miércoles, 29 de febrero de 2012

0 La sandalia de Empédocles, Gabriel Albiac (y II)

Pero has roto el encanto. En el instante mismo en el cual retiraste de su anaquel el volumen de La muerte de Empédocles. Y está la biblioteca nuevamente habitada. Y la trampa se cierra: has retornado. De nada vale ya ese esfuerzo prolijo de pasar sobre tus cosas sin tocarlas. Estás. El rebote ámbar del sol sobre impensables templos dóricos sucede en otro sitio. Y no hay consuelo siquiera en las letras leídas que lo invocan. Hölderlin, que inventa al Empédocles que no volvió a casa nunca, se aniquila a sí mismo al ensoñarlo: «Son siempre las palabras impacientes quienes precipitan a los mortales y les impiden gozar del maduro instante de la perfección». Los menos líricos deberán conformarse con el sosiego desesperado del Bertolt Brecht más viejo: «Estoy al borde de la carretera./ El chófer cambia la rueda./ No me gusta el lugar de donde vengo./ No me gusta el lugar a donde voy./ ¿Por qué miro el cambio de rueda/ con impaciencia?»

Hay cosas que se han ido acumulando. Demasiadas. Habrá que ir, poco a poco, poniendo la casa en desorden. También, esa sandalia que no quedó en el Etna.
Gabriel Albiac
ABC-24/08/2009

0 El portero más supersticioso del mundo (y III)

Rough puso punto y final a su carrera después de pasar por Orlando y de una fugaz experiencia en el modestoAyr United en 1990. Un año que no olvidaría fácilmente, al ser sorprendido saliendo de un supermercado con un filete de ternera que, al parecer, no había pagado. El centro comercial Safeway le denunció y Rough pasó dos horas en comisaría. Finalmente, todo fue un malentendido y se revocaron los cargos contra él, pero el incidente se filtró a los medios de comunicación. Suficiente para que los hinchas rivales se cebaran con él durante los partidos y le recordaran el escabroso asunto del filete. Los hinchas del equipo contrario, a ritmo de la melodía de los acordes de la popular My Darling Clementine, le compusieron una canción en su ‘honor’. “Oohhh…¿Dónde está la charcutería? ¿dónde está la carne de vaca? ¿Dónde está la carne picada? está en el bolsillo, en el bolsillo Alan Rough“. No fue disco de platino, pero la canción se convirtió en un clásico de los estadios escoceses. Rough siempre se lo tomó con sentido del humor. “Hago una dieta muy estricta. Solo proteínas. Antes del partido, nada como un buen filete”.
Hoy, Alan Rough, más conocido por ‘Roughy’, se ha reinventado a sí mismo y se ha convertido en un prestigioso comentarista en una radio de Edimburgo, formando pareja profesional con Ewen Cameron, uno de los periodistas más reputados de Gran Bretaña, previo paso por Dubai. Ambos editaron un libro, Talking Balls with Ewen and Roughy, que fue un auténtico éxito en Las Islas, y triunfan en la radio escocesa por su peculiar y desenfadado estilo de hacer comentarios sobre los jugadores, a través de programas donde los oyentes les formulan preguntas sobre la actualidad futbolística. Rough ha cumplido los 59 y está felizmente casado en segunda nupcias con Maggie Barry, una conocida periodista. Su primer matrimonio con Michelle, una exuberante belleza que se ganaba la vida rodando anuncios publicitarios mientras posaba en bikini, solo le sirvió para que algunos delanteros rivales le gastaran bromas pesadas en algunos encuentros.
Tras publicar su autobiografía, Rough ha alcanzado la felicidad. “Los hinchas me paran por la calle y me preguntan si me he sonado la nariz antes de salir de casa, si llevo mi llavero con el cardo grabado o si aún conservo mi vieja pelota de tenis ya descolorida. Tienen una memoria de elefante, me pagan con todo ese cariño”. Alan, que guarda un magnífico recuerdo de sus vacaciones en España, ha apartado de su vida aquellas supersticiones que le catapultaron a ser el meta más famoso de Escocia. Ha dejado de sonarse la nariz a todas horas con su viejo pañuelo, aquel que llevaba debajo de la gorra, y guarda algunos de sus más preciados amuletos en el desván de su casa. Eso sí, no pasa por debajo de una escalera y recuerda que pisar mierda trae buena suerte. “Hay cosas que nunca cambian”. Todo un personaje.
Rubén Uria

0 ¿Y los necrófilos y los zoofílicos?

Los necrófilos y los zoofílicos se sienten desplazados, URJC Vicálvaro, Madrid

0 Queremos Hablar de Empresa 28/02/2012

0 1936- República derriba a directores de 'ABC' e 'Informaciones'


Hemeroteca del buitre
J.F.Lamada
http://www.intereconomia.com/blog/buitre-me

martes, 28 de febrero de 2012

0 Sobre las mujeres gordas por Julio Camba

            -¿Ha visto usted?- me dice un amigo-. La mujer madrileña se transforma. Ya no hay en Madrid más que chicas delgadas. Es el fox-trot, el agua corriente, la vida al aire libre…

            -No siga usted-le contesto-.No es el fox-trot, ni el agua corriente, ni la vida al aire libre. Es una idea y nada más que una idea: la idea de la emancipación femenina. En cuanto a esta idea tan sencilla entra en la cabeza de una muchacha, ríase usted de la tiroidina y demás productos contra la obesidad. Esta idea disuelve las grasas que es un primor, y la muchacha que se la asimila comienza, acto continuo, a perder carnes y a conquistar derechos.

            Mi amigo se muestra un poco escéptico.

            -No veo-exclama- que haya incompatibilidad ninguna entre los derechos de la mujer y la opulencia de sus carnes. Es más. Creo que las carnes constituyen, precisamente, uno de sus derechos.

            -No. Las carnes de la mujer, de constituir un derecho para alguien, lo constituyen únicamente para el hombre. En el fondo, no creo que usted aspire a que las mujeres se regocijen en su propia grasa, sino que pretende más bien regocijarse con la grasa de ellas. Es lo mismo que me ocurre a mí con las gallinas. Me gustan gordas, y si protesto en el restaurante cuando me sirven alguna flaca, no lo hago nunca en nombre de la gallina, sino siempre y francamente en el mío.

