El mismo día, en la calle de Méndez Álvaro, en Madrid, una monja más que octogenaria recibe de un sujeto veinteañero, sin mediar palabra, una patada en la cara que le causa heridas muy graves, sin que la muchachada de Madina, la gala de Madina , la flor deAlfredo, exclamara algo así:
–¡Basta ya de esa España de Neruda! Por favor, hermana, no se muera.
Porque Neruda era al que le parecía delicioso dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
La diferencia, otra vez, está en la condición progresista de la concejala, que ya no dimite, y la condición reaccionaria de la monja, que no se sabe si muere.
Elena Valenciano, que podría perder su puesto a manos de la al fin más famosa Olvido Hormigos, y Esperanza Aguirre, la que según Tomás Gómez quiere traernos a Al Swearengen a Alcorcón, han salido como lobas capitolinas a defender la libertad republicana de la política yebenosa para placearse con eso que la Naturaleza ha puesto al alcance, y volvemos a Desmond Morris y su alegato promasturbatorio, de todas las criaturas en situación de aislamiento, y hablamos (habla el bueno de Morris) de elefantes, leones o delfines, estos con el chorro de agua de su estanque.
La vida.
Ignacio Ruiz Quintano
ABC
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