No sería de justicia decir que ha sido lo más interesante, pero estoy seguro de que el adelanto de los comicios ha sido el dato más relevante del presente ejercicio. Por tanto, toca hacer balance.
Después de siete años de vaivenes, de improvisaciones, de ocultaciones y de una nefasta política tanto antiterrorista (en su primera legislatura) como económica, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tomó el pasado mes de julio la mejor decisión desde que un 14 de marzo de 2004 fuese elegido Presidente del Gobierno tras la mayor masacre sufrida en la historia de España y de Europa occidental: adelantar las elecciones generales debido a su incapacidad al frente del Ejecutivo. Todo el mundo sabía que era necesario, y de hecho el haber tardado tanto en celebrarse la nueva convocatoria a las urnas desde que lo anunció no ha hecho más que alargar la agonía. Pero hoy podemos decir que España ya tiene un nuevo gobierno, un equipo dirigido por Mariano Rajoy que tendrá que hacer frente a la difícil tarea de devolver la confianza a la sociedad española, de bajar la altísima tasa de paro (casi seis millones de parados) y de reactivar la economía de bonanza que había en España no hace más de diez años.
Si echamos la vista atrás, al año 1996, la tasa de paro que dejó el gobierno felipista fue del 23% de la población activa (cifra muy parecida a la actual). Por aquel entonces, el gobierno de José María Aznar supo estar a la altura de las circunstancias para solventar aquello e incluso se hicieron los deberes con varios meses de antelación para la entrada a la moneda única europea. Fueron tiempos difíciles, probablemente no más que ahora, pero con trabajo y esfuerzo se pudo hacer lo que sólo unos pocos creían.
Hoy dependemos del mismo partido político que en 1996, pero España también tendrá que resolver otros asuntos que, aunque a priori parezcan menores, no hay que restarles importancia. Uno de ellos es la independencia de la justicia, politizada sin escrúpulos, cuya evidencia se ha podido observar con claridad en cuestiones como el 11-M o el caso Faisán.
Estamos a tiempo de reabrir la investigación del 11-M, el juicio más politizado de la democracia, pero que en este 2011 nos ha dado nuevas pistas para seguir averiguando nuevos datos que nos digan de una vez quiénes fueron los instigadores, por qué lo hicieron y quiénes pusieron las bombas en los trenes en aquella catástrofe de 2004. Uno de los datos más actuales ha sido el del testigo que fue fundamental para condenar a Jamal Zougham (condenado a 40.000 años de cárcel), quien, según versión oficial, reconoció al imputado fotográficamente el 16 de marzo de 2004, pero que ahora confirma con total seguridad que dichas fotografías se las mostraron dos semanas después, lo que indica manipulación policial y falso testimonio.
El pasado jueves 22, los nuevos ministros del actual Gobierno juraron su cargo ante Su Majestad y ahora tienen ante sí una gran labor política para devolver a España al lugar donde se merece. Una de las carteras más comentadas, dejando Economía y Hacienda aparte, es la de Justicia. El nuevo ministro nombrado, Alberto Ruiz-Gallardón, deberá poner los puntos sobre las íes en cuanto al 11-M, el caso Faisán, la ETA y varios asuntos más. Porque en el año 2004 España estaba en una situación inmejorable para acabar con la banda terrorista: se incluyó a Batasuna en la Lista Europea de Organizaciones Terroristas y se la expulsó de las instituciones democráticas. Se firmó el Pacto Antiterrorista, se votó en Pleno la Ley de Partidos, y desde la llegada del PSOE al poder no se ha hecho más que dar oxígeno a una banda que estaba al borde de la asfixia total. Y que esto dependa de Gallardón, aliado mediático de PRISA, me hace pasar las noches intranquilo. Quien, por cierto, ha elogiado recientemente junto a Jorge “Faisánez” Díaz a Alfredo Pérez Rubalcaba por su gestión al frente del Ministerio del Interior, lo que le hace a uno preguntarse para qué se ha votado si, según se entiende, el modelo a seguir será el mismo que el que había hasta ahora. Esperemos a ver si Soraya Sáenz de Santamaría le manda detener.
Poco a poco España volverá a ver la luz al final del túnel, aunque lo mismo esa luz sólo es un anuncio de Endesa. Ojalá me equivoque.
Pedro Marqués
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