Recuerdo que el año pasado empezaba la crónica del año hablando de la “consabida crisis”. Pues sí, desgraciadamente este año ésta no ha hecho otra cosa que acrecentarse. Tanto que, en nuestro país, el Gobierno se vio obligado a adelantar las Elecciones Generales al 20 de noviembre, en las que arrasó la oposición. Pero vayamos por orden, y volvamos atrás para recuperar en el tiempo el desastre que sufrió Japón, un pueblo tan trabajador como sufrido en la historia de la humanidad. En este caso, este desastre no se le puede achacar a nadie, cosa que no ocurrió en agosto del 45. Entonces, quien hundió a los japoneses impunemente fue Estados Unidos de la mano del comunismo. Conviene recordarlo.
Siguiendo con los americanos, en este 2011 apareció el trofeo de guerra más buscado por ellos, el cadáver de Bin Laden, cerebro de la masacre terrorista islámica del 11 de septiembre. Precisamente, y hablando de islámicos, también estuvo caliente la cosa en las llamadas “revueltas de la primavera árabe”. Parece ser que, entre los mandamientos de esta gente, está el de no parar de armar follón. Por unas cosas u otras, cada año siguen creando problemas dentro y fuera de los países islámicos. Me pregunto si, por ejemplo con el cristianismo, hubiera habido tanta comprensión y paciencia en su lucha por la fe. Claro, ellos no son inquisidores, ni cruzados, son simples terroristas suicidas.
Dejando el tema religioso a un lado, aunque no muy lejos ya que la ETA nació en un seminario vasco, de nuevo otro año los terroristas secesionistas son noticia en un anuario de España. Eso sí, en este caso por algo muy distinto, el anuncio de su alto al fuego definitivo. Por ser escueto y claro en mi exposición a este respecto, diré que ellos tienen lo que quieren. A casi mil muertos, con sus correspondientes familias destrozadas, por cometer el delito de ser españoles; representación legal y legalizada en las instituciones (incluido Grupo Parlamentario propio en el Congreso bajo un partido cuyo nombre no me voy a molestar en escribir); y 314 delitos impunes de lo 782 que han cometido desde la amnistía del 77. De éstos, 134 han prescrito ya. Es decir, han ganado, han salido a hombros de la democracia española, que sigue haciendo creer a no sé quién que no ha habido cesión ni precio político ante estos indeseables. Yo sí creo que ha habido cesión, y tampoco lo olvido.
Si nos vamos a la parcela económica, llegaremos donde he empezado a escribir tres párrafos más arriba, y donde también terminé hace doce meses: la crisis. A nadie se le escapa que esta crisis afecta a todos, por lo que es lógico que exista reacción en la sociedad. A partir de ahí, el día de San Isidro, la madrileña Puerta del Sol se despertó abarrotada de miles de jóvenes hartos, “indignados”. Gente organizada en todo el mundo rebelada contra el sistema, que ni les ofrece oportunidades ni les aporta soluciones. Lo entiendo, claro que lo entiendo. Seguramente, ahora más que nunca existe una juventud preparada y formada, en España desde luego. Nuestros técnicos, nuestros ingenieros recién licenciados, se los rifan en las empresas más importantes de fuera, y, sin embargo, dentro de nuestras fronteras los licenciados y másters engrosan las alarmantes listas de paro.
Pero señores, pongamos los pies en el suelo. Y digo los pies, no la almohada, que a algunos de éstos parece que les encanta todo aquello que se aleje de la higiene personal. Sepamos por qué, cómo, cuándo y contra quién protestamos. Sepamos ni estamos siendo viles objetos de una maniobra política. Sepamos si los que están a nuestro lado protestan por lo mismo o vienen a hacer botellón, y sobre todo tengamos la suficiente personalidad para no agachar la cabeza ante las modas. Yo también soy joven, yo también sufro la crisis, yo también me rebelo. ¡Pero más todavía! Yo me rebelo contra la corriente de que todos tengamos que ir a la Universidad por que sí. Yo me rebelo porque no existe una formación media, de oficios y formación profesional, lo suficientemente amplia como para que la salida laboral de la Universidad no sea un auténtico embudo. Yo me rebelo contra las organizaciones juveniles y estudiantes porque, ni las llevan jóvenes ni las llevan estudiantes, y lo único que hacen es política. Yo me rebelo contra los propios políticos, porque todavía no me creo que meter un papelito de una lista cerrada en urna cada cuatro años me haga más libre, ni sea lo más justo. Y sobre todo, sobre todo, me rebelo contra la verdadera crisis que sufren los jóvenes hoy en día, que es de valores.
Crisis, sí, pero de valores. Porque es una pena que, cuando más formados estamos, cuando más idiomas se hablan, cuando más ramas se dominan, parece que no existe más allá de las modas, de la tele, de lo material. Porque cada vez es más difícil encontrarse a jóvenes sin complejos, sin complejos de verdad, y para eso no hace falta ni hacerse trenzas ni dormir en la calle. Para eso hace falta conocer a los tuyos, respetar a tus padres, creer en la familia, conocer y admirar tus raíces, tu suelo, tu tierra, tu cultura, tu lengua, tu gente, tu tradición. Para eso hace falta tener orgullo, ilusión, verdadero interés cultural y no cultureta, leer, escuchar, aprender. Ahí están humildes y enormes aportaciones, como la que hace este blog haciendo una increíble bitácora histórica de lo que publicaban los medios de comunicación de nuestro país en los años 30.
De esa forma, así, es como se puede conquistar el futuro, conociendo el pasado. Sólo siguiendo las publicaciones de este blog, se entienden perfectamente los últimos 70 años de España. Como dijo aquel, yo quiero una España “alegre y faldicorta”, de jóvenes formados y con formación que no se avergüencen de lo suyo, de lo propio, sino que se acerquen y tengan ganas de contarlo. Que España es mucho más que un territorio geográfico lleno de empresas que nos podrían dar más y mejor trabajo. España es un país con todas las letras, de siglos y siglos de historia. Es el bastión de Occidente, es la cruz de Santiago. Es tierra de conquistadores, de gente noble leal, de sonrisas y de burlones, de luchadores sin igual. Y no, no, esto no nos da trabajo, no nos da de comer. Pero cuidar y respetar lo nuestro se lo debemos a los que estuvieron y a los que vendrán, nosotros estamos de paso, pero el suelo permanecerá. Si lo hacemos, si recuperamos esto que digo, el día que no haya crisis económica, que tengamos un trabajo a nuestra altura, entonces no seremos grandes, entonces seremos eternos.
Luis F.V.
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