            -¡Hombre! Eso es tanto como suponer en mí una debilidad por las mujeres gordas.

            -Yo no sé si a los españoles nos gustan las mujeres gordas como tipo físico o si nuestra clásica predilección por ellas obedece a que el tipo moral de mujer que hemos anhelado siempre no puede darse en las delgadas. Nosotros queremos mujeres caseras, mujeres a las que baste ponerles un par de calcetines rotos en las manos para que ya no se muevan del hogar hasta las mil y quinientas en que uno termine su partida de tute en el casino. El matrimonio, para la mujer española, ha sido siempre una paciente y silenciosa labor de zurcido, y si alguna vez fracasó, ello sólo pudo ocurrir en las clases elevadas de la sociedad, donde no hay calcetines que componer. ¿Cómo no iba a engordar la mujer española desde las condiciones de su vida? En provincia todavía quedan muchas mujeres gordas, de pie inverosímil. “¿Por qué son tan gordas estas mujeres y por qué tienen el pie tan inverosímil?”, se pregunta el extranjero. Pues probablemente, también por una idea: la idea árabe de que la mujer es un animal doméstico. Esta idea, mantenida a lo largo de numerosas generaciones, ha hecho de la mujer española un ser que, estando admirablemente organizado para sentarse, apenas si se puede tener en pie. Sí, amigo mío. La gordura de nuestras mujeres tiene un origen oriental, pero no un origen fisiológico, de cruce de razas, sino un origen ideológico. Y a una ideología contraria tiene que responder un tipo femenino más esbelto y más ágil.

            -¿De modo que usted cree que la esbeltez femenina, por sí sola, es ya como si dijéramos una especie de emancipación?

            -Sí. Eso creo.


            -Pues a mí no es que me gusten las mujeres muy emancipadas que digamos; pero, la verdad, los principios feministas no les sienta nada mal a nuestras pequeñas madrileñas. Por ahí va una. ¿Me permite usted que la siga? Aunque a usted le parezca otra cosa, yo no soy enteramente insensible a los atractivos de la ideología occidental…
Julio Camba
Sobre casi todo

0 Medio siglo sin el paladín de la vida por Antonio Astorga

Se cumplen mañana cincuenta años de la muerte de Julio Camba, que hervía el plomo de la palabra en la estereotipia. Llegaba a la Redacción de ABC con sonrisa burlona, mirada recelosa, entregaba dos cuartillas chicas, y se sentaba a comentar quisicosas de la ciudad automática; descerrajaba burlas y chanzas de los escritores de su tiempo, bromas amargas aparte sobre él mismo, y desplegaba su caldo de gallina para enhebrar cigarrillos sin tregua. Así lo recordaba su compañero de pupitre, Manuel Aznar. Julio Camba, genio e ingenio del periodismo, escribía dramáticamente en broma el humo de los días, creía muy poco en las glorias de este mundo y se retiraba a su cama a leer novelas policiacas.
—¿Y en eso consume usted su vida, don Camba?
—¿Y en qué mejor?
Érase un hombre a una pura y elegante inteligencia pegado, érase don Julio Camba. Nacido en Villanueva de Arosa en 1884, su padre era un médico rural, dentista, muy mañoso, que enseñó a fumar a un perro al cual convirtió en atracción. No antes de 1901 se embarcó de polizón en la bodega de un barco rumbo a Buenos Aires. Y allí, con su prosa, se comió a los hombres crudos. Las autoridades argentinas le preguntaron:«¿Usted, qué es?», y Julio Camba les dijo que «anarquista». Fue devuelto a España por «agitador peligroso». «¡El anarquista! ¡El anarquista!», cuchicheaban mujeres y niños cuando retornó a la isla de Arosa con sonrisa cyranesca, acompañado de la Guardia Civil.
Un anarquismo teórico símbolo de su inexorable libertad ciudadana y de él mismo. No imaginaríamos a Julio Camba abrigarse al fuego fatuo de una comuna. Con ligero equipaje, desde Arosa subió a un destartalado ferrocarril cuya última parada será Madrid, donde aguardaba la Gloria y los Pegasos bronceados. En la comisura de las tertulias literarias de café, casino o restorán Camba glosaba a Rabelais, Swift o Twain mientras le escuchaban embelesados los hermanos Machado, Rubén Darío, Baroja, Valle-Inclán, d'Ors...

