jueves, 23 de febrero de 2012

0 Atrapados en el norte (y VIII)

Los españoles que llegan a Noruega disponen de seis meses para encontrar trabajo. Si pasado ese tiempo no lo encuentran, pueden permanecer, pero solo si tienen dinero suficiente para mantenerse, una cantidad que la ley cifra en 2.200 euros mensuales. En caso contrario, pasan a ser ilegales. A pesar de la norma, las autoridades noruegas no buscan a los inmigrantes sin recursos, más bien lo contrario. Marcos Amano, director de Robin Hood, cuenta que ha acompañado a comisaría al menos a seis españoles que se quedaron sin dinero y se entregaron pidiendo ser deportados. Si lo han conseguido o no, las autoridades guardan el misterio. Solo informan de que "unas cuantas personas, menos de diez, lo han solicitado".
El asunto de los refugiados laborales ha abierto un debate en Noruega. El periodista Sjur Holsen escribía en Bergens Tidende, uno de los periódicos con mayor tirada, esta reflexión: "A los españoles se les puede culpar de ingenuos al venir con la esperanza de encontrar un trabajo sin conocer el idioma. Y sí, hay personas en el mundo que sufren más que ellos, pero la suya también es una forma de necesidad y tenemos que afrontarlo. Si los españoles que viven en la calle consiguen hacernos reflexionar sobre si somos parte de Europa y si la solidaridad es una moneda de uso en la eurozona, se habrá conseguido algo importante".
En enero, sin embargo, la ministra de Trabajo, Hanne Bjurstrom, fue tajante: los inmigrantes europeos que no encuentren trabajo deben marcharse, Noruega no puede atenderlos. La responsable de políticas sociales, vivienda y desarrollo local de Bergen, Lisbeth Iversen, se muestra preocupada por el asunto. Tras una charla en la que menciona los derechos humanos o los suburbios de chabolas de México DF, uno comprende que su duda se reduce a una: ¿debe o no debe Noruega facilitar alojamiento y comida a los españoles que acepten retornar a su país?
Jueves 2 de febrero. Unas 500 personas de veinte nacionalidades asisten a la Feria Internacional de Carreras, que se celebra en un hotel del centro de Bergen. La mayoría de los aspirantes disponen de licenciatura o máster. Paco, José Andrés, Manolo, el malagueño y otros españoles también se presentan con fotocopias de sus currículos.
Trude Drevland, la alcaldesa de Bergen, inaugura el evento. Lleva el pelo cardado y luce un grueso collar con el nombre de su ciudad. "Entiendo que desde vuestros problemas en España esto parezca el paraíso terrenal, pero no es tan fácil", dice más tarde. "Aquí las cosas están reguladas, no estamos obligados a dar ayudas a los españoles. Me da pena verles pasándolo mal en mi preciosa Bergen, pero las cosas hay que prepararlas. No se alcanza el cielo en un día". Marit Warncke, directora de la Cámara de Comercio e Industria, organizadora del evento, es tajante: "No podemos hacer nada por los españoles sin formación que no hablan ni inglés ni noruego. Es trágico que se gasten sus ahorros en un viaje sin esperanza".
Tras la inauguración, los aspirantes desfilan por los estands de las empresas petroleras, firmas de energías renovables, tecnológicas... Los españoles miran desorientados a su alrededor. José Andrés es el primero en desaparecer. Manolo se despide con un "esto no es lo mío". Paco le da sus currículos al malagueño: "Toma, mete uno mío debajo cuando des los tuyos". El malagueño se acerca al primer estand. El entrevistador sonríe: "¿Hablas noruego?".

Carmen Pérez
El País, 12/02/2012

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