jueves, 10 de enero de 2013

0 La Renfe, y no los Reyes Católicos, creó España


Excepción hecha del transbordador Challenger y el tren de levitación magnética de Shanghái, el AVE resulta ser el medio de transporte más caro de todos los existentes en el planeta Tierra. De ahí que ese metro de alta velocidad que ahora une Gerona y Figueras –por no mentar a su hermano siamés, el que enlaza Madrid y Toledo– nos haya salido por la módica suma de quince millones de euros el kilómetro. Extremo que llevaría a un antiguo miembro del Consejo de Administración de Renfe a postular, y por escrito, otra alternativa menos onerosa para los contribuyentes. A saber, que el Estado ofreciese de modo gratuito un BMW –con chófer incluido– a cada viajero interesado en el servicio. El trayecto, aclaró el autor, se realizaría por la autovía que transcurre paralela al trazado del ferrocarril, resultando notorio el ahorro.
Por algo ingleses, suecos y yanquis llevan unos cuantos años haciendo números, sin acabar de atreverse con proyecto de rentabilidad tan incierta. Al respecto, que hasta la fecha solo la red china de alta velocidad supere en extensión a la española, más que al orgullo castizo, debiera llamarnos a algo más próximo a la zozobra. Aunque, sea como fuere, el asunto poco remedio admite desde los días de vino y rosas, cuando González nos metió en ese convoluto.Algo óptimo, sin embargo, conllevan los trenes: no sirven para hacer dinero, pero sí para hacer países. A fin de cuentas, España no fue invento atribuible a Don Rodrigo, Ataúlfo y Wamba, ni tampoco constituyó creación de los Reyes Católicos, de los Austrias o de Felipe V y su Nueva Planta.
Quien en verdad hizo que España deviniera una comunidad imaginada, que no cosa distinta son las naciones, fue la Renfe. Repárese, si no, en la consternación que destilan los manuales escolares de los micronacionalistas ante la estructura radial dada a sus vías. Y no yerran en su pesar. Porque quienes muñen los lazos profundos entre gentes distintas y distantes son las grandes infraestructuras públicas, ésas que una vez erigidas ya no admiten marcha atrás. La genuina argamasa de toda vertebración nacional huele a acero y cemento. Con el AVE nunca haremos negocio, pero haremos (mucha más) España. Desde ayer, señores, Figueras cae en el extrarradio de Sevilla.
José García Domínguez / Libertad Digital

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