Lo que pasó en el partido fue muy sencillo, el equipo de Segunda B perdió el respeto al supuesto "grande". Le tuteó en el primer minuto cuando Víctor Curto se aprovechó de una pérdida de Paulo Assunçao, para colocar un potente derechazo pegado al palo. Se adelantaba el Albacete, el Atlético tenía 89 minutos para igualar o superar la eliminatoria.
Después del gol se sucedieron los mejores minutos del Atlético, primero Godín a la salida de un córner, después Adrián tras un fallo garrafal de la zaga albaceteña, pudieron poner el 1-1 acortando distancias en el global de la eliminatoria. Pero no ocurrió y el equipo de Manzano comenzó a caer preso de los nervios y del atenazamiento. Salvo Diego, el resto del equipo se vio superado por las circunstancias, mientras, el Alba apoyados en Calle comenzaba a generar peligro a la contra. En una de esas contras Curto pudo redondear una actuación brillante, pero no tuvo la paciencia necesaria ante Sergio Asenjo. Perdonó la sentencia el Albacete, pero el Atleti estaba muerto a falta de los solemnes fastos de final del partido.
Tras el descanso, el Albacete convencido de que estaba ante un cadáver delante, probó a Asenjo. Tete en dos ocasiones, Calle y Torres erigieron al guardameta rojiblanco como el mejor del partido por parte local. El Atlético sólo generaba cierto peligro a balón parado...pero el reloj empezaba a apretar la soga del Atlético.
El Albacete pareció saber de antemano que el Atleti no podía, ni sabía voltear el marcador y se limitó a saborear el triunfo, sonado, merecido y justo.
Acabó el partido con la algaravía visitante. Frente a una desmesurada alegría albaceteña, la parroquia colchonera caminaba en silencio, consciente del ridículo perpetrado, del nuevo insulto a la historia.
Ahora todo está derruido, presumiblemente se volverá a construir un proyecto deportivo con toda velocidad. Pero la casa está hecha de pladur. Sus 2 arquitectos están más pendiente del precio del material y del proveedor que de la calidad de la construcción. El nuevo guardián de la casa será el enésimo parapeto, servirá hasta que otro temporal se lleve por delante la casa. Mientras, sus peones, perfectamente conscientes de que están en una empresa al borde de la quiebra, se limitan a llegar, ver e irse. Nadie quiere saber nada de esta pobre construcción...salvo su cansada afición, la cual una y otra vez ve como son engañados...por sus dos arquitectos.
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