jueves, 9 de febrero de 2012

0 Palabras como chicles, Francisco Rodríguez Adrados (III)

Mal síntoma tanta confusión interesada, procedente de una campaña que usa la lengua como instrumento político. Un pasado inexistente se usa para propiciar un futuro. Y hay muchos que se suman de un modo u otro a la confusión. Pero entregar trozos nuevos de semántica es entregar, a la larga, trozos nuevos de soberanía.

La «cultura» es otra palabra de fronteras artificialmente confusas. Era el «cultivo» de la mente y el carácter, había hombres cultivados o cultos. Por varias circunstancias resulta que en «cultura» las enseñanzas regladas, digamos, ya apenas caben. Entran las artes, sobre todo en relación con el espectáculo. Y más que los grandes escritores, entran los actores y directores, a ser posible con un tinte progre. «La cultura» tiende a hacerse una especie de guía u ortodoxia. Un instrumento.

La verdad, el destino de esta palabra es preocupante: cada día se vacía más de contenido, cada día se aleja más de nuestra gran tradición. Salvo para centenarios, festejos, premios y varias frivolidades. El trabajo de creación intelectual y de las Humanidades, unido a la crítica, a la historia y al pasado, queda en la sombra. Este concepto de «cultura» va uniéndose al de «lo correcto» o a una parte de ello. Lo «políticamente correcto» es, como el «género» y otras varias cosas, imitación de cierto progresismo americano. O sea: un cierto pensamiento, que no tengo espacio para describir, pero que ustedes adivinan, es el correcto. Una vez más, un grupo se coloca en el centro, el que discrepe se hace marginal. Con solo cambiar el sentido de una palabra.
Francisco Rodríguez Adrados
ABC/24.11.2004

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