Con la resaca del clásico aún latente cabe preguntarse si los mantras repetidos por el barcelonismo son correctos. La afición culé repite una y otra vez el discurso oficial del barcelonismo: "Más cantera, menos cantera" en clara alusión y cierta mofa a los derroches de la Casa Blanca. Sin embargo, cosas del destino, el clásico del sábado fue una oda a la inversión blaugrana. Primero fue ese pequeño diablo venido desde Udine llamado Alexis Sánchez el que reventó la defensa madridista, aprovechó los espacios que deja el huracán Messi a su alrededor, e inyectó al Barcelona un plus de esa garra tan propia del "Cono Sur". Guardiola en sala de prensa se rindió al chileno, al tiempo que condenaba a Villa a vivir un panorama ciertamente desolador, el asturiano parece el gran damnificado de la irrupción de Alexis y de la otra gran inversión millonaria del Barcelona: Cesc Fábregas. Si bien en el caso del jugador de Arenys cuando partió a Londres, había cierto compromiso de retorno, el club catalán tardó nada menos que tres años en convencer al tenaz Wenger de que el joven quería volver a su casa. Tres años más 40 millones de euros, todo sea dicho. Con todo y con esto, el chico demostró llevar el ADN Barça en la sangre, marcó, dirigió y mareó al Real con sus socios de cuna, Andrés y Xavi.
En el otro bando, la cosa no fue igual, las inversiones veraniegas madridistas, o bien ni asomaron por el terreno de juego, caso de Varane, Callejón, Sahin y Altintop, o bien dejaron un tufillo a cierto "comisionazo". Saber que Coentrao costó solo 10 millones menos que Cesc o Alexis es sonrojante para la parroquia blanca, la cual mira con incredulidad como juegan en Manchester dos pequeños con un talento descomunal: Silva y Agüero. En un clásico lleno de clichés tanto para unos y para otros, al fin y al cabo, decidió la cartera.
A.Briega
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