En el otoño de 2004
Page y Brin anunciaron formalmente el programa Google Print (que mas tarde
pasaría a llamarse Google Book Search) en la Feria del Libro de Frankfurt, un
evento que desde los tiempos de Gutenberg ha propiciado la principal reunión
anual de los editores. Más de una docena de editoriales comerciales y
académicas han firmado acuerdos de asociación con Google, incluidos nombres tan
prestigiosos como Houghton Mifflin, McGraw-Hill y las editoriales
universitarias de Oxford, Cambridge y Princeton. Cinco de las bibliotecas más
pretigiosas del mundo, incluidas la de Widener de Harvard, la Bodleian de
Oxford y la Pública de Nueva York, también accedieron a colaborar en el
esfuerzo. Concedieron permiso a Google para comenzar a escanear el contenido de
sus fondos. A finales del año, la empresa ya contaba con el texto de unos cien
mil libros en su banco de datos.
No todo el mundo estuvo
contento con el proyecto. Google no se limitó a escanear libros antiguos cuyos
derechos de autor ya no gozaban de protección. También escaneó libros nuevos
que, aunque a menudo habían dejado ya de imprimirse, seguían siendo propiedad
intelectual de sus autores o editores. Google dejó claro que no tenía intención
de localizar a los titulares de estos derechos de autor para asegurarse su
consentimiento previamente. Por el contrario, procedería escanear cualesquiera
libros y los incluiría en su base de datos a menos que un propietario de los
derechos de autor enviara una solicitud formal por escrito para excluir un
libro en particular. El 20 de septiembre de 2005, el Sindicato de Autores,
junto con tres destacados escritores de forma individual, demandó a Google con
el alegato de que su programa de digitalización suponía “una violación masiva
de los derechos de autor”. Unas semanas mas tarde, la Asociación de Editores de
Estados Unidos presentó otra demanda contra la empresa, exigiéndole que
detuviera su digitalización de los fondos de diversas bibliotecas. Google contratacó
con una ofensiva de relaciones públicas para dar a conocer los beneficios
sociales de Google Book Search, En octubre, Eric Schmidt escribió una columna
de opinión para The Wall Street Journal
donde retrataba el esfuerzo de digitalización de libros en términos a la vez de
agitación y vanagloria: “Imagínese el impacto cultural de indexar decenas de
millones de volúmenes antes inaccesibles en un índice amplio, cada una de cuyas
palabras pueda ser objeto de búsqueda por cualquier persona, ricos y pobres,
urbanos y rurales, del Primer Mundo y del Tercero, en toute langue y, por supuesto, totalmente gratis”.
¿Qué
está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales
Nicholas Carr
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