lunes, 7 de mayo de 2012

0 El Derby de Kentucky es decadente y depravado (IV)

Para el mediodía del viernes todavía estaba sin credenciales de prensa y aún no había localizado a Steadman. Quizás él hubiera cambiado de idea y se hubiese vuelto a Londres. Finalmente, después de darme por vencido con Steadman y haber intentado infructuosamente de convencer al hombre de la oficina de prensa, decidí que mi única esperanza de obtener las credenciales era ir a la pista y enfrentarlo en persona, sin advertencia—pidiéndole sólo un pase esta vez, en vez de dos, y hablando rápido y con un extraño tono en mi voz, como un hombre a punto de estallar tratando de controlarse. En el camino, me detuve en el despacho del motel para cobrar un cheque. En ese momento, tuve una loca idea, y le pregunté si por casualidad se había registrado allí un señor Steadman.

La mujer en el despacho tenía alrededor de 50 años y lucía de manera peculiar; cuando yo mencioné el nombre de Steadman ella asintió, sin dejar de mirar lo que estuviera escribiendo, y dijo en voz baja, “podrías apostar a que sí.” Luego me sonrió. “Sí, en efecto, el señor Steadman acaba de irse a la pista. Es su amigo?”

Moví la cabeza. “Se supone que estoy trabajando con él, pero ni siquiera sé como está vestido. Y ahora, maldita sea, tendré que encontrarlo entre la multitud.”

Ella se rió entre dientes. “Usted no tendrá ningún problema para hallarlo. Podría encontrar a ese hombre en medio de cualquier gentío”

“Por qué?” le pregunté. “Qué hay de malo en él? Cómo luce?”

“Bien…” dijo, todavía sonriendo, “Es la persona más divertida que yo haya visto en mucho tiempo. Él tiene ese…ese bulto por toda la cara. De hecho por toda su cabeza.” Ella asintió. “Usted lo reconocerá cuando lo vea; no se preocupe por eso.”

Dios Santo, pensé. Eso jodía lo de las credenciales. Tuve la visión de algún cretino muy nervioso, todo cubierto de pelo y verrugas presentándose en la oficina de prensa y pidiendo los pases de prensa del Scanlan’s. Bueno, qué diablos? Podríamos llenarnos de ácido y pasar todo el día vagando por los jardines del Club con algunos bosquejos garrapateados, riéndonos histéricamente de los nativos y bebiendo vasos de menta para que los policías no pensaran que éramos anormales. Incluso podríamos cobrar; instalaríamos un caballete con un gran cartel que dijera: “Artista extranjero hace retratos, $10 dólares cada uno. Venga AHORA!”

Tomé la vía rápida hacia la pista, conduciendo a toda velocidad y haciendo saltar el gigantesco auto de un lado a otro de los carriles, con una cerveza en una mano y la mente tan confusa que estuve a punto de chocar con un Volkswagen lleno de monjas, cuando giré para tomar la salida de la derecha. Todavía existía una remota posibilidad, pensaba, de atrapar al monstruoso británico antes que se registrara.

Pero Steadman ya estaba en el salón de prensa cuando llegué, era un joven inglés de barba que usaba un abrigo de lana y anteojos de la RAF. No había nada de extraño en él. Ninguna vena facial, o huellas de verrugas con pelos. Le mencioné la descripción que me hizo la mujer y se quedó confuso. “No te preocupes por eso,” le dije. “Sólo ten en mente por los próximos días de que estamos en Louisville, Kentucky, no en Londres. Ni siquiera en New York. Este es un lugar extraño. Tienes suerte de que esa enferma del motel no sacara una pistola de la caja registradora y te volara los sesos.” Me reí, pero él parecía preocupado.

“Sólo finge que has venido de visita a este hospital psiquiátrico,” le dije. “Si los tipos se vuelven locos vamos a llenarlos de Mace.” Le mostré el envase de “Chemical Billy,” resistiendo la tentación de diseminarlo a través del cuarto, donde un hombre con cara de rata tipeaba con diligencia en la sección de Asociados de Prensa. Estábamos parados en el bar, sorbiendo el Scotch de la dirección y felicitándonos de nuestra repentina e inexplicable suerte de recibir dos credenciales de prensa de las mejores. La mujer en el despacho había sido muy amistosa con él, dijo Ralph. “Sólo le dije mi nombre y ella lo hizo todo.”




Hunter S. Thompson
Scanlan's Monthly,1970

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

No queda sino batirse Copyright © 2011 - |- Template created by O Pregador - |- Powered by Blogger Templates