Todas las miradas apuntan al fútbol. No en vano, un estudio realizado la pasada temporada por la Diputación Foral de Biz-kaia alertaba ya de que en el 15% de los partidos disputados se habían producido actos de violencia y la propia institución foral, en unión con la federación de fútbol vizcaína, lanzó una campaña mediante la cual los árbitros portaron unas camisolas con la leyenda "No a la violencia" después de algunos casos de agresión. Celino Gracia Redondo, exárbitro internacional, reconoce que "en estos partidos escolares, de niños, he escuchado insultos muchos más graves que los que he oído en los campos de Primera División". "Mi hijo también jugó en categorías inferiores en el Zaragoza y yo trataba de aislarme del entorno general. Me iba a una esquina porque aquello había veces que era insoportable y además siendo árbitro en activo, imagínate lo que podía ser aquello...". "Lo que tengo claro", añade, "es que un chico de 10 años no tiene maldad en el campo y que tranquilamente podrían jugar sin árbitros. Es el entorno, mayoritariamente el familiar, el que pudre esa situación. Eso está claro".
No está tan claro ni que el fútbol, por mayoritario y por deporte de contacto, sea el más peligroso, ni que el niño no aporte maldad alguna al ejercicio del deporte. "Es curioso que en un deporte como el tenis se produzca un grado de antideportividad, y a veces de agresividad, inesperado", dice Fernando Gimeno. "Hay que tener en cuenta que en ese deporte, por ejemplo, a nivel escolar no hay árbitros. Hay uno general que se pasea por las distintas pistas y son los propios jugadores los que se autoarbitran. Pues bien, la antideportividad es generalizada en el análisis de cada jugada. Y la intervención del entorno [léase padres o entrenadores] no suele resultar aleccionadora, según hemos podido estudiar, y alcanza en ocasiones a la agresividad o la ley del más fuerte".
"Todos hemos sido testigos de la violencia de los padres en este tipo de situaciones", afirma Victor Urrutia, director del estudio del Gobierno Vasco "y está claro que mediante la extensión del deporte se están filtrando elementos que alteran el deporte formativo, el deporte como compendio de valores". "Un concepto de tanto valor en la vida como es la competitividad, en el deporte se pervierte y se convierte en una causa de generación de violencia", señala. "¿Y por qué no la cooperación, como valor deportivo?", se pregunta Víctor Urrutia, "¿por qué la competitividad trufa ese posible sentimiento en un deporte colectivo, y por tanto solidario, especialmente el mayoritario fútbol? No hay duda de que esta encuesta ratifica una impresión generalizada y pone de manifiesto que si en la competición escolar se genera cualquier tipo de violencia, estamos ante un hecho preocupante y es un toque de atención a los padres, porque el entorno familiar es el primer asentamiento de la personalidad".
Recuerda el director del Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco la última película de Roman Polanski, Un Dios salvaje, en la que unos padres se reunen para analizar y resolver la brutal pelea entre los hijos de ambas parejas y acaban enfrentándose en una pelea mucho más brutal.
María Ruiz de Oña es la psicóloga del Athletic y aporta una línea más al debate. "Venimos observando últimamente que hay muchos padres que no quieren que sus hijos jueguen al fútbol, precisamente por esa imagen violenta que transmite". Son los padres no hooligans. Una versión que corrobora también Gimeno al reconocer que sin el voluntarismo de algunos padres "no habría deporte escolar especialmente en zonas rurales, donde la organización de eventos es más dificultosa". El deporte escolar, no obstante, vendría a ser como el reflejo en miniatura del deporte espectáculo de los grandes acontecimientos. "Basta ver la actitud de algunos padres cuando le cambian de puesto a su hijo o le relevan por otro muchacho. Es la fotografía en blanco y negro del gran deporte en color. De ahí a la agresividad verbal no hay más que un paso. Cada vez vemos más alevines que no llegan al deporte con la idea de pasarlo bien, sino de ganar", señala Ruiz de Oña.
Eduardo Rodríguez Álvarez
El País 10/12/2011
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