán (II)


Yo quiero creer que el señor Valle-Inclán advierta en ocasiones cómo le brincan en el pecho ansias de vida libre e instintiva y hasta deseos de verter la cantarella, el veneno de los Borgia, en los manjares de algún banquete; pero ente el espectro rígido de los códigos, resuelve, con un muy buen acuerdo, amar tan sólo aquellos tiempos y aquellos héroes como una tradición familiar. Por un fenómeno de alquimia espiritual, el autor de Sonata de estío, alma del quattrocento, se convierte en un diletante del Renacimiento, y así aquellos ideales aparecen como exacerbados en un culto amanerado y vicioso. ¡Es la triste suerte de los hombres inactuales! Zarathustra, como temperamento, no ha sido sino un diletante del individualismo en estos pobres tiempos de democracia.
Pero aún hay más rasgo en el señor Valle-Inclán que hacen de él artista raro, flor de otras latitudes históricas.
Hoy todos somos tristes: unos tienen la tristeza ornada de sonrisas buenas, otros son quejumbrosos y fatídicos hasta ponernos el corazón en un puño; pero es un hecho que el pesimismo juega con nosotros como un bufón macabro. La literatura francesa naturalista ha sido una queja prolongada, un salmo lamentoso para los desheredados. Dickens llora por los pobres de espíritu. Los novelistas risos no presentan sino harapos, hambre e ignonimias. El arte que comenzó danzando, se ha tornado hosco y regañón, y contribuye harto a amargarnos la pésima existencia de neurasténicos. Los artistas, presintiendo acaso un crepúsculo en su historia, se han vuelto ingratos y amenazadores como profetas que se alejan. Todas las dificultades de la lucha por la existencia han asaltado la fantasía de los escritores y han ganado derecho de ciudadanía en la creación literaria. La novela moderna, desde Balzac, gran deudor, es la vida nerviosa y enferma de la falta de dinero, de la falta de voluntad, de la falta de belleza, de la falta de sanidad corporal o de la falta de esos otros aditamentos morales, como el honor y el buen sentido. Es la literatura de los defectos.
La literatura del señor Valle-Inclán, por el contrario, es ágil, sin transcendencia, bella como las cosas inútiles, regocijada aun en sus mujeres pálidas y en sus moribundas; galante como una charla de Versallles, llena de poderío amoroso y caballeresco, y no digo tónica y reconstituyente, porque no estaría bien. Los personajes de Sonata de estío no tienen que luchar con los pequeños inconvenientes que para gozar de la vida a fauces anchas son las severas y arrugadas consejas de la moral contemporánea, y así su lectura es amable y da al ánimo solaz y recreo. En estas ficciones bien halladas descansan los nervios de la tristeza circundante.

José Ortega y Gasset
La lectura, febrero de 1904

0 Artistas


(...)¿Qué tienen que ver los artistas con el fisco?

    Bueno, Cellini recibió del Papa el encargo de acuñar las monedas de la ceca de Roma, en una de cuyas modestas pensiones vivió Camba pared por medio con un empleado de Hacienda que, en sus ratos libres, escribía cuplés para las artistas de un cabaret vecino; un día, mientras se afeitaba, se puso Camba a tararear una canción, y se presentó en su cuarto la dueña de la casa.

    –Perdone usted –le dijo–, pero ¿sería usted tan amable que dejase de cantar por un momento?
    
Y, señalando hacia la habitación contigua, añadió:

    –Il maestro stá a creàre...

    Los artistas han ido al Sofidú, que decía Umbral, a increpar aMariano por el IVA, y Luis Gordillo, que no sabe que también sube el IVA a las pompas fúnebres, ha dicho que subir el IVA al arte es como subirlo a un cadáver. “Mon cher cadavre”, que le dirá Montoro a Gordillo, tal que a Chopin la Dudevant.

    Se ve que en España el gremio más cumplidor con el IVA es el del Arte, y, si los artistas se quejan, es porque les duele España como a nosotros, los legos, aquellos paseos léxicos (“escoria”, “estupro”, “resaca”) de Eva Lootz (presente en el Sofidú) por las iluminaciones navideñas de Gallardón.
    
