miércoles, 22 de febrero de 2012

0 Atrapados en el norte (VII)

Jueves 2 de febrero. 12.45. Unas 20 personas esperan el reparto de comida en la iglesia Korskirken, en el centro de Bergen. Nieva. Algunos llevan media hora en la calle y empiezan a notar cómo se adormecen las puntas de los dedos de los pies. En el reparto hoy hay un poco de todo: plátanos, queso e incluso paquetes con sushi. Comida a punto de caducar de tiendas y restaurantes. "Nos vamos a quedar tontos de comer comida caducada", bromea un español... "¿Algún programa de televisión español ha animado a la gente a venir a Noruega?", pregunta curiosa Norum Noremark, coordinara del reparto.
Algunos de los españoles recién llegados a Noruega tienen sentimientos encontrados respecto a su situación. Se sienten observados con recelo por los compatriotas que ya estaban allí, pero ellos mismos ven problemático que lleguen más. "Si no saben noruego, mejor que no vengan", dice Susana, una camarera alicantina de 37 años que minutos más tarde cuenta exasperada que otra española le aconsejó que se volviera a España por no hablar noruego. "O sea, que tú si puedes y yo no, le dije". Susana llegó en noviembre junto a su amiga Sissy, ecuatoriana, compañera de trabajo en un bar de Alicante cuyo dueño dejó de pagarles. Juntaron 4.000 euros y se compraron sendos billetes de avión. En Bergen comparten habitación (cuesta 780 euros) y penurias. El primer empleo lo echaron a cara o cruz; había trabajo para una sola. Ahora limpian por 18 euros la hora donde les manda una empresa que les ha hecho un contrato de seis meses por tres horas al día más sustituciones. Insuficiente para mantenerse, pero sienten que han dado el primer gran paso. "Hemos tenido suerte", repiten.
Los empleos que encuentran los españoles sin titulación son, sobre todo, de lavaplatos y limpiando, casi siempre por medio de ETT. Los sindicatos están alertados de que a algunos les hacen trabajar más horas de las que figuran en su contrato. "Me pagan tres, pero me dan tarea para cuatro o cinco horas", dice un español que no quiere ser identificado. "Dicen que el problema lo tengo yo, que soy lento".
Después de varios meses dando tumbos ("salticos", dice él), Paco ha conseguido trabajo, aunque no tiene contrato. Le pagan por horas, unas cuatro al día: limpia de madrugada el McDonald y otros negocios. Ha alquilado una habitación a cuatro kilómetros del centro, va siempre a pie para ahorrarse el transporte. Gana lo justo para mandar algo a casa y devolver a sus padres la ayuda, el alquiler y tabaco. "Llevo aquí cinco meses pero tengo la sensación de llevar años", dice, aunque acto seguido te sorprende con un "pero no quiero dar una imagen demasiado positiva. A mí me ha ido bien, pero otros españoles que han venido este invierno lo han pasado fatal y se han tenido que volver".


Carmen Pérez
El País, 12/02/2012

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