domingo, 8 de enero de 2012

0 Y, de repente, El Sistema contra el sistema

“La necesidad agudiza el ingenio” dice el refrán. Cuando ya no hay tanto como antes, se rasca de donde sea buscando soluciones. Y sí, seguro, en ello estamos en España a día de hoy. Resulta que ahora la problemática está clara, la economía. A partir de ahí, las familias, los españoles y los propios políticos se paran a pensar. Entonces, de repente, cualquier factor social, político o económico en que se encuadra España puede ser puesto en duda para llegar al porqué de la cuestión.
Así, y enumerando el primero de estos factores cuestionado en los últimos meses, han sido muchos los dedos que han apuntado a los bancos. Se preguntaba mucha gente cómo es posible que, mientras la pequeña y mediana empresa nacional se ve abocada al cierre sin ayuda posible, tengamos que refinanciar a los bancos. Al fin y al cabo, nuestras nóminas nunca les han faltado, y los intereses bien que los han cobrado, “que se apañen ellos”, decía alguno. Y la sociedad española sigue dándole al coco…
El pasado 20 de noviembre, el Gobierno anticipa Elecciones Generales. Y en medio del festejo y la parafernalia propia de la fiesta de la democracia, de repente los españoles se preguntan si su voto vale igual que el de alguien que vive a 500 kilómetros. Ahora parece un poco raro, para algunos hasta injusto, la forma de repartir los escaños, que curiosamente es la misma que hace 30 años. Pero ahora es distinto, ahora chirría más. De repente, nos da por repasar los nombres de los partidos inmersos en el Congreso buscando savia nueva. Y sí, la encontramos con más fuerza que nunca, pero parece que quieren hacer poco por nosotros: primero porque somos españoles, y segundo porque ellos son separatistas, cuando no terroristas. Porque, claro, si todos somos iguales, por qué hay que distinguir entre Comunidades Autónomas. Nos habían contado que éstas eran una forma de descentralizar y agilizar administrativamente el Estado. Pero, la verdad, sobre que éstas se impusieran sobre el interés general no sabíamos nada. Encima son una sangría y un despilfarro de dinero público. Fíjate si lo es, que ya les están cerrando el grifo. Y los españoles siguen queriendo saber…
Se cumplen diez años del euro. Pero, desde aquel cambio, ¿realmente en nuestro país los sueldos han subido porcentualmente en la misma medida que la inflación? De repente los españoles sacan la calculadora, empiezan a hacer números, y afloran las estadísticas y los titulares alarmantes: a la gente no le sale las cuentas. Antes, por lo menos, Alemania dejaba caer su aguinaldo por aquí, y bien que nos venía. Pero, y ese dinero, ¿de verdad nos correspondía; de verdad invertíamos, producíamos, desarrollábamos e investigábamos tanto, o nos hemos dedicado a malgastarlo en ladrillo viviendo por encima de nuestras posibilidades? Y más interrogantes…
Los propios políticos, conscientes de la situación, también se ponen por fin manos a la obra. Nos hablan claro, nos dicen lo que se debe: hay que apretarse el cinturón. Pero, se vuelven a preguntar los ciudadanos, cómo es posible que, los primeros recortes que impulse el nuevo Gobierno, vayan contra las subvenciones a los propios Partidos y sindicatos. ¿No eran éstos el garante de nuestras libertades; No eran, unos, la voz del pueblo a través de las urnas? ¿Y los otros? Esos simpáticos que se preocupaban por los currantes, “¡si hasta venían a las manifestaciones con nosotros!” Por preguntar, por dudar, de repente hasta la Casa Real tiene que sacar sus cuentas a luz pública. Aquí no se salva nadie, órdago a la grande del pueblo español. Parece que el Rey ya no es ese bonachón que nos felicitaba en Navidad, y que nunca se perdía ni una gran final, ni un importante funeral. De hecho, las bodas de sus hijas ya no parecen ese cuento de princesas que nos contaban las revistas, con cónyuges altos, guapos, educados y maravillosos incluidos.  Y ahora el que se pregunta soy yo…
Si todas estas dudas son más que razonables, si son lógica y sentido común puro y duro. Si ahora españoles y políticos quieren honestidad para arreglar la situación, cómo lo vamos a hacer poniendo parches sobre los propios cimientos. Si la Ley Electoral no es lo que creíamos, si el papel y la función de las Autonomías y sus “nacionalidades” recogidas explícitamente en la Constitución de 1978 parte por el eje el propio sentido de Nación y de igualdad, si los Partidos, Patronal y Sindicatos suponen un derroche de dinero público para financiar intereses partitocráticos e individualistas, y no democráticos. Si esta Monarquía no tiene ni pies, ni cabeza, ni oficio, pero sí beneficio, ¿por qué seguir con estos cimientos? Acaso, habiendo diagnosticado que el Sistema está en crisis, ¿no estamos viendo que sus factores más perjudiciales están en la propia concepción del mismo? Por qué no decir, abiertamente y sin echarse las manos a la cabeza, que todos estamos viendo que el problema es de base y se firmó en 1978. Por qué no impulsar un nuevo inicio que realmente fomente el desarrollo de España y de sus gentes en igualdad, y no el de quienes quieren enriquecerse de ella o destruirla.
Luis F.V.

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