En el verano de 1966, la selección española pasó 40 días concentrada en
Santiago de Compostela, preparando el Mundial que se había de jugar en
Inglaterra. Se buscaba el clima húmedo inglés, pero nos pasamos de dosis:
llovió los 40 días con sus 40 noches. En la concentración miraban con el mayor
interés el espacio de Mariano Medina, el meteorólogo del telediario, a la
espera de una mejoría que nunca llegó. Con ellos, Pedro Massó, que pretendía
rodar por allí su Operación Plus Ultra y no encontraba día para empezar. ¡Y los
jugadores que sufrieron aquel encierro aún recuerdan que, cuando llegaron a
Birmingham, aterrizaron con sol y calor! Pero el encierro se hizo todavía más
lúgubre cuando la selección perdió su primer partido de prueba, un amistoso
contra un equipo con nombre de detergente de lavadoras: el Ajax.
Hablar así hoy del Ajax resulta sacrílego, pero entonces su nombre sonaba a
guasa. Aquella palabra solo se asociaba entre nosotros al anuncio de una marca
de detergente en el que un caballero, con lanza y armadura (sospecho que de
latón) y de aire bastante ridículo, cabalgaba en busca de un enemigo imaginario
mientras una voz de fondo canturreaba: “¡Ajax: el más poderooo...so!”. Ajax
competía con “Omo lava más blanco”. España iniciaba el despegue económico y en
las casas empezaba a haber televisores y lavadoras. Y, por tanto, anuncios de
detergentes. La prensa informó la víspera de que el Ajax era el campeón de la
Liga de Holanda, pero eso no impresionaba nada. La Liga holandesa era entonces
paupérrima. Al anterior campeón, el Feyenoord, le había despachado el Madrid
pocos meses antes de la Copa de Europa con un 5-1 en el Bernabéu en la última
aparición de Puskas, ya suplente, con 39 años y con casi otros tantos kilos de
más. El partido era tan fácil que Muñoz le dio el gusto de jugar ese día y él,
sin moverse, marcó cuatro goles, su canto del cisne en el fútbol internacional.
El Madrid acabaría ganado esa Copa de Europa con los ye-yés, todos españoles. Y
España había ganado la Eurocopa de 1964. De modo que un campeón de Holanda con
nombre de detergente no impresionaba nada, por más que su entrenador anunciara
enfáticamente que traía siete internacionales. Holanda, por entonces, tampoco
había empatado con nadie.
Alfredo Relaño
El País.com
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