lunes, 20 de febrero de 2012

0 Atrapados en el norte (V)

Los medios de información locales no han tardado en recoger historias de estos nuevos inmigrantes. En un país con apenas cinco millones de habitantes, la noticia ha tenido su impacto. En Bergen (260.000 habitantes), una ciudad próspera donde apenas hay vagabundos (una española que lleva allí años solo recuerda haber visto dos, "el sueco comunista" o "el loco de la bici"), periódicos y cadenas les han dedicado varios reportajes. "Huyeron de la crisis en España, pero la vida en Bergen no es como habían imaginado", dice un titular. O también: "Muchos refugiados del euro viven en la pobreza en Bergen", "La búsqueda de trabajo se convirtió en una pesadilla".
Especial impacto causó el caso de Gonzalo, un madrileño de 34 años grandullón y posiblemente con una depresión que llegó a Bergen a principios de diciembre. Al mes se le acabó el dinero y pasó tres noches en la calle. La imagen de Gonzalo sosteniendo una taza de té con las manos hinchadas hasta lo grotesco fue portada de un periódico. Lo que los noruegos no saben es que Gonzalo llegó tras dejar atrás a su mujer y sus dos hijos. Llevaba tiempo en el paro y hace unos meses sus padres le abrieron una panadería en su pueblo. Pero, por algún motivo, a principios de diciembre Gonzalo intentó empezar de cero bien lejos. Dejó las claves de sus tarjetas del banco y una nota en la que pedía que no le buscaran, se iba a buscar trabajo. El día en que posó para el periódico noruego estaba en las últimas. Pasó aquella noche en casa de Mauricio, de Robin Hood, que se apiadó de su estado. A la mañana siguiente apenas podía levantarse y el ecuatoriano llamó a una ambulancia. Gonzalo fue hospitalizado con síntomas de congelación. Estuvo ingresado doce días. Su familia le pagó un billete de vuelta a Madrid hace ahora dos semanas. Las tres últimas noches en Bergen las pasó en casa de una pareja de jubilados que leyeron su caso en la prensa.
"Nunca había visto una situación tan angustiosa en Noruega", dice Astrid Dalehaug Norheim, una de las periodistas que ha cubierto este asunto en el periódico Vårt Land. "Me recuerda a una visita que hice a Moscú durante la crisis de finales de los noventa, cuando los rusos de las zonas rurales empezaron a emigrar a las ciudades buscando trabajo, pero acabaron arruinados en albergues". El testimonio de Tuna, una de las empleadas de la Cruz Roja de Bergen, muestra cómo están viviendo el caso algunos noruegos: "Antes venían por aquí sobre todo polacos, pero de pronto han empezado a llegar españoles. No tienen comida ni trabajo y piden ayuda. Da miedo. Noruega está muy cerca de España, que es nuestro país de vacaciones. Para los refugiados políticos sí tenemos ayudas, pero no para no para quienes vienen de forma voluntaria. Los que trabajamos en esto no estábamos preparados".
Carmen Pérez
El País, 12/02/2012

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