Catalogado como uno de los delanteros con más futuro del mundo, Mario Balotelli vivió una relación de amor-odio con el entrenador del Inter, José Mourinho. Nada más llegar, el luso puso el acento en la enorme calidad de su delantero y en las prestaciones que podía darle al equipo si mantenía la cabeza sobre los hombros. No fue así, porque Balotelli tuvo la cabeza en todos los sitios, menos donde reclamaba un entrenador tan ganador y profesional como Mourinho. Prueba de ello, uno de sus episodios más grotescos y disparatados, cuando fue detenido por los carabinieri por ir disparando a los transeúntes con una pistola de juguete mientras conducía su lujoso Audi por la ciudad de Il Duomo. O aquella bronca pública con el capitán de la Roma, Francesco Totti, al que llegó a decirle: ‘Abuelo, estás acabado’, defendiéndose de una presunta provocación anterior de tipo racial, según versión de Balotelli. Su futuro en el Inter se truncó cuando Mourinho intentó enterrar su carácter infantil a base de mano dura. Cansado del díscolo ‘SuperMario’, Mou le instó a trabajar más y hablar menos. El conflicto abierto se agravó cuando Balotelli acudió a Striscia la notizia, un programa satírico Canale 5, propiedad de Silvio Berlusconi. El presentador entregaba un premio a ‘SuperMario’ y una camiseta del Milán. La sorpresa llega cuando Balotelli, de golpe y porrazo, decide colocarse la camiseta del Milan, enemigo acérrimo del Inter, el equipo que le paga. Toda Italia sabía que Balotelli siempre se había declarado seguidor rojinegro, pero la estampa del delantero del Inter con la elástica de los de Berlusconi provoca sarpullidos en la afición interista, que reniega de su estrella. Todo empeora cuando Balotelli, según varios periódicos locales de Milán, apaga el fuego con gasolina: tas una acalorada discusión con Mourinho en el vestuario, ‘Locatelli’ hace honor a su apodo y se dedica a cantar, en voz alta y con aspavientos, en la cara de su entrenador, el himno… del Milán.
Decenas de pancartas con el lema ‘traidor’ pueblan las gradas del Giusseppe Meazza y Mourinho le hace la cruz. ‘Mario tiene un carácter que le hace perder el respeto por los demás’. La atmósfera se vuelve irrespirable cuando el delantero, en su enésima salida de pata de banco, vuelve a arremeter contra su entrenador: ‘No pienso pedirle perdón por nada de lo que he hecho o dicho’. Sólo 24 horas después de su órdago, el Inter publica un comunicado oficial donde Balotelli, apartado del equipo y fuera de las convocatorias, se desdice y pide, por primera vez (y quizá última), perdón. ‘Me disculpo por la situación. Soy el primero en sufrir por ello porque adoro el fútbol y querría jugar. Ahora espero en silencio para poder volver a ser útil a mi equipo’. Mourinho le devolvió a la disciplina de grupo días después, pero el club ya sabía que tenía una bomba de relojería en su vestuario. Y detonó en semifinales de la Champions, donde el Inter derrotaba al Barça, en una noche en la que Balotelli entró cuando restaban quince minutos para el final. Después de perder un par de balones absurdos, la hinchada comenzó a increparle y ‘Locatelli’ respondió a su manera. Cuando acabó el partido, se quitó la camiseta del Inter y la tiró al césped. El gesto, recogido por todas las cámaras, provocó la reacción de Marco Materazzi, capitán interista y uno de los jugadores más sucios y violentos del Calcio, que persiguió a Balotelli hasta los vestuarios, con el ánimo de agredirle, por su comportamiento ante la afición. ‘Jamás vi tan fuera de sí a Marco (Materazzi), creímos que iba a matar a Balotelli’. El asunto se zanjó con una frase lapidaria de Mou: ‘Este chico, Balotelli, ha perdido la cabeza’. Sus días en Milán estaban contados. Había que traspasarle como fuera. No los jugadores ni Mourinho querían saber nada más de sus faltas de respeto continuas. Entonces apareció el Manchester City. Un nuevo rico que, a golpe de talonario y petrodólares, estaba dispuesto a ser una Torre de Babel fastuosa, una colección de cromos capaz de aspirar a ganar la Premier League. Un ejecutivo del City sondeó el mercado y levantó el teléfono para preguntar al nuevo dueño, el magnate Mansour bin Zayed Al Nahyan, máximo accionista del Abu Dhabi United Group. El jeque fue explícito: ‘¿Balotelli? Nos lo quedamos’. Y se lo quedaron, por 28 millones de euros.
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