Bacalao a la ajada

Camba principia a colaborar en «El reloj de oro», un órgano de un fabricante de cronómetros. Aquellos artículos se los pagaban en relojes.
—¿Y eran muy buenos relojes?, le preguntó Josefina Carabias.
—Pues, aproximadamente, como los artículos —respondió Camba—. Le advierto que con aquellos relojes se pagaron muy buenas firmas; una de ellas, la de Azorín.
En «Los lunes del Imparcial» cobraba diez duros, luego se fue a Londres como corresponsal de «La Tribuna», y le abonaban quinientas pesetas; a sus jefes les parecía una suma tan fabulosa que hasta el Rey Don Alfonso XIII lo comentó en una entrevista en primera plana: «Ya no dirán que el Periodismo está mal pagado en España». Camba se quedó atónito ante la frase Real.
Cuando Camba publicó «La casa de Lúculo» (imprescindible menú literario) sus amigos le raptaron y el banquete de celebración fue el éxtasis del absurdo. Su paisano Valle-Inclán, que en su brindis fue muy duro con Primo de Rivera, es detenido en el mismo Hotel Palace, mientras profiere en voz alta: «Don Ramón del Valle-Inclán no se rinde...» Y en tan divertido forcejeo entre el músculo y el intelecto, un capitán le espeta:
—¡Don Valle, no me obligue usted, a quien tanto admiro, a que me lo lleve por la fuerza...!
—¡Si es por la fuerza me rindo incondicionalmente. Pero ¡cuidado! ¡Con la inteligencia no se juega!, remató el marqués de Bradomín.
Mientras degustaba bacalao a la ajada y tortilla de sardinas, a Camba no le podía servir un camarero bizco porque inmediatamente se ponía a dar saltos. Se llamaba periodista, y no le gustaba que le tomaran por escritor: «Dejemos que se llamen escritores esos aficionados que acuden a los periódicos para quitarnos el sitio y desahogar sus vanidades», decía.
Camba, objeto de deseo de todos los periódicos de la época, dormía a veces en las Redacciones, era devoto de Pío Baroja, transitó de las Américas a Constantinopla; fue un Robinson Crusoe como corresponsal y enviado especial sin pasaporte ni dinero; aprendió inglés, francés, alemán, griego, ruso, turco, italiano, y en 191 recaló en ABC, llamado por Don Torcuato Luca de Tena. Millares de artículos esculpió Julio Camba durante 45 años prodigiosos. Honró el Cavia.
Vivió Camba los últimos años de su vida —desde el 8 de julio de 1949— en la habitación 383 del Palace. recuentemente enfermo, se quitaba la visera con la que dormía, al anochecido bajaba alhallcon su bastoncillo, y se abrigaba cerca de la calefacción.
—Prefiero morirme de hambre a escribir; le confió en cierta ocasión Camba a Ruano, que le sacaba a comer, merendar y cenar.
Y confesaba don Julio a don César:
—¿Sabe usted mi odio auténtico? Al miserable que inventó la imprenta.
Sublime articulista y practicante del buen vivir, mago de un sentido del humor cosmopolita y jugoso, Camba era el gato que ronroneaba sobre el tejado de zinc del Palace sin agresividad, rencor o resentimiento; consiguió que otros le abonaran la estancia. Llenó su cuarto de medicinas con las que se trató arbitrariamente. Despreciaba la literatura y la política. Cuando González-Ruano le convidaba al condumio, exigía Camba:
—¿Pero se comerá bien?
—Desde luego.
—Bueno, pero hay que traerme luego al hotel...
—Claro, hombre.
—¿Y quién viene...?
Camba era aterradoramente modesto, afable, cortés, encerrado en una torre de marfil que no quería habitar con nostalgias porque estaba cansado de sí mismo. Cuando los periódicos publicaban cosas suyas o algo sobre él, torcía la página casi con asco. Así de genial era Camba. Tuvo gloria, mas no conoció pena. Lo raro hecho arte.
En verano, Camba se sentaba en la terraza del Círculo de Bellas Artes, bastón de gruesa caña en la mano y pañuelo al cuello de la camisa a ver pasar la vida automática.
Contaba su gran amigo Luis Calvo en ABC que cuando Dámaso Alonso le ofreció un sillón en la Academia, Camba le replicó que lo que quería era un piso, porque no podía escribir un discurso, hacerse un frac, y no gastaba humor para esos honores. Aborrecía que le llamaran humorista —«esos comediantes que salen a escena a contar chistes»—, mientras sus ojos irónicos y humados se entornaron como una llamita sin maldad, envidia ni odio un 28 de febrero de 1962. Julio Camba no habría ido ni a su propio entierro, concluía Ruano. «Camba, en su desamor desconcertante, ni siquiera hablaba mal de ninguno. La muerte le invitó a cenar y el solitario del Palace, como se garantizaba llevarle en coche, dijo que “¡bueno!”. Sin pensar que no le volverían a traer al hotel. Eso no se hace», talló en su columna dórica César González-Ruano.
Hermosa es la vida, pero se acaba... fueron las últimas palabras que susurró el paladín de la vida Julio Camba, a cuya lectura automática hay que retornar eternamente.
Antonio Astorga/ABC

0 Lo que veía Camba desde la 383 del Palace por Jorge Bustos

Jorge Bustos
Para visitar el imprescindible blog de Bustos ¡A los molinos!

