Sí, yo sé que ahora hay quienes dicen que fuimos
unos hijos de puta por lo que hicimos con el viejo Casale, yo sé. Nunca falta
gente así. Pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Pero había que estar
esos días en Rosario para entender el fato, mi viejo, que hablar al pedo ahora
habla cualquiera.
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario en
esos días anteriores al partido. ¡Y qué te digo "esos días"! ¡Desde
semanas antes ya se venía hablando del partido y la ciudad era una caldera,
porque eso era lo que era la ciudad! Claro, los que ahora hablan son esos
turros que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos
desgraciados, festejando en pedo a los gritos y después ahora te salen con que
son... ¿qué son?... moralistas... ¿De qué se la tiran, hijos de mil putas?
Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar. Pero si vos vieras lo que era la
ciudad en esos días, hermano, prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No
se hablaba de otra cosa en los boliches, en la calle, en cualquier parte.
Saltaban chispas, te aseguro. Y la cosa arrancó con el fato de las cábalas. O
mejor dicho, de los maleficios.
Hay que entender que no era un partido cualquiera,
hermano, era una final final. Porque si bien era una semifinal, el que ganaba
después venía a jugar a Rosario y le rompía el culo a cualquiera. Fuera Central
como Ñul, acá le hacía la fiesta a cualquiera. ¡Y cómo estaban los lepra!
¡Eso, eso tendrían que acordarse ahora los que
hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del
viejo Casale! ¿No se acuerdan esos turros cómo estaban los lepra? ¿No se
acuerdan ahora, mi viejo? Había que aguantarlos porque se corrían una fija,
pero una fija se corrían, hermano, que hasta creo que se pensaban que nos iban
a llenar la canasta. No que solo nos iban a hacer la colita sino que además nos
iban a meter cinco, en el Monumental y para la televisión. ¡Pero por qué no se
van a la concha de su madre! ¡Qué mierda nos van a hacer cinco esos culosroto!
¡Así se la comieron doblada! ¡Qué pija que tienen desde ese día y no se la
pueden sacar!
Pero la verdad, la verdad, hermano, con una mano
en el corazón, que tenían un equipazo, pero un equipazo, de padre y señor mío.
Roberto Fontanarrosa
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