domingo, 20 de enero de 2013

0 Santos Inocentes


Hace un año un ex alcalde gallego me pidió que parase la grabadora. Llevábamos unos minutos bailando en la oscuridad y yo sabía que en cualquier momento comenzaría el zapateado tórrido. En el periodismo y en la vida se aprende pronto que hay un mundo que transcurre con la grabadora encendida y otro con la grabadora apagada. La única misión verdadera del periodista es convertir el stop en play y blanquear, con mucho esfuerzo, las noticias en B. Tal y como está el país no debería publicarse nada si no se atestigua ante el lector una llamada que hubiese amenazado al periodista con atenerse a las consecuencias.
Apagué la grabadora y me fue relatado el caso de un importante cargo político del PP que se había enriquecido de forma festiva en los últimos años. Todo el mundo hablaba de ello, así que no le di importancia;muchos cargos se enriquecen en público, algunos con más pudor que otros, y si no se demuestra lo contrario, todo transcurre con la perfecta normalidad que da compatibilizar el poder con sociedades y empresas a nombres de terceros. En España se ha llegado al punto desesperado de que lo verdaderamente grave no es lo que está fuera de la ley, sino dentro. Lo novedoso, sin embargo, fue que gente de su propio partido había hecho un dossier sobre el hombre. Y ese dossier llegó a Rajoy, que lo metió debajo de una montaña de papeles dando órdenes para que el sospechoso cesase en sus actividades.
Atajar el posible delito, hacer el menor ruido posible para controlar daños y seguir como si nada. ¿Y qué iba a hacer, instar a Fiscalía a investigar a un cargo suyo? ¿No se enfadaría el PP? Y peor aún, dependiendo del alcance de la investigación, ¿no se enfadaría el PSOE?
Luis Bárcenas, por ejemplo. Alto, discreto, púrpura. Las primeras informaciones sobre él lo sitúan a mediados de los 80 abriendo con cierto escándalo la ruta española en el Everest con una expedición en la que iba su amigo del alma de apellido inconfundible, Luis Fraga. Pero en 2006 se produjo algo insólito en el Congreso, sancta sanctorum de la democracia:Zapatero denunció que el PP cobraba comisiones a las empresas a las que daba contratos donde gobernaba; el presidente del Gobierno se dirigía de esa manera tan exuberante al partido de la oposición. Rajoy le dijo que o retiraba sus palabras o el PP no lo seguiría apoyando. Zapatero las retiró. Minutos después, en los pasillos, José Blanco contaba a los periodistas –con la grabadora apagada- que era vox populi que Luis Bárcenas se reunía en el hotel Orfila, cerca de la sede del PP, para cobrarle la mordida en metálico a los constructores que querían contratos en sus comunidades. Esto no lo sé yo porque le vaya poniendo la oreja a Blanco; lo publicó Carlos Segovia en El Mundo. En 2006. Lo contaba el PSOE. No le constaba al PP.
Un año antes Maragall también se había retractado de acusar a CiU de cobrar el 3% de las obras adjudicadas. También, como Zapatero, lo dijo en un arrebato incontrolado. También, como Zapatero, lo ordenó retirar del acta y pidió disculpas. A ver qué dice hoy Rubalcaba después del insólito ridículo del jueves, cuando no hizo mención a los sobresueldos, no permitió preguntas y sólo le faltó ponerse a silbar El árbol del ahorcado. La contundencia dependerá de cómo haya ido la revisión de cajones propios. Por lo menos hay algo seguro: no nos vamos a creer una palabra. De la CiU actual ya ni hablo; los Pujol empiezan a parecérseme una película rodada por Scorsese con un derrame cerebral.
En 2007 Luis Bárcenas presionó a la Comunidad de Madrid para que le adjudicara a Seygur la seguridad de la nueva Ciudad de la Justicia. Le fue concedida por 700.000 euros. El Mundo: «Al conocer su intervención en favor de Serygur, el vicepresidente del Gobierno regional, Ignacio González, telefoneó a Bárcenas para que aclarara cuál era su interés en la sociedad. Éste negó al lugarteniente de Aguirre que tuviera acciones de Serygur o algún interés económico. Justificó su gestión por su relación personal con los gestores de la empresa, que son el ex concejal de Madrid Ignacio del Río y, sobre todo, el ex director de Innovación Tecnológica del PP Álvaro de la Cruz. ‘Luis Bárcenas es amigo mío y me preguntó si podía ayudar a Serygur. Le dije que estábamos interesados en el contrato de la seguridad de la Ciudad de la Justicia y se ofreció a llamar al consejero Prada. Fue un acto de buena voluntad y por pura amistad’, explicó ayer a este diario Álvaro de la Cruz. De la Cruz es consejero delegado de Serygur y mantiene una larga relación de amistad con Bárcenas, puesto que ambos trabajaron juntos en la pasada década en la sede del PP en Génova. De la Cruz fue jefe de gabinete del entonces secretario general popular, Francisco Álvarez Cascos».