0 Camba por Manuel Jabois

El selecto fracaso de Camba


En sus primeros tiempos de corresponsal, cuando se encontraba en Constantinopla enviado por La Correspondencia Española, Julio Camba remitió un artículo por correo acompañado de una nota para el director: “Perdóneme que esta crónica haya salido algo más extensa, pero la premura de tiempo para mandársela no me ha permitido escribir algo más corto”. La frase recoge el espíritu fundamental de Camba: el rigor estilístico, que en él es desnudez, y la virtud de escribir frases llenas de palabras esenciales de forma que hasta las preposiciones adquieran un relieve casi histórico. Los artículos de Camba dan la hora, y en esta recopilación –la única realizada por él mismo- pueden escucharse hasta los segundos. Son, dice, “mis páginas mejores”, lo cual quiere decir que las otras han de ser “forzosamente buenas, porque lo mejor sólo puede salir de lo bueno”. Y justifica la reunión insólita de su trabajo por la necesidad de perder el tiempo: “Si hay quien pierde el suyo haciendo solitarios con la baraja, ¿por qué no he de poder yo perder el mío haciendo uno con mis artículos?”.
Hace diez años envié un artículo mío al premio de periodismo que recibe el nombre del periodista vilanovés. A los pocos meses me hicieron ganador. Aquello me conmovió tan extraordinariamente que lo primero que hice fue preguntar quién era Julio Camba, no fuera a resultar que estuviese vivo y debiera presentarle mis respetos. Dirán ustedes que exagero, pero tampoco mucho. Camba, entonces, era un lejano cronista de reputación dañada (aquello tan lúcido de “los que ganaron la guerra perdieron la historia de la literatura” que dijo Trapiello, uno de sus exhumadores). Yo sabía que Camba había nacido en mi periódico, Diario de Pontevedra, y muerto consagrado en Abc. Pero apenas había leído algo de él. Así que para el discurso de entrega del premio busqué algunas palabras suyas que fueran de ocasión. Resultó ser un tormento, porque a medida que leía me encontraba con que Camba no escribía nunca para la ocasión, ni pontificaba siquiera discretamente, así que resultó tarea compleja escoger unos párrafos que valiesen para una ceremonia así.
Ahora pienso que la grandeza de un escritor se mide por el poco margen que deja en sus textos a que un desaprensivo se haga con un párrafo y lo convierta en discurso, moraleja o lección. Dijo el profesor José Antonio Llera que Camba sabía a la perfección los centímetros cuadrados de los que consta una columna. Esa exactitud el periodista la convirtió en arte; fue, así, un artista del espacio que no se concedió jamás lujo artístico en el texto, donde las piezas se encajaban como un tetris lento, irónico, subversivo a veces, siempre incorrectamente lúcido: “Hay que ver cuando una inglesa se pone a ser fea (…) Es fea de un modo rotundo, fundamental y definitivo. Parece como si a lo largo de su vida hubiera ido cultivando el horror de su cara y de su cuerpo con un cuidado especialísimo, procurando no omitir ninguno de los detalles que deben constituir una fealdad perfecta”. “Yo soy un escritor decorativo y me dedico a una literatura fácil, superficial y pintoresca”, anunció en su juventud en un gesto muy suyo de captatio benevolentiae. Y sin embargo, o quizás por eso, en sus crónicas se va regalando la vida de entonces: se deconstruye a partir de cierto hecho, desde una conversación en la City hasta un viaje en tren a Galicia, y durante el artículo se atisba su recomposición no siempre entera, no siempre agradable.
“Yo soy uno de estos hombres de café, y, como digo, cuando se proclamó la República, mis amigos me dejaron solo. ¿Qué otra palabra podría definir esta conducta más que la palabra traición? Después de una convivencia de quince o veinte años, yo había llegado a creer que mis amigos iban al café con el mismo espíritu que yo, y, de pronto, resulta que no habían ido nunca más que por falta de un sitio más confortable donde meterse, pero que su verdadera vocación no era la de hombres de café, sino la de ministros de Hacienda, Agricultura, Marina y Comunicaciones”. Y en este párrafo tan costumbrista esboza Camba su desolación por la República, que fue más ruidosa en artículos suyos a los que después restó la suficiente importancia como para dejarlos fuera de su antología. Intuyo, a fuerza de leerlo, que se acercaba al folio desprovisto de pasiones y debía de escribir al menos a dos metros de distancia de él para que no cayese ni una gota de sudor; al subvertir las emociones, uno despeja el paisaje y siente que descubre el mundo una y otra vez.
A mí me ha costado muchos años y mucho Camba saber que se escribe como se vive y nunca de otro modo. Que en el valor de una cierta escritura está también el de una forma de estar, y que esa lejanía que Camba adopta en el folio es con la que él se manejaba en París, Berlín, Londres o Nueva York al retratarlos poniendo en el punto de mira algo tan extravagante en aquella época como España. “Usted, como gallego, salió de los trotamundos”, le escribió Gonzalo Torrente Ballester a su muerte. “Identificado con la divisa nacional, recorrió las tierras europeas, trató a sus hombres y observó sus costumbres con los ojos entornados y la mano tras la oreja, la mano rascándose esa parte de la cabeza que no suele picar, pero que se rasca cuando lo que una haría de buena gana sería darle un puntapié. En frenarlo y en entregar la mano a tan inocente ocupación está el secreto del humorismo, y hay bastantes hombres que lo practican. Pero usted, además, sabía escribir. Tenía usted el secreto de la prosa ligera, centelleante; el secreto de los matices, de las caracterizaciones profundas y rápidas; y sus ojos y su cerebro sabían ver y comprender, de la confusa turbamulta de la realidad, lo escencial contradictorio”.
Periodismo es escribir tropezándose con el mundo. Camba lo ejerció sin pretensiones, y al acercarse al paisaje lograba que bajo su mirada siempre se apaciguasen las cosas. Esto es debido a la ironía con la que escribía, y también a un rasgo muy acusado de su talento: el de transmitir en directo, como uno de esos locutores de la Vuelta que van con el micrófono fuera de la ventanilla, la vida española. Al entrar en una escuela, en un bar o en Alemania, Camba retrata a sus contemporáneos y lo hace poniéndolos delante del espejo con cierta gracia, con cierta verdad. “Llegaba a un país cualquiera y, como me era indispensable trabajar un poco para sostenerme en él, me ponía a escribir artículos describiendo la impresión que me producían su vida y sus costumbres. Luego, bien porque yo me hubiese aburrido del país donde estaba o bien porque el país donde estaba se hubiese aburrido de mí –la cosa ocurrió más de una vez- tomaba el trole y me largaba con la música a otra parte”, cuenta. Anduvo, dice en este libro, paseándose por las capitales europeas hasta que estalló la Gran Guerra y partió a América porque Europa “comenzó a ponerse intransitable”. “Cuando yo creía estar observando con mayor atención a Inglaterra y a los ingleses, en realidad observaba más bien a España y a los españoles”.
Diez años después de aquel premio me presenté en la casa de Julio Camba en Vilanova de Arousa, hoy museo, y en la vieja vivienda de Pastor Pombo, uno de sus mejores amigos y padre de la ahijada de Camba, Lourdes. Uno de los primeros artículos de este libro, precisamente, hace referencia a las escuelas rurales y es especialmente cruel con ellas: su maestro era el padre de su amigo Pombo. “¡No hablaba mal de mi abuelo específicamente! Es que a don Julio no le parecía bien el sistema”, me dijo ella. Alejado del mar y las playas en las que ejerció de primer nudista, Camba languideció en su vejez sentado en el vestíbulo del Palace viendo el ir y venir de viajeros en un tiempo extraviado. Era ya un hombre en penumbra. Torrente le avisó días después: “Váyase tranquilo, querido Camba, a pesar de este olvido. Así las gastan aquí, donde la indiferencia sobrevive a la muerte, donde el talento es una incorrección imperdonable; pero ya sabe que para todo verdadero ingenio existe un renacimiento. Habrá un mañana para el de usted”.
Cuando se le preguntaba qué aspiración tenía en la vida, Julio Camba contestaba:
-No tener que escribir.
Este libro es lo más selecto del fracaso de Camba.

0 Camba por Ruiz Quintano

[...]Camba, cuya muerte tanto influirá en la de Belmonte, anda en la cara del toro de la muerte como había andado en la cara del toro de la vida: sin aspavientos (sin énfasis). Faenas cortas, a lo Chenel: diez pases de puro poder, y a matar. Tener gracia, llama el público a eso. Sólo es sabiduría.


Pues sí. Me da mucha pereza escribir. Por eso hago artículos tan cortos.

