Días después del incendio en su residencia, sita en Mottram St. Andrew, un residencial de lujo en el barrio de Cheshire, los vecinos detectaron la sospechosa actividad de un individuo que tenía ‘una pinta muy rara’ y que estaba sacando electrodomésticos de la casa, metiéndolos en el maletero de su coche. Llamaron a la policía y los agentes se presentaron de inmediato en el barrio. Cuando procedieron a la detención del sospechoso, la policía se llevó una buena sorpresa: el presunto ladrón era… Mario Balotelli. Había vuelto a su casa y estaba salvando algunas de sus pertenencias después del incendio. La confusión, por supuesto, fue primera plana de los diarios al día siguiente. Así que tras el fuego en su casa –él no quería, ‘fue un amigo’– tras convertirse en un poco creíble paladín mediático de la lucha contra los incendios y tras ser confundido con un ‘caco’, Balotelli zanjó la semana con un mensaje a la prensa. Lo hizo con una declaración de intenciones, una reivindicación, un desafío público para sus detractores. En un contexto sagrado (el césped), el punta del City volvió a demostrar que no sólo se siente único y especial, sino que no está dispuesto a cambiar, ni a enterrar su peculiar carácter.Friedrich Hebbel dijo que en este mundo ‘hay personas que se consolarían hasta del fin del mundo, con tal de que ser ellos los que pudieran anunciarlo’. Balotelli es ese tipo de persona. Después de que su equipo humillara al Manchester United en el derbi (1-6 en OldTrafford), ‘SuperMario’ dejó su huella tras marcar un gol y festejarlo, como si el mundo le debiera dinero, con una leyenda esclarecedora bajo su camiseta: ‘Why always me?’ (‘¿Por qué siempre yo?’).
Pues porque Balotelli tiene un don innato para estar en el sitio equivocado, a la hora equivocada y con gente equivocada. Como en junio de 2011, cuando ‘simplemente por curiosidad’, agrandó su leyenda urbana y su currículum de escándalos al visitar el barrio de la Scampia, en la periferia de Nápoles. Su visita acabó en el servicio de inteligencia italiano, que reportó un informe que decía así: ‘El jugador del Inter, Mario Balotelli, visto en Scampia con dos conocidos mafiosos, Salvatore Silvestri y Biagio Espósito’. Los carabinieri realizaron sus pesquisas y el asunto salió a la luz pública, aunque su agente Mino Raiola (famoso por sus gases verbales) se esforzó en disculpar la actitud de su representado: ‘No sabía con qué gente estaba charlando y tirándose fotos, claro’. Esa ‘gente’ son dos archiconocidos capos de la camorra napolitana, perseguidos por las autoridades. La versión de ‘Locatelli’, faltaría más, no tuvo desperdicio: ‘Hace poco había visto la película Gomorra y pensé que sería una buena idea pasarme por allí para ver qué pasaba en ese lugar. Al poco tiempo yo mismo pedí que nos fuéramos porque me di cuenta de que la situación podía ser peligrosa’. Otra situación comprometida llegó el día que el City conquistó la FA Cup ante el Stoke City (primer título celeste en 35 años), cuando Balotelli correteaba feliz por el césped de Wembley, despojado de su camiseta, con un repertorio de gestos y bromas a sus compañeros. Un periodista de la televisión británica le detuvo, a pie de césped, para recoger sus impresiones después de ganar su primer título en Reino Unido. ‘Locatelli’ fue directo al grano: ‘No he jugado nada bien esta temporada y hoy lo he hecho para el equipo. Podría decir que toda mi temporada ha sido una puta mierda ¿podría decirlo, verdad? Sí, una mierda’. Atónito, el periodista devolvió la conexión al plató y la cadena que poseía los derechos recibió cientos de quejas telefónicas por el lenguaje soez empleado por el italiano. Cuando le pidieron que rectificara los tacos que había empleado para definir su temporada, Balotelli entró en combustión: ‘¿Excusas, tengo que pedir excusas? Pedir perdón no sirve para nada’. Y no sirvió para nada porque, a pesar de la irritación de parte de la audiencia inglesa, ‘SuperMario’ se negó a excusarse.
Rubén Uría
Jot Down/Diciembre 2011
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