miércoles, 11 de julio de 2012

0 "Hijos de puta: lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Gora Euskadi Askatuta!" (I)


La Guardia Civil -¡menos mal que en la lucha antiterrorista nos queda la Guardia Civil! clamaba poco antes de su muerte, el exmiembro de ETA que acabó primero en Euskadiko Ezkerra y mas tarde en el PSE, Mario Onaindía-, en una brillante operación policial liberaba al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara que fue secuestrado por ETA en enero de 1996 y que permaneció torturado, privado de libertad, 532 días con sus noches en un inmundo "zulo" construido por los etarras en una nave industrial situada a las afueras de la localidad guipuzcoana de Mondragón.
Toda España vibró, lloró, se emocionó, con la liberación de Ortega Lara, aunque también toda España fue un poco mas consciente –al ver en televisión el rostro demacrado, la vista perdida, el cuerpo hecho una piltrafa del funcionario de prisiones al llegar a su casa de Burgos- de la inmensa crueldad de la banda terrorista ETA, y eso que desde su nacimiento en 1959 ya había perpetrado un buen número de ellas. Pero el cúmulo de crueldades de la bestia del hacha y de la serpiente no estaba ni mucho menos agotado.
Jueves 10 de julio de 1997, 4 de la tarde. En el gabinete telegráfico del Ministerio del Interior se recibe una llamada de un ciudadano pidiendo hablar con la secretaría particular del Ministro. No es lo normal, pero hay tantas cosas tan poco normales en ese Ministerio que el funcionario que atendió el teléfono pasó la llamada sin preguntar más detalles. Una de las secretarias del ministro descuelga el teléfono y se quedó helada con lo que oyó al otro lado del teléfono: "Hijos de puta. Lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Gora Euskadi Askatuta!". Hacía treinta y cinco minutos que un joven y desconocido -antes de este trágico momento- concejal del PP del Ayuntamiento de Ermua, Miguel Ángel Blanco, había sido secuestrado por ETA. La banda terrorista daba cuarenta y ocho horas al Gobierno para que acercara a todos los presos etarras a las cárceles del País Vasco. Si no lo hacía, lo matarían. Era un asesinato a cámara lenta.
Y es aquí donde se empiezan a agolpar los recuerdos, las vivencias de aquellas dramáticas y angustiosas horas que tuve la ocasión de vivir muy en primera personas debido a mi trabajo como director de Comunicación del Ministerio del Interior. Unas vivencias y unos recuerdos que tengo muy grabados, no sólo en la memoria, sino sobre todo en el corazón, y que en estos años se han revuelto cuando uno ha podido ver tanta inmundicia, tanta estupidez, tanta falta de principios en los gobernantes y responsables políticos que han aplicado o siguen aplicando una política de apaciguamiento, de buscar la reconciliación, el perdón dicen otros, para lograr el final de esa banda de terroristas que ha asesinado a 858 personas, todas inocentes, y heridas a varios miles más.
Cayetano González/ Libertad Digital

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