Entre tantos Plutarcos de salón, únicamente “el breve” Camba sabe ver al primer golpe al toro de la República. El Gobierno Provisional nombra fiscal a Angelito Galarza, y Camba le dice aSainz Rodríguez, su mecenas durante la feroz censura republicana:

Esto es una mierda de República, y si todo lo que se les ha ocurrido es nombrar a ese imbécil de Galarza para un puesto de responsabilidad, sabe Dios las tonterías que van a hacer y lo que nos espera.

Camba sólo acepta un premio (el Cavia del 51): prefiere morir de hambre a escribir. Enfermizamente independiente, libre y fumador. No lo veo hoy de tertuliano.

Camba muere de la mano de su sobrina Julia y del director de ABC (su inteligencia gemela) Luis Calvo Andaluz, recibiendo el elogio fúnebre de Ruano, el grande funebrista:

La Muerte lo ha invitado a cenar y el solitario del Palace, como se le garantizaba llevarlo en coche, ha dicho que bueno. Sin pensar que no lo volverían a traer al hotel.


Eso no se hace.
Ignacio Ruiz Quintano
Leer el artículo completo en el blog de Ruiz Quintano, Salmonetes Ya No Nos Quedan

0 Protagonistas Sierra 27/02/2012

0 Guerra para mi cuerpo

Acaba de morirse, en Las Palmas y en la miseria, Francisco Morera García, alias Paco España. Muchas veces se llamó a sí mismo maricón, no homosexual ni gay. Eran otros tiempos. Se lo llamó a él y a otros, cantando, bailando, en verso y en prosa. En alguna ocasión fui testigo. La mayor parte de ustedes no sabrán quién era, porque llevaba siglos retirado de los escenarios marginales que en otro tiempo frecuentó. Tuvo su momento de gloria en los 70, cuando la Transición aún no transitaba, con Franco a punto de criar malvas. Cuando se daba cierta tolerancia, dentro de un orden, y la policía ya no apaleaba a la peña hasta hacerla escupir sangre por ser de la acera de enfrente. Despuntaban tiempos libres y más sanos, con nuevas oportunidades; pero la gloria de Paco España fue limitada y efímera. Excepto entre los del ambiente y algunos noctámbulos del Madrid canalla de entonces, apenas llegó a ser nadie. Y ha palmado siendo menos que nadie. A los 67 tacos de almanaque adobados con alcohol que se extinguieron con él, apenas he visto dedicar, en el más extenso de los casos, unas pocas líneas. Así que me van a disculpar si por mi parte le dedico algunas líneas más. Tengo una deuda rara con él. O con mi memoria. 
Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
Para leer la Patente de corso completa de esta semana

0 1936- 'La Nación' culpa a Gil Robles de la derrota de la derecha


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J.F.Lamada
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lunes, 27 de febrero de 2012

0 Un Macondo made in Pep

Llevamos años oyendo y leyendo el lema casi axiomático de que el Barça es más que un Club. Es por ello que Guardiola lleva tiempo convertido en un chamán mesiánico de la nueva moral que impone la España del catalanismo del todo a 100. Por eso solo él es capaz de quedar como dios tras una rueda de prensa en la que asegura:

-“No ganaremos la Liga, no vamos a atrapar al Real Madrid”.

Que viene a ser como robar un chuletón en el supermercado siendo vegetariano. Todo sea dicho: al margen de la victoria del Calderón la distancia de 10 puntos hace tiempo que nos pareció insalvable. Aunque de no haber sido por el principal delantero del Barça Pérez Lasa , que lleva más goles de falta que Cristiano Ronaldo, los puntos hubieran sido 12, curiosa coincidencia numérica con el número de jugadores que se presentaron en el Calderón para el atraco a las tres preparado para entonces.

El Barça más que un Club es una seña de identidad, un Macondo creado por su fundador Pep Guardiola que ha construido de él un pueblo como se construye una novela total. El Pep Arcadio Buendía ha llegado a toda la sociedad estamental dejado de él semillas en cada una de sus posteriores generaciones. Bien es cierto que el estilo de pisaverdes del de Santpedor tiene clara la toma de contacto en los insignes moc-moc que lo mismo juegan en la selección catalana como que escupen a un delegado de la selección en la celebración de un título con la española, mostrando que los ejemplos de la mala educación de la mala, solo toman tierra si te llamas José tal como suena aunque Sauca te llame Yose, sin apelaciones a ser el padre putativo de un proyecto de moral propia.

Aunque no toda la culpa la tiene Pérez Lasa. Podemos encontrar también una parte de culpabilidad en Simeone, que retrasó el equipo 20 metros en la primera parte para recordarnos los 6 primeros meses del Atleti de Manzano, robo del que nadie se quejó ayer pero del que quizá la parroquia rojiblanca se acuerde si se queda el conjunto del Manzanares fuera de los puestos Uefa o Champions, cosa que ahora sucedería. Por eso la respuesta a la pregunta estilo Bécquer que se plantea el gran Jorge Bustos de La Gaceta de qué es cholismo, es ver clavar a Filipe Luis la mirada en Messi, cosa que el brasileño ha añadido desde anoche en su currículum de Linkedin. Aunque el jugador de balonmano ocasional en que se convierte el portador de camiseta del Che, tenía reservado un último regalo para el pueblo rojiblanco en modo de sacar una falta de listo para hacer el segundo de los azulgrana. Y que Messi sea más listo que alguien dice muy poco de ese alguien.

Horas antes a la hora en la que no sabes si pedir café o ginebra, el Real Madrid tuvo un hueso duro de roer en el Rayo de Sandoval, que si se llamara Marcelo y se apellidara Bielsa, algún tertuliano le había puesto ya de sustituto de Mou. La parroquia pidió expulsión de Ramos –otra- y Cristiano sacando el tacón demostró por que la parroquia ya no le pita y le aplaude.

Total, que la conclusión del fin de semana sigue siendo la de siempre: ganan Madrid y Barça y los árbitros son muy malos. Y que el Madrid tiene cada vez más cerca la Liga tras haber disputado con el Barça del pueblo de Pep o García-Márquez, 32 guerras; tras ellas podemos vislumbrar a los blancos como el cambio de época que se esperaba como el ciclón arrasó Macondo.

