lunes, 20 de febrero de 2012

0 El Yucatán de Lara Zavala, Carlos Fuentes (I)

La relación entre novela e historia se da, en ocasiones, con la inmediatez de la actualidad. Es el caso, por ejemplo, de Los de Abajo de Mariano Azuela (1915) escrita en y desde la turbulencia de la Revolución Mexicana y, en cierto modo, de La Sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán, prácticamente contemporánea a los hechos y personajes del callismo.
Otras veces, la historia sólo admite la ficción gracias a la perspectiva. La Revolución Francesa no tiene novelistas inmediatos. Había que esperar a Balzac y Stendhal. Nadie eleva a ficción la Revolución de Independencia Norteamericana, que temáticamente da sus mejores obras en el siglo XX, con Howard Fast: Los invictos y El ciudadano Tom Paine. Tolstoi escribe los eventos de la invasión napoleónica de Rusia (1812) en 1865. Stephen Crane escribe la mejor novela de la Guerra Civil Norteamericana, La roja insignia del coraje, en 1895.
El siglo XIX mexicano, tan tumultuoso y hasta caótico, produjo novelas de su tiempo y evocaciones de otros: Riva Palacio, Rabasa, Payno. Dos recientes obras mexicanas nos ofrecen una perspectiva renovada, con gran brío e imaginación. En La Invasión (2005) Ignacio Solares da la experiencia de la guerra de 1848 y la ocupación norteamericana de la ciudad de México con un contrastado sentido de luces y sombras, efectos y defectos. La modernidad del relato consiste en que el narrador narra los eventos varias décadas más tarde, en la madurez y durante el porfiriato, dándole a la obra la requisita incertidumbre: esto es ficción, no es historia. Como la novela la escribe un autor contemporáneo a nosotros (Solares) resulta que La Invasión posee tres niveles de temporalidad: lo vivido en 1848, lo recordado durante el porfiriato y lo narrado hoy.
Carlos Fuentes

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