martes, 14 de febrero de 2012

0 Que no daría yo, Rocío, Antonio Burgos (I)

Me ha dicho la luna, niña Rocío, que si amanece y ve que estás dormida, como lo estabas ayer, que no era precisamente el día de la bulería, es que ni tan siquiera embiste el toro de la pena, sino que la vida, rojo, rojo clavel, no ha hecho más que empezar. La larga vida de la inmortalidad del arte. Si no cumplías años, porque como Pastora, como Lola, como Concha, como Juana, las grandes entre las grandes y muy especialmente las diosas romanas de la Bética, paisanas de Escipión, no tienen edad ni tacos de almanaque que lo puedan reflejar, ¿cómo vamos a sacar una platea para ir esta mañana de jacarandas y buganvillas, de magnolios y amapolas a tu debú en el teatro de la muerte?
Faro y viña chipionera, dulce moscatel del malvavisco de tu voz, luz de poderío para alumbrar los vapores de la belleza y que no se pierdan los barcos de vela a la orilla del agua, tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, que lo dudo, niña, otra con tu poderío. ¡Qué tonadillera ni tonadillera! Qué plan, María Quetajo, como decir solías: eso es minimizarte, mirarte con los anteojos puestos del revés, esos anteojitos de marfil del escaparate con cajitas de conchas y caracolas de Casa Lluyot de Rota, por donde antes se veía a la Virgen de Regla y, ahora apareces ya tú a su lado, cantándole, como en el coro de la parroquia de Chipiona, el mismo «Salve Madre» que ahora entonan por ti los rocieros en esas marismas azules donde este año vas a celebrar el día de tu santo.
¡Qué tonadillera ni tonadillera! Cantante, voz de España y de América, que lo mismo tirabas por la veredita verde de los fandangos cabales que te metías en la selva negra de las baladas norteamericanas. Porque no te dio por la ópera, niña, que, si no, hubieras mandado a María Callas a los albañiles. Porque te dio por el flamenco que corría por las venas de tu padre Fernando; porque te dio por la dulzura de las coplas que tu madre te cantaba como ahora nos las dices tú al oído a todos nosotros, desde el dulce sueño de la inmortalidad del arte, a la memoria de este pueblo que te pondrá, y si no, al tiempo, muy por encima de todo. Tú sí que serás La Voz.
Antonio Burgos
ABC,02/06/2006

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