Mientras volaban por el cielo varios “Mystére” trasladando a señores ministros a diferentes destinos, en el aeropuerto de Palma de Mallorca los pasajeros del vuelo 767 con destino a Madrid embarcaban en el avión que les llevaría a la Capital del Reino. Eran las ocho y cuarenta y cinco minutos de la mañana y el vuelo tenía programada su salida a las nueve en punto. A las nueve menos diez una camioneta de la compañía aérea se detenía junto al avión. De la camioneta descendió una pasajera que fue saludada por la tripulación, tras lo cual embarcó ocupando su asiento en la zona delantera de la aeronave. Antes de sentarse sonrió a sus compañeros de viaje, como disculpándose por haber llegado la última con cinco minutos de diferencia. Entre sus compañeros de vuelo estaba Pablo Castellano, ese político honesto de la buena Izquierda española.
A las nueve despegó el avión rumbo a Madrid, mientras los “Mystére” oficiales trasladaban a los señores ministros a sus puntos de destino. El ministro de Agricultura sobrevolaba los campos de viñedos condenados por Bruselas; el vicepresidente Serra contemplaba la costa de Valencia desde el asiento del “Mystére”, que precisamente había despegado desde Palma de Mallorca veinte minutos antes que el avión regular de Iberia. Le gustó mucho el recorte de la costa, echó un vistazo a la Albufera, miró el reloj, pidió un café con leche, meditó acerca de su situación, pensó en su enorme sacrificio personal por el bien común de los españoles y se animó a sí mismo para seguir sacrificándose por todos con ímpetu renovado. A su cola, en el avión de Iberia, la pasajera rechazaba amablemente el zumo de naranja le ofrecían, uniéndose a la voluntaria iniciativa de la mayoría de sus compañeros de viaje. Actitud de lo mas natural y lógica, por cuanto el zumo de naranja de “tetrabricks”, a las nueve de la mañana sienta como un tiro en el abdomen.
Alfonso Ussía
ABC/21.09.1994
0 comentarios:
Publicar un comentario