Yo, que no soy Mariano, daría a los artistas el consejo de Bear Grylls:

    –No gastes en cazar la presa más energía de la que te proporcione su ingesta.

Ignacio Ruiz Quintano
ABC

Para leer el artículo completo de Ruiz Quintano en el imprescindible Salmonetes Ya No Nos Quedan

0 jun1977- Fraga se querella contra Aguilar, secuestro 'Diario16' por decir que insultó a Suárez


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miércoles, 25 de julio de 2012

0 La sonata de estío, de Don Ramón del Valle-Inclán (I)


Hay hombres que transcienden a épocas antiguas. De algunos podría precisarse el momento en que debieran haber nacido y decirse que son hombres Luis XV, que son hombres Immperio, que son hombres “antiguo régimen”. Taine muestra a Napoleón como un hombre de Plutarco. Don Juan Varela es del siglo XVIII; tiene la fría malignidad de los enciclopedistas y su noble manera de decir. Son espíritus que parecen forjados en otras edades, almas que retrotraen al tiempo muerto y le hacen vivir de nuevo a nuestros ojos mejor que una historia. Tienen estos hombres de milagro el encanto de las cosas pasadas y el atractivo de un preciosa falsificación. Don Ramón del Valle-Inclán es un hombre “Renacimiento”. La lectura de sus libros hace pensar en aquellos nombres y en aquellos grandes días de la historia humana.
Acabo de leer Sonata de estío y creyera a su autor, un varón musculoso, amplio de miembros, de frente carnosa, grueso como un Borgia y rebosando instintos crueles: alquien que ha de entretener sus ocios en retorcer una barra de acero, o en romper de un puñetazo una herradura, según cuentan del hijo de Alejandro VI. Por esas páginas, los amores y los odios carnales andan sueltos, toman bellas posturas y fácilmente logran su empeño. Así debieron ser Benvenuto y el Aretino. Aquellos esforzados héroes del risorgimento sabían dar un sabor de galante malicia a sus narraciones tremebundas. Pero el autor de ese libro no se parece en nada a estos soberbios ejemplares de la humanidad: es delgado, inverosímilmente delgado, con largas barbas de misteriosos reflejos morados, sobre las que se destacan unos magníficos quevedos de concha.
Tiene, sin embargo, don Ramón del Valle-Inclán prendidos sus amores en la cosas más opuestas a esa moral enemiga de todo atrevimiento que va empapando los corazones humanos, esa triste moral inglesa, un poco sensiblera, tal vez, pero útil para los usos de la vida y la marcha tranquila de la república. En Sonata de estío el marqués de Bradomín, aquel Don Juan feo, católico y sentimental, tiene amores con una criolla de bellos ojos, que cometió en su vida “el magnífico pecado de las tragedias antiguas”. Rápidamente, como un gaucho a galope por el horizonte, cruza la relación, henchida la conciencia de asesinatos, un ladrón mejicano, un “Juan de Guzmán que tenía la cabeza pregonada, aquella magnífica cabeza de aventurero español”. “En el siglo XVI hubiera conquistado su real ejecutoria de hidalguía peleando bajo las banderas de Hernán Cortés… Sus sangrientas hazañas son las hazañas que en otro tiempo hicieron florecer las epopeyas. Hoy sólo de tarde en tarde alcanzan tan alta soberanía, porque las almas son cada vez menos ardientes, menos impetuosas, menos fuertes”. Valle-Inclán, al evocar los hombres de Maquiavelo, no se contenta con el ditirambo y llega hasta la ternura.