Darío Novo

0 La sandalia de Empédocles, Gabriel Albiac (I)

HAY cosas que se han ido acumulando. Demasiadas. Pero la vida es eso: cosas inútiles en torno nuestro; objetos, como recuerdos; con los años, objetos y recuerdos son lo mismo. Un día no estaremos y alguien tirará lo amontonado a la basura. A eso se reduce todo.
Vuelves. Nada te ata a este lugar. Pero vuelves. Tal vez porque, pasada cierta edad, uno sólo sabe ser lo que repite. Alguien, sin cuya eficacia la rutina te sería bastante más trabajosa, ha puesto en tus cosas un orden pulcro que las hace maravillosamente ajenas. Y es casi una ofensa alterar esa diáfana geometría de la casa vacía de ti mismo. Los días pasan sin abrir la maleta. Echas, de vez en cuando, una ojeada al fulgor blanco de la nevera vacía. Tratas de que tus pasos no dejen huella. Es vano pero hermoso vagar, tenue, por las habitaciones, como si no hubieras llegado. No hacer ruido. Tal vez así la vida no se entere de que todo retorna. Y ese todo es un asco.
Fueron una ficción las vacaciones. No queda, a estas alturas, nadie que no lo sepa. Necesaria. Como lo son siempre, para los frágiles hombres, las mentiras. Una puesta en escena de la huida, bajo las peculiares imágenes que para cada uno el anhelo de huir ha revestido. Que da de bruces siempre en el retorno. Bajo una luz letal, aún más que bella, fuiste piedra entre las piedras de Agrigento. Pocos privilegios existen como el de, en la sólida hoguera del sol ámbar, haber entendido, al fin, a aquel hijo de Acragas que deja al borde del cráter del Etna su sandalia y nos lega dos mil quinientos muy triviales años de enigma sobre su vida o muerte. No retornó. Ni a la previsible vida, ni a la no menos monótona muerte. Y eso consuma lo imposible: trocar al hombre Empédocles en mito. Hölderlin lo dibujará, en 1798, con la sutil finura de quien maquina ya su propia, terminal, leyenda con ventana y tal vez fingida locura sobre el Neckar: «Los que no vuelven dicen siempre la verdad». Los mentirosos -todos- retornamos; porque vivir es ir surfeando el labio de la mentira. Y suplicamos, como Hölderlin, a las Parcas un verano más, otra ocasión fatal, para perderla, que es lo único que de verdad sabemos hacer los hombres: «Concededme un verano, ¡oh, poderosas!/ Y un otoño para el maduro canto». Es una excusa. Pobre. Para hacernos perdonar que retornamos. Renuentes al mandato del poeta, que exige el no regreso de allí donde, al fin, se nos dio el sosiego, porque «a los hijos del cielo, cuando han sido demasiado felices, les está destinada una maldición especial».
Gabriel Albiac
ABC-24/08/2009

0 Atlético de Madrid 1-FC Barcelona 2: Messi y Pérez Lasa pueden con el Atlético

El Fútbol Club Barcelona salvó los muebles sobre la campana en el Vicente Calderón, el conjunto blaugrana muy superior en la primera parte, rescató una victoria que se antojaba muy difícil, gracias a un genio llamado Leo Messi y a la inestimable ayuda de Pérez Lasa. Obviar la pillería y genialidad del argentino sería tan absurdo como obviar los errores gravísimos, siempre favorables al Barcelona, que cometió el colegiado vasco. Más allá de los errores específicos, la labor del colegiado siempre dejó ese tufillo a eterna complacencia con el equipo catalán, quizás sea demasiado pronto para la LFP dar por cerrada una Liga carente de interés y competitividad a finales de febrero. Otro de los damnificados por la jornada de ayer fue Simeone, regaló la primera parte reculando de forma grotesca ante un Barcelona que entra como cuchillo en mantequilla ante defensas retrasadas, pero, rectificó en el segundo acto y el equipo tuteó al conjunto catalán. Ayer Simeone debió aprender una lección básica en el fútbol, la valentía siempre tiene más posibilidad de ser premiada que la cobardía.
El primer acto fue un monólogo absoluto culé, el Atlético se aculó de manera inconcebible, dejó la iniciativa del juego al Barcelona que acabó con Alves y Abidal actuando prácticamente como extremos. Pudo adelantar Xavi al Barcelona en el primer minuto, pero su disparo se fue lamiendo el palo. Seguía amasando balón el Barcelona con Fábregas y Xavi muy participativos, mientras el Atlético no tenía plan, se limitaba a cerrar espacios y a improvisar con el balón, ¿el resultado? ni una posesión colchonera más larga de 20 segundos durante los primeros 25 minutos. Sin embargo pudo anotar Falcao tras fallo de Valdés en la salida por alto. No lo aprovechó el Atlético que rápidamente volvía a la cueva. 
Pasaban los minutos y el Calderón percibía el miedo del Atlético, la Caldera acostumbrada a vibrar en los partidos contra el Barcelona, se mostraba silenciosa y resignada ante el previsible desenlace.
Anotó Messi tras asistencia de Alexis, pero su primera pillería de la jornada fue cazada por Pérez Lasa, mano clara, gol anulado y tarjeta para el de Rosario. Lo volvió a intentar Xavi de falta directa, pero se encontró con el mejor Courtois. No se iba a resistir más el gol, una conducción rapidísima de Messi de derecha a izquierda encontró a Fábregas que al primer toque asistió a Dani Alves en boca de gol. 0-1, minuto 36, el Barcelona encontraba el camino, el Atlético era todo dudas, o se reinventaba, o estaba condenado a tirar la toalla.
Pareció desperezarse tras el gol el Atlético, la tuvo Falcao, pero Mascherano rascando abajo y Valdés muy atento desbarataron la ocasión. Lástima no hablar de Arda, Koke o Tiago en toda la primera parte, pero estos se limitaron a ver el balón sobrevolar sus cabezas como cazadores buscando pichones. Era el plan.
La segunda parte comenzó vibrante, encontró el gol Falcao tras saque de córner. Despejó mal Busquets y anotó Falcao en el segundo palo. Rugía el Tigre junto al Calderón, el Atleti estaba en el partido. Tras el gol, el Atlético olió sangre y se lanzó descaradamente a la batalla, apoyados en unos inmensos Adrián y Falcao, el conjunto colchonero comenzó a arrinconar al Barcelona. En ese justo momento apareció Pérez Lasa, inesperado como sibilino, el vasco inició un festival de decisiones favorables al Barcelona. Señaló dos fueras de juego a Falcao y Adrián no sólo inexistentes, sino flagrantemente injustos. Tan sospechoso, tan incomprensible. Volviendo al partido, el intercambio de golpes fue equitativo, Alexis la tuvo de cabeza después de que Courtois se quedara sujetando el larguero. La devolvió el Atlético con Falcao a lo Juan Palomo, yo salto, yo fajo y yo genero la ocasión pero, apareció Víctor Valdés. Se esperaba mucho del colombiano ayer y no defraudó, volveremos al eterno debate de los 40 millones, pero es un delantero gigantesco, se mire por donde se mire. Lucha, abre espacios, genera ocasiones y con un poco más de suerte, encontrará muchas más veces puerta. Bien es verdad que el colombiano es mucho más jugador con Adrián a su lado, ayer el asturiano hizo un partido de bandera apareciendo por todo el frente de ataque, intuyo que Del Bosque no volvió a ver el partido, porque seguir "olvidándose" del asturiano en cada convocatoria es un signo de estar más atento a los sudokus que al fútbol.
Antes de la aparición del genio, otro gol por mano fue anulado al Barcelona, esta vez Alexis se ayudó en el control del balón. Guardiola tocó arrebato sacando a Pedro e Isaac Cuenca, los minutos pasaban y el Barcelona se alejaba aún más del imparable Real Madrid de Mourinho. Pero, todo genio tiene su lámpara y mientras al fútbol se juegue con balón, Messi podrá fabricar lo que quiera. Aprovechó un despiste infantil de la defensa rojiblanca para colocar una falta en la escuadra. Se volvía a adelantar el Barcelona y esta vez parecía definitiva. El gol fue un mazazo para equipo y grada, pero al Atlético aún le quedaron fuerzas para volver a intentarlo. Pudieron hacerlo Juanfran y Gabi, pero volvió a aparecer Valdés para salvar dos puntos. Antes de acabar el partido, Pérez Lasa dio un nuevo espaldarazo al Barcelona obviando un penalty del sospechoso habitual Busquets (recordemos el penalty del clásico copero) por mano clara. No lo señaló el vasco y acabó el partido.
Venció el Barcelona agarrándose a lo que queda de Liga, cayó derrotado muy dignamente el Atlético. El equipo rojiblanco se fue aplaudido y coreado por el respetable, lo que se puede interpretar como un mensaje al Cholo, se puede perder, pero caer con el planteamiento de la primera parte es indigno para un equipo como el Atlético. Marchó Pérez Lasa insultado por el público, tan tranquilo como consciente de que "hizo lo que debía". 
El resultado de la batalla de ayer es negativo para el Atlético, el trascendental partido de Nervión se lo pierden Falcao y Godín. En Sevilla será la próxima cita, ante un enemigo íntimo, el renacido Sevilla Fútbol Club de Míchel espera al Atlético el sábado a las 22.00. Agarrénse, pues vienen curvas.
A.Briega

