domingo, 22 de julio de 2012

0 Lo que todo el mundo debería saber acerca del conflicto de la minería del carbón en España ( y XI)


EPÍLOGO: EL FUTURO.
No existe esperanza. Más allá de si los mineros ganan o no esta batalla, que creo que la perderán porque tal y como están las cosas ni en Bruselas ni en Berlín nos van a dejar seguir tirando el dinero, la guerra está perdida. Las minas se cerrarán en 2018 sí o sí. Aunque como he dicho y dadas las obligatorias reducciones de ayudas los cierres serán masivos a partir del 2014.
En Asturias llevamos décadas con lo que yo llamo el “espíritu del petromocho”.
El PETROMOCHO es esa eterna esperanza de los asturianos en la llegada de un gran empresa que monte una gigantesca fábrica que de trabajo a miles de personas y que ahí se acabe nuestra decadencia.

Asturias vivió un frenético crecimiento en los años 50 y 60 con la llegada de ENSIDESA (hoy Arcelor-Mittal) y sus gigantescas acerías y los asturianos esperan una nueva ENSIDESA. En ENSIDESA trabajaban en sus tiempos dorados 25.000 personas, hoy trabajan (en Arcelor-Mittal) 5.000 y producen más acero pero ni aún así la empresa se va a quedar en Asturias. Fabricar acero no es muy complicado y la mano de obra en Brasil, por ejemplo, es mucho más barata.
No existe espíritu empresarial ni emprendedor y se odia al empresario y eso no tiene arreglo. Todo el mundo quiere un trabajo seguro “tipo funcionario” (“empleo digno” lo llaman), nadie quiere meterse en aventuras empresariales.
Las minas desaparecerán, el aumento de la conflictividad lo único que va a conseguir es que ningún empresario venga a Asturias y que incluso algunas empresas se vayan. Y en León la perspectiva es peor. Finalmente el tiempo y la baja natalidad harán el resto. A la gente (de fuera de las comarcas mineras) la seguirán engañando con el mito del minero luchador y seguro que algún famosete se hace la foto con los mineros en Madrid.
Mis hijos como los de otros muchos asturianos y leoneses se tendrán que buscar las habichuelas lejos de aquí.
Los hijos, por lo menos bastantes, de los prejubilados segurirán usando las autovías como pistas de carreras para los BMWs que les han comprado sus papás y estos seguirán contando batallitas de su “lucha obrera” a quien les aguante la borrachera.
Toda esta historia se resume en lo que ha sido siempre el socialismo: un arma de destrucción masiva de sociedades, un generador de odios y mentiras. Pero al fin y al cabo ¿Qué importa la verdad?

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