José Ortega y Gasset
La lectura, febrero de 1904

0 La longitud del No+IVA

Tageo atemporal, San Lorenzo de El Escorial

0 Santiago Apóstol, Día Nacional de España


Santiago de Zebedeo, Santiago El mayor, fue uno de los discípulos de Jesucristo. Hacia el año 33 d. C, cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago, hombre impetuoso y decidido, habría cruzado el mar Mediterráneo y desembarcado para predicar el Evangelio en la entonces Hispania (actuales España y Portugal). Según unos relatos, su prédica habría comenzado en la Gallaecia, a la que habría llegado tras pasar las Columnas de Hércules, bordeado la Bética y la deshabitada costa de Portugal; otras tradiciones afirman su llegada a Tarraco y su viaje por el valle del Ebro, hasta entroncar con la vía romana que recorría las estribaciones de la Cordillera Cantábrica y terminaba en la actual La Coruña. Una tercera versión postula su llegada a Carthago Nova (actual Cartagena, por el barrio de Santa Lucía), de donde partiría hacia el norte. Esta tradición hace de Santiago el santo patrón protector de España.
En cualquier caso, la tradición de la evangelización por el Apóstol Santiago indica que éste hizo algunos discípulos, y siete de ellos fueron los que continuaron la tarea evangelizadora una vez que Santiago regresó a Jerusalén. Para ello fueron a Roma y fueron ordenados obispos por San Pedro. Son los siete Varones apostólicos. La tradición de los Varones Apostólicos los sitúa junto a Santiago en Zaragoza cuando la Virgen María se apareció en un pilar. Ello fue hacia el año 40. La Virgen María se apareció a Santiago el Mayor en Caesaraugusta, y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como “El Pilar”. Se cuenta que Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad edificaron una primitiva capilla de adobe en la vera del Ebro. A día de hoy, la festividad de este 25 de julio de Santiago Apóstol es el Día Nacional de España, mientras que la Virgen del Pilar (12 de octubre), es el Día de la Hispanidad.
Hacia el año 43, Santiago fue muerto a filo de espada por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea, cuando se encontraba predicando en Jerusalén. Siglos después, alrededor del año 813, en tiempos del Rey de Asturias Alfonso II el Casto, un ermitaño cristiano llamado Paio (Pelayo) le dijo al obispo gallego Teodomiro, de Iria Flavia (España), que había visto unas luces merodeando sobre un monte deshabitado. Hallaron, entonces, una tumba donde se encontraba un cuerpo degollado con la cabeza bajo el brazo. Aquéllos eran los restos de Santiago, y desde entonces se encuentran bajo la Catedral de Compostela. Fue tal la repercusión del hallazgo, que mucha gente desde otros puntos de España y Francia, comenzó a peregrinar hasta Compostela para verlos. Fue así como comenzó la tradición histórica del Camino de Santiago.
Así pues, desde hace más de dos mil años se enmarca la tradición católica en España. Precisamente, esto tiene mucha relación con la Batalla de las Navas de Tolosa que recordábamos hace pocos días. En aquellas batallas de la Reconquista, los reinos cristianos españoles invocaban a Santiago una y otra vez. Ahí fue cuando se extendió el conocido grito de “¡Santiago y cierra España!”, a quien imploraban nuestros guerreros con mucha frecuencia. Siglos atrás, en el año 844, una aparición milagrosa del Apóstol Santiago habría obrado en favor de la victoria cristiana sobre los invasores musulmanes en la Batalla de Clavijo. Por ello, en la época medieval, el sobrenombre de Santiago Matamoros, el Hijo del Trueno, fue muy recurrente contra el islam, siempre representado a lomos de su caballo blanco, con espada, y empuñando el pendón con roja cruz (Cruz de Santiago) en su interior. Es un día de celebración y conmemoración histórica para España. Feliz día para todos: ¡Santiago y cierra España!

Luis F.V.