0 El portero más supersticioso del mundo (II)

Al extravagante Rough no le fue nada mal con ese decálogo. Fue el portero escocés más querido por la afición y tuvo una carrera más que aceptable en el fútbol de Las Islas. Jugó durante tres décadas, defendió la portería delPartick Thistle —con el que llegó a la mítica cifra de 624 partidos—, el Celtic de Glasgow y el Hibernians, ya en la cuesta abajo de su dilatada carrera. Hasta un total de cinco managers diferentes le otorgaron su confianza para formar parte del once titular del conjunto del cardo. Las puertas de la titularidad se las abrió la pésima actuación de Stuart Kenney frente a Inglaterra, encajando cinco goles, por lo que el seleccionador telefoneó a ‘Roughy’ y le propuso ocupar la portería escocesa. Así fue durante varios años y con cierto éxito para el guardameta más supersticioso de todos los tiempos. Tras una actuación memorable —otra vez ante los ingleses, el metro patrón de los escoceses en cualquier competición—, Rough se convirtió en un auténtico héroe para su hinchada que, a pesar de la derrota, le brindó su confianza por sus increíbles paradas. Él, fiel a si mismo y a sus extrañas costumbres, protagonizó momentos realmente curiosos en el partido, como arrancar un trozo de hierba para guardárselo como trofeo, o como saltar tres veces sobre sí mismo para dar un toquecito al poste antes de cada saque de esquina. En el Mundial de Argentina, en 1978, fue testigo de excepción del gol más famoso de la historia para Escocia, el de Archie Gemmill ante Holanda. Sin embargo, la diferencia de goles a favor cortó de raíz la trayectoria de un equipo tan anárquico como alegre, que se ganó la simpatía del público en aquella Copa del Mundo. Cuatro años más tarde, en el Mundial de España, Rough alcanzó su partido internacional número cincuenta con la ‘Tartan Army’, aunque la efeméride no le fue demasiado bien. A pesar de llevar a cabo su famoso decálogo de supersticiones antes de salta al césped, el Brasil de Zico, Eder ySócrates le ‘obsequió’ con un 4-1 lapidario que mandaba a los escoceses de vuelta a casa.
Junto a ídolos como Kenny Dalglish, Gordon Strachan o Graeme Souness, el excéntrico Rough fue uno de los grandes ídolos de la ‘Tartan Army’ en aquellos años. Y sin duda alguna, el jugador más entrañable para los aficionados escoceses. Más tarde, en la fase de clasificación de México ’86, Rough acudiría al rescate de los suyos ante Gales, en Ninian Park, en un choque que se saldó con empate a uno y donde sobrevino la trágica muerte del seleccionador escocés, el venerable Jock Stein, por un infarto. Escocia logró su pasaporte para México en un play-off a cara de perro ante Australia, con Sir Alex Ferguson como seleccionador de emergencia, en un partido donde Rough ocupó la meta de la ‘Tartan Army’ después de que Jim Leighton, el titular, perdiera sus lentes de contacto después de un choque. Rough entró al campo, se sonó la nariz, se santiguó, llevó consigo su vieja pelota de tenis y su llavero con el cardo grabado y fue decisivo para el pase de su equipo. Cuando se retiró, Alan Rough colgó las botas siendo el portero que más veces había vestido la casaca escocesa, un récord sólo superado por Jim Leighton —que no volvió a perder ninguna lentilla— con el paso de los años.
Rubén Uria

