miércoles, 15 de febrero de 2012

0 Que no daría yo, Rocío, Antonio Burgos (II)

Eras, eres, seguirás siempre siendo la paloma brava que abrazaba mundos enteros con los vientos de tus alas. Eras, eres, seguirás siempre siendo como una ola de gracia y de entrega a tu gente, que eran todos tus públicos como de la familia. Eras, eres, seguirás siempre siendo un clavel tan encendido que hasta al fuego lo quemabas con tu condición generosa y desprendida:
Cuanto te oigo cantar
sale solo el juramento,
y no me gusta jurar.
Juro por lo más sagrado,
yo juro que la Jurado
le presta la voz al viento
que canta en el olivar.
Olivar de España, niña, aceitunita comía de la pena, huesecito fuera de la alegría: qué ejemplo de lucha nos diste, le diste a todos los que tienen el cuerpo atenazado por el mismo zaratán que te arrebujó y dicen que te ha llevado. Aunque no le eches cuenta a la lengua de la gente, niña, tú sigues con nosotros, tu voz de fe permanecerá en el tiempo:
Dios vino y me alevantó,
cuando el mundo me se hundía
Dios vino y me alevantó,
y ahora le reza mi voz,
que me van a faltar días
para dar gracias a Dios.
Ay, nos han faltado días. Ahora te evoco en esos largos conciertos de tu entrega, guapísima. Un vestido negro, Gilda del amante, amigo en el punto de partida, en los que en la segunda hora estabas con mucho mayor poderío que en la primera, y que en la tercera era ya que no se podía aguantar el arte de tu garganta y corazón en la madrugada del relente de los pueblos de España. Y entonces salías con tu bata de cola, roja como el clavel, con lunares blancos como la ola, y te sentabas en una flamenca silla de enea. En una silla de ver pasar a tu Virgen de la Esperanza Macarena por la calle Sierpes de Sevilla, al lado de tu Rafael de León. En una silla de cuarto de los cabales. Con la guitarra del Niño de Pura eras capaz de meter a compás de bulería hasta la guía de teléfonos de Chipiona. Y por supuesto que tus propias canciones, tu propia memoria, tu propia infancia, la adolescencia de aquella niña de Chipiona que quería ser artista... Aquella evocación de cine de verano, primeros versos de amor y niñas que vuelven tarde a casa que te escribió José Luis Perales:
Qué no daría yo por empezar de nuevo...

Antonio Burgos
ABC,02/06/2006

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