0 Queremos Hablar de Empresa 24/07/2012

0 jun1977- Terrorismo contra 'El Correo', Javier Ybarra & Barrena


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martes, 24 de julio de 2012

0 De Jenofonte a Hemingway: una historia muscular de la literatura (II)


Hombre de acción es lo que quiso ser Pío Baroja, que los retrató mejor que nadie, pero se sabía incapaz de emular las pendencias legendarias de Valle-Inclán. Hemingway también se sintió retratado y por eso asistió entre lágrimas a Baroja en su lecho de muerte. Quizá no haya otro autor como el de El viejo y el mar para agotar el estereotipo de escritor-aventurero. Más en sus cuentos que en sus novelas, nos advierte Bloom, se encuentra un talento inigualado para reflejar “el momento justo”, ese instante en que un hombre llega a la encrucijada que probará su valor o bien su cobardía. En la literatura española acaso sea Bernal Díaz del Castillo el ejemplo más inalcanzable de inmortalidad literaria y heroica a un tiempo. Y no deja de ser curioso que numerosos filólogos encabecen el ránking de la mejor prosa castellana de todos los tiempos con las obras magnas de dos soldados que se valoraron más por sus hechos de armas que por su talento verbal: El Quijote, primero, y la sensacional Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España inmediatamente después, el libro cuya lectura –¡de tantas!– más feliz hizo a Julián Marías, según propia confesión. La mayor gloria lírica de Portugal es un bohemio viajero y desdichado, Luís de Camões. Otro prototipo imbatido de aventurero y cronista, aplicado esta vez a los trabajos de Venus y no a los de Marte, fue Giacomo Casanova –diplomático y agente secreto al servicio de la Serenísima República de Venecia antes que memorialista libérrimo–, que tantos seguidores ha tenido después hasta el punto de sentar género y que desparramó a sus doscientas amantes a lo largo de las tres mil y pico páginas de sus memorias.
Nótese que no hablamos de escritores de acción en referencia a esa estofa de mercachifles del thriller que están en todo su derecho de cultivar este subgénero de urgencia aeroportuaria. Hablamos de grandes maestros de la literatura que además fueron parteros más o menos relevantes de la historia de su tiempo porque supieron vincular con arte sus dotes expresivas al vicio de la adrenalina. Fueron titanes, si nos atenemos a la denominación que algunos estudiosos del periodo romántico endosan a la sublimación literaria de la aventura del yo: “titanismo”. En su Introducción a una ciencia de la literatura  (1950), Guy Michaud ensaya una clasificación tipológica de los escritores graduando su temperamento en ocho categorías diferentes cuyos equivalentes en la dicotomía que vengo manejando serían el “tipo colérico” para los titánicos y el “tipo sentimental” para los reflexivos. Michaud describe al colérico como dueño de una vitalidad exuberante, combativo e incluso agresivo, susceptible de cóleras ardientes, dotado de una voluntad muy fuerte y una impulsividad que desemboca en el gusto por la aventura, todo ello unido a una singular capacidad de trabajo y de producción. Y aporta los nombres paradigmáticos de Balzac o Rabelais. El sentimental, por el contrario, es descrito como externamente frío y reservado, dotado interiormente de una aguda emotividad, profundamente introvertido, amante de la soledad, voluptuosamente inclinado sobre su propia existencia y subjetividad, inclinado invenciblemente al autoanálisis en diarios íntimos que resultan muchas veces escaparate del pesimismo y la misantropía, casi siempre roídos por un tedio indefinible. Sería el caso, selecciona Michaud, de Amiel o Rousseau. Cabría toda una gama de tipos mezclados, pero siempre hay mayor claridad en los polos.
En una ocasión Dalí afirmó: “El mejor escritor de España es Franco; lo que pasa es que no escribe”. La apostilla deja por tanto al dictador fuera de este catálogo, aunque no cabe duda de que fue un hombre de acción. Uno, que tiene aspiraciones más modestas que la de dictar en solitario el destino de una nación durante 40 años, se ha apuntado en cambio recientemente a boxeo y escribe regularmente en prensa. Por algo se empieza.
Jorge Bustos / Ambos Mundos

0 Noli me tangere

Bonita e instructiva historia española, reciente. Padre de familia pasea con su hija por Pamplona. Y en ésas, junto al monumento a Iñaki de Loiola-Elejalde, o como se llame ahora, nuestro paterfamilias se cruza con un grupo de personas encorbatadas, con toda la pinta de vivir de la política, y aspecto de salir de un restaurante tras ponerse hasta las trancas con la Visa del partido, léase contribuyente. Uno de los miembros del grupo inspira poca simpatía a nuestro protagonista, debido al papel poco airoso que éste atribuye a aquél en su calidad de consejero político, o viceversa, o algo por el estilo, en la gestión de una caja de ahorros local. Molesto con el personaje y sus antecedentes, nuestro ciudadano aplaude, grita «bien, bien» con la adecuada sorna, y acto seguido hace una peineta con el dedo medio de la mano derecha, seguida de un corte de mangas. Luego sigue camino con su hija, hasta que un policía de paisano, presumiblemente escolta del otro individuo, llega con prisas, enseña una placa, le dice que ha insultado a la autoridad y escribe un papelito con una denuncia.

Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
Leer la Patente de corso completa de esta semana




0 La carretera


Cuando se le preguntó ayer por la muerte en accidente de un defensor de los derechos humanos en Cuba, Cayo Lara lo zanjó con «un fallecido más de los que se matan en carretera». Más allá del desprecio resulta curiosa la respuesta en quien no dudaría en atribuirle a Franco los muertos por constipado durante la dictadura.
Para conocer a ciertos hombres basta con moverles las respuestas. «El acercamiento de presos [etarras]», dijo hace seis meses el líder de IU, «es una cuestión de humanidad y los familiares tienen que desplazarse kilómetros y kilómetros para ver a sus seres queridos». ¿Y qué le parece a usted la muerte del hermano de un terrorista en un accidente de tráfico? «Un fallecido más de los que se matan en carretera». Hace dos años, cuando se pudrió de hambre en las cárceles cubanas el disidenteZapata TamayoWilly Toledo se apresuró a calificarlo como «un delincuente común». «¿Qué opina de la huelga de hambre de De Juana Chaos en un hospital, señor Toledo?». «No es más que un delincuente común».
Yo siempre creí que las dictaduras se sostienen en el exterior por un oscuro ejército compuesto por mercenarios del pensamiento, hijos de puta genéticos y la profundísima acción erosiva de los tontos, pero ya sólo quedan los últimos. Bailando sus respuestas a preguntas sobre víctimas y terroristas se puede alcanzar a ver, hasta el último píxel, no tanto su pequeña miseria humana como su incapacidad intelectual.
El festival Alcances de Cádiz estrena en septiembre un divertido, duro y bellísimo documental: FragaFidel, sin embargo, donde Manuel Fernández-Valdés recoge el poso palmero, profundamente filosófico, que rodeó la visita de Castro a Galicia en 1992, y el enamoramiento entre el alumno fetén del franquismo y el jefazo comunista, a quien se le regala un caballo blanco en el centro de Santiago entre el fervor de la masa, que hace que el animal entre en pánico. Fraga y Fidel beben, cantan, brindan y juegan las cartas. Valdés debería ponerle palco a Cayo Lara y prismáticos de ópera para que pueda distinguir de qué lado está él; total, siempre será el lado equivocado.
Una virtud hay que reconocerle a los totalitarismos: su capacidad para dividir a los hombres que toman partido sobre ellos. A un lado los lectores de Orwell; al otro, cerdos con dos patas.

Manuel Jabois / El Mundo

0 may1977-Arias Navarro se querella contra Aguilar ('Diario16') por llamarle carnicero


