sábado, 22 de septiembre de 2012

0 Sí es el momento (de la verdad)


Del Rey abajo se ha dado en responder a las últimas maniobras de Artur Mas con un "¡No es el momento!". Tras la entrevista, lo ha vuelto a decir la dirigente del PP catalán: "No es el momento de aventuras". La aventura, escribió Chesterton, "es por naturaleza algo que nos sucede. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos". Del momento podemos decir lo mismo. Justo porque el momento de España no está para rupturas, inestabilidades y movidas es por lo que el nacionalismo catalán cree que ha llegadosu momento. Su gran momento, que igual no ven otro mejor en cien años. Es precisamente porque España sufre una crisis extrema y anda alicaída por lo que el nacionalismo cree que puede lanzarse al asalto a cara descubierta. La debilidad de uno siempre es la fortaleza de otro.
Cuando este país era una fiesta, no faltaba de na y las Administraciones repartían con largueza era más difícil convencer a la gente de que España resultaba mal negocio. El nacionalista andaba, cómo no, con su memorial de agravios y su lista de la compra, pero las cosas marchaban y a ver cuántos iban a jugársela a la ruleta por un asunto de sentimientos. Sin embargo, cuando no hay dinero ni trabajo, qué fácil es para demagogos tan expertos recoger lo que han sembrado y aun aumentar la cosecha. "España nos roba" adquiere entonces un sentido muy concreto. Es el quirófano que cierra, la prestación que se reduce, el sueldo que baja, la empresa que quiebra. Y nada de eso es culpa del gobierno autonómico, ¡por favor!, sino del expolio: Cataluña da y no recibe.
Del Rey abajo dicen a los nacionalistas catalanes que "no es el momento" como se le notifica al niño que ahora no se puede acceder a su capricho, pero quizá sí más adelante. Se les pide un aplazamiento. Y lo gracioso es que les exhortan a estar quietos y moderarse porque España pasa por un grave trance. Hombre, si por eso se mueven. Por eso aceleran. Cuanto peor es la condición de España, más propicia para el nacionalismo. A lo que contribuye, como tras el Desastre del 98, la percepción de fracaso y la eclosión de autodesprecio. Puede que no se den cuenta en la Zarzuela, en Moncloa y en la calle Urgell, o que prefieran quitarle hierro. Pero, al contrario de lo que vienen diciendo, este sí es el momento.
Cristina Losada / Libertad Digital

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