0 1936- Victoria del Frente Popular: prensa de las 2 Españas


Hemeroteca del buitre
J.F.Lamada
http://www.intereconomia.com/blog/buitre-me

viernes, 24 de febrero de 2012

0 El portero más supersticioso del mundo (I)

Entrar al campo con el pie derecho, santiguarse, elevar una plegaria al cielo, colocarse las medias del revés, llevar una estampita pegada a las espinilleras o colocarse en el pecho una cruz confeccionada con esparadrapo. Son algunas de las supersticiones más célebres del mundo del fútbol, donde muchos jugadores confían, a pies juntillas, en pequeños rituales que les ayudan a sentirse mucho más seguros de si mismos. Michael Parkinson,periodista y famoso presentador británico, ironizaba con sorna: “Cuando salga al caldero hirviente que será Wembley, no me habré sonado la nariz en diez días, llevaré puestas dos botas del pie izquierdo, el bolso de la suerte de mi mujer y la camiseta fetiche de mi abuelo. Son mis amuletos. Parecerá estúpido, pero eso es lo que va a eliminar de la Copa al Liverpool y al Newcastle”. Fina ironía para describir la superchería, siempre presente, de los héroes del domingo. Delanteros, defensas o porteros siguen convencidos de que existen fuerzas sobrenaturales que resultan decisivas en los partidos de fútbol. El caso real más famoso fue el de Alan Rough. Un supersticioso portero escocés con un sorprendente ritual antes de cada encuentro. Tenía un decálogo tan surrealista como divertido. Y según el propio Rough, efectivo. “Mi ritual era a prueba de bombas, me funcionaba siempre”. Lo llevaba a cabo, minuciosamente, antes de cada partido. Jamás se colocó bajo palos sin cumplir sus diez mandamientos. Ganara, perdiera o empatara, Rough confesaba abiertamente una serie de costumbres que conseguían hacerle sentirse protegido y seguro. Listo para la batalla. “No creo que pudiera jugar a fútbol sin llevar a cabo esos preparativos. Y nada me desanima ni me aparta de ello, ni siquiera una paliza de siete goles”. El sancta sanctorum de Rough constaba de diez puntos vitales, imprescindibles antes de saltar al terreno de juego:

1.     -No afeitarse la mañana antes del partido.
2.     -Portar un llavero con un cardo grabado.
3.     -Llevar al estadio una vieja pelota de tenis, ya descolorida.
4.     -Guardar en su bolsillo una bota de fútbol en miniatura que cierto día encontró junto a las redes de su portería.
5.     -Colgarse en el cuello una medallita en forma de estrella.
6.     -Debajo de su camiseta negra de portero, llevar un jersey con el número 11, que era la camiseta de su primer equipo.
7.     -Santiguarse tres veces antes de pisar el césped.
8.     -Golpear el balón contra la pared, al menos durante tres veces, justo al salir por el túnel de vestuarios.
9.     -Al acercarse a su portería, introducir la pelota con la mano antes de que diera comienzo el encuentro.
10.  -Sonarse la nariz lo máximo posible con un pañuelo que llevaba, ex profeso, debajo de la gorra.

Rubén Uría

0 Atlético de Madrid 1-Lazio 0: También en Europa, suma y sigue

Si ya en el partido de Roma la tónica del mismo sólo tuvo color rojiblanco, en el día de ayer, la apatía de los italianos y el empuje de los menos habituales en las alineaciones de Simeone, llevaron el encuentro por el mismo camino. Comenzaron los locales dando descanso a Falcao, Filipe Luis, Arda y Tiago con vistas al partido del próximo domingo contra el Barcelona. Eso sí, jugaba Adrián, lo cual es sinónimo de velocidad, paredes, diagonales y peligro constante arriba.

En el primer tiempo, tanto Salvio como Adrián pudieron adelantar al Atlético, pero entre el palo y la falta de puntería del asturiano, el empate a cero siguió hasta el descanso. Desde luego, ninguno de los dos es un nueve puro. En el caso de Adrián, si afina la puntería en los remates en los últimos metros, no tardará mucho en dar que hablar en la Selección, seguro. Su juego de espaldas, sus controles, su velocidad de conducción y sus desmarques son un dolor de cabeza para el entrenador rival. En la segunda parte, lejos de esperar un leve amago de reacción por vergüenza torera lazial, el “equipo B” rojiblanco siguió dominando el partido casi por defecto. Ni mucho menos Gabi y Assuncao son jugadores de creación, pero ante la inoperancia de los visitantes, éstos se adueñaron del balón, y ayudados por Koke y Juanfran cuajaron un buen partido. En éstas, Godín volvió a aparecer con peligro a balón parado como viene acostumbrando en los últimos meses, e hizo el 1-0 en un ajustado cabezazo.

No vamos a decir que esto finiquitó la eliminatoria, porque ésta estaba ya estaba vista para sentencia desde el partido en el Olímpico, cuando el Lazio renunció al balón perdiendo 1-2 en casa. Lo que sí hizo el gol de Godín, fue dar muestras de una eliminatoria ampliamente desigual. Quién diría que iba a transcurrir así la eliminatoria cuando salió el sorteo en su día. Por tanto, el partido continuó hasta el minuto 90 con un ritmo algo más anodino, aunque en todo momento el dominio del balón fue colchonero. Es importante, también, sacar conclusiones más allá del rival que tuviera anoche el equipo español, puesto que la eliminatoria no tenía historia alguna ya. Y una de ellas debe ser la falta de contundencia arriba. El Atlético llega bien, es vertical, y crea peligro. Pero ayer en el Calderón, como en Santander y Gijón, tuvo oportunidades de sobra como para haber cosechado un resultado mejor. Ante un mejor rival, es previsible que las ocasiones no vayan a ser tantas, lo cual exige hilar más fino de cara al gol. Antes de que el árbitro pitara el final, al que se llegó con el citado 1-0, volvió Silvio después de tres meses de lesión, lo que le aporta una nueva e importante solución a Simeone en la banda derecha.

Luis F.V.
 

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