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lunes, 23 de julio de 2012

0 Iñaki Gabilondo entrevista a Mario Vargas Llosa

0 Protagonistas Sierra 23/07/2012

0 De Jenofonte a Hemingway: una historia muscular de la literatura (I)


Hay un momento en Suave es la noche de Scott Fitzgerald en que el protagonista, descarado trasunto del autor, trata de realizar un ejercicio gimnástico en el mar, no recuerdo bien si se trataba de esquí acuático, en todo caso una suerte de exigente acrobacia que no logra completar a la primera. Se niega entonces a reconocer que las energías de la juventud han comenzado a abandonarle y no ceja en sucesivos intentos hasta consumar la ejecución perfecta. Pero esa noche se va a la cama presa de frustración porque ha constatado por primera vez el declive de su hombría.
En la pareja señera de la llamada Lost Generation que formaban Scott y Hemingway, todo el mundo inscribiría al primero en la categoría del escritor reflexivo y al fanfarrón de Ernest en la de los escritores de acción. Esta dicotomía clásica, no únicamente basada en el temperamento de los autores sino también en su contexto cultural, se formula a partir de la instauración del paradigma romántico, que sometió la historia de las artes y las letras a una reinterpretación general, casi una arrogante enmienda a la totalidad que revalorizaba la vida por encima del ejercicio intelectual. El paradigma clásico creía en la mímesis: el creador –ayudado por el soplo de las musas– se fijaba en la realidad para copiarla, y era el grado de fidelidad al original –la verosimilitud– el que tasaba justamente la magnitud de su talento. Homero no añoraba ser Aquiles: ciego y errante, se conformaba con cantar la cólera del héroe en forma lo suficientemente vívida como para que conmocionara a su público. Y Virgilio no deseaba sino ser otro Homero, jamás se le ocurriría la insolencia consciente de renovar el género de la epopeya; aunque lo estilizó bastante.
Pero llegaron los arrebatados chicos de Lord Byron y decidieron que no había mejor tema literario que ellos mismos. Planearon la emancipación de los viejos cánones merced a la única regla de su coraje, su corazón, su santísima voluntad y cruzar a nado el Helesponto con una sola pierna. El tipo de numeritos por los cuales Goethe –artista del tipo sedentario– bautizó a Byron como el “poeta del presente”, es decir, del yo y ahora. Whitman tomó ese esqueje rebelde y lo trasplantó poéticamente a la nueva tierra de promisión americana entonando el Canto a mí mismo. Allí creció sano y fuerte, regado por el romanticismo trascendentalista de Emerson, el rousseauniano de Thoreau, el pícaro de Twain, el simbólico de Melville o el siniestro de Poe. Por supuesto, ni todos los escritores posteriores a la publicación del Werther –que marca convencionalmente la detonación del romanticismo– encajan en la categoría de autores-actores, creadores-aventureros, poetas-guerreros; ni debemos imaginar a todos los anteriores como aburridos y estrictos amanuenses. No asociamos los nombres de Proust o Borges precisamente a la noción pura de la intrepidez. Por otro lado, Garcilaso murió como maestre de campo asaltando temerariamente una fortaleza gabacha y si Jenofonte, que acaudilló la retirada penosa de 10.000 griegos derrotados hasta ponerlos a salvo en Grecia de los persecutores persas de Ciro, no era un hombre de acción, entonces Pérez-Reverte tiene que ser alguien muy parecido a una bibliotecaria victoriana que ordena las fichas de las obras de Jane Austen.
Jorge Bustos / Ambos Mundos

0 abr1977- 'ABC' y 'El Alcázar' contra legalización del PCE, Alejo García


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domingo, 22 de julio de 2012

0 Lo que todo el mundo debería saber acerca del conflicto de la minería del carbón en España ( y XI)


EPÍLOGO: EL FUTURO.
No existe esperanza. Más allá de si los mineros ganan o no esta batalla, que creo que la perderán porque tal y como están las cosas ni en Bruselas ni en Berlín nos van a dejar seguir tirando el dinero, la guerra está perdida. Las minas se cerrarán en 2018 sí o sí. Aunque como he dicho y dadas las obligatorias reducciones de ayudas los cierres serán masivos a partir del 2014.
En Asturias llevamos décadas con lo que yo llamo el “espíritu del petromocho”.
El PETROMOCHO es esa eterna esperanza de los asturianos en la llegada de un gran empresa que monte una gigantesca fábrica que de trabajo a miles de personas y que ahí se acabe nuestra decadencia.