Dos años después, Gürtel

«Es que era muy discreto». Hombre, no iba a andar con los millones en una mochila y abriéndola para pagar los cafés. Si el gerente y tesorero de su partido se lleva crudos de donde sea 22 millones de euros en veinte años y ustedes no se enteraron de lo que pasaba en su edificio no pretenderán hacernos creer que saben lo que pasa en España. O son unos incapaces que rozan científicamente la idiocia o unos cómplices incapaces de atajar un delito gravísimo delante de sus narices, sea por los sobresueldos o por esa afición tan aristocrática de no querer levantar la alfombra, no sé si por evitar la sorpresa de no encontrarse con nada; como cuando alguien ve un abrigo precioso de talla XXL que se niega a probar por si le queda bien.
«Es un chantajista». ¿Y cuál es el problema? Chantajear está muy desprestigiado. Si a mí, afortunadamente, nadie me puede chantajear con hacer públicas unas fotos con Elle McPherson, se entiende que al PP y a la Corona ni Bárcenas ni Diego Torres pueden chantajearlos con algo parecido, pues en general nada consta. Allá ellos con su farol y allá nosotros con el espectáculo.
"No me temblará la mano". Fabuloso castigo el desamparo prometido por el PP. Se ha llegado a que se considere casi penalmente que el partido abandonará a su suerte a los cargos que hayan cobrado dinero en negro o quienes se hayan enriquecido ilegalmente. El listón está alto con González despidiéndose de Barrionuevo en las puertas de la cárcel, pero en 2003 aún estábamos saliendo de la Transición, y ahora ya estamos entrando en otra.
Déjenme que les cuente algo: una práctica sexual que tengo pendiente es la de la mosca escorpión. La hembra no se aparea si el macho no le trae un insecto muerto. Durante la copulación, el macho mantiene agarrado el insecto mientras la hembra lo come. El macho tarda veinte minutos en dejar todo el esperma. Si la hembra acaba antes su banquete, expulsa al macho sin dejarle culminar el acto; si tarda más de veinte minutos, los dos luchan a muerte por las sobras. Es por ello que el macho ha desarrollado la hipnótica capacidad de matar a un insecto que le dure a su amante exactamente veinte minutos.
De esta hermosa manera nuestros políticos han conseguidoperfeccionar el método de contrataciones públicas hasta hacerlo universal y recibir el porcentaje adecuado para que no haya sangre por las sobras ni se vaya el cargo público con la adjudicación a otra parte. De ese microcosmos subterráneo que rige la Naturaleza aparecen de vez en cuando testimonios que levantan escándalo entre la buena sociedad de provincias, acostumbrada a prácticas menos letales. Pero lo cierto es que España funciona como una orgía interesada en el sótano de palacio mientras arriba, en los salones, todo el mundo guarda la compostura y arenga al pueblo con la hora del sacrificio. Es un país en B, donde no está tan sumergida la economía como la moral, y empieza a ser tan resbaladizo el delito como quien lo reprueba en silencio y carga con él a modo de penitencia.
«Igual que si se tratara de un monigote de los Santos Inocentes, Rajoy llevó colgado de la espalda a Luis Bárcenas durante toda la mañana», escribió Gistau hace cuatro años. Por no quitárselo a tiempo, el monigote ha engordado por lo menos 22 kilos, y es por ello que Rajoy a ratos se sienta para tomar aire. En Génova se empiezan a ver sobres como el niño del sexto sentido veía muertos. Bárcenas sube montañas enormes que luego baja esquiando. Es aficionado a deportes extremos en los que se juega la vida; uno de ellos, el heliski, consiste en ser lanzado desde un helicóptero con los esquíes puestos. El piloto, desde luego, es un cachondo.
Háganse ricos si pueden. Pero ahora que lo pienso, a mí no sé qué me daría más pereza: si estar veinte minutos copulando o veinte minutos comiendo.
Manuel Jabois / El Mundo

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