Asturias vivió un frenético crecimiento en los años 50 y 60 con la llegada de ENSIDESA (hoy Arcelor-Mittal) y sus gigantescas acerías y los asturianos esperan una nueva ENSIDESA. En ENSIDESA trabajaban en sus tiempos dorados 25.000 personas, hoy trabajan (en Arcelor-Mittal) 5.000 y producen más acero pero ni aún así la empresa se va a quedar en Asturias. Fabricar acero no es muy complicado y la mano de obra en Brasil, por ejemplo, es mucho más barata.
No existe espíritu empresarial ni emprendedor y se odia al empresario y eso no tiene arreglo. Todo el mundo quiere un trabajo seguro “tipo funcionario” (“empleo digno” lo llaman), nadie quiere meterse en aventuras empresariales.
Las minas desaparecerán, el aumento de la conflictividad lo único que va a conseguir es que ningún empresario venga a Asturias y que incluso algunas empresas se vayan. Y en León la perspectiva es peor. Finalmente el tiempo y la baja natalidad harán el resto. A la gente (de fuera de las comarcas mineras) la seguirán engañando con el mito del minero luchador y seguro que algún famosete se hace la foto con los mineros en Madrid.
Mis hijos como los de otros muchos asturianos y leoneses se tendrán que buscar las habichuelas lejos de aquí.
Los hijos, por lo menos bastantes, de los prejubilados segurirán usando las autovías como pistas de carreras para los BMWs que les han comprado sus papás y estos seguirán contando batallitas de su “lucha obrera” a quien les aguante la borrachera.
Toda esta historia se resume en lo que ha sido siempre el socialismo: un arma de destrucción masiva de sociedades, un generador de odios y mentiras. Pero al fin y al cabo ¿Qué importa la verdad?

0 El castelo sangriento





Trachedia desarrollata
en el ruinoso castelo
del barón de Chente Mata.
¡Si no é vera e veritata
que m’arranquen un capelo!
Tras morisca ventaneta,
con le semblante contenti,
a primorosa Julieta
murmura una cansoneta
que marcha en alas del vienti.
Es sua voche melodiosa
cual la campane de Huesca;
es chentile, candorosa,
e más fresca que una rosa,
¡quichás demasiado fresca!
Digo fresca, y es verdate,
perque lichera de rope
é a la fenestra asomate,
y está pelando patate
con un sable de la trope.
A bordo d’una barqueta
llega un mancebi elegante,
vestidato de etiqueta,
con gorra de sportman, guanti,
e gabani con faldeta.
Fumando brevas a pasti
fragua algún plane siniestri,
perque a la paloma casti
le hace con el ojo diestri
la seña del as de basti.
La joven enamorata
le arroja una escalinata
fabricata con cordeli,
e per ella le donceli
como un felini, esquilata.
Le patre, qu’era un Nerone,
observó l’operachone
desde un huerti exuberanti,
donde tene plantachone
de pementone picanti.
Aparte del pementone
cultivaba: le melone,
la fabi, le remolachi,
la chufi, le macarrone
e le turrón de guirlache.
Presto le gran cabalieri,
de su honore se ricorda,
e trepando per la corda,
sube a le piso primeri
llevando una estaqui gorda.
Le burlato personache
da uno grito de corache
al ver que la sua filla vile
está con furia salvache
abrazando a un zascandile.
Altamenti incomodati,
les apunta sin pietati
con una vieja escopeti,
per profanare el respeti
de un lugare tan sacrati.
Sona una detonachone,
e una descarga chertera
atraviesa le pulmone
del galán e la pendone.
¡Fue una morte de primera!
Furiosi, desesperati,
y con el juicio incompleti,
les tritura el esqueleti,
poniendo al uno en tomati
y al otro a la vinagreti.
Abre luego le balcone
y se tiri en direchone
vertical sobre un peñasqui,
quedando allí le barone
como un centolli sin casqui.
Tutos los astros del chelo
se tiñeron d’escarlata;
desde entonces, no es camelo,
non s’abrió más le castelo
del barón de Chente Mata.



Luis Fernández Valdés, "Ludi"

0 A los 800 años de la batalla de las Navas de Tolosa (II)

Una de las milicias concejiles, al mando de Iñigo Ortiz de Stúnica, procedía de Béjar y participó en el famoso ataque a la guardia de "Miramamolín" (Muhammad Al-Nasir) tras el que se añadieron las cadenas al escudo de Navarra. Los descendientes de Iñigo son los actuales duques de Béjar (Casa Zúñiga).



Rubén García

A los 800 años de las Navas de Tolosa por Luis F.V. click

 

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