Si alguna vez han dado en preguntarse para qué sirve un eurodiputado, sepa que ayer dos de ellos denunciaron ante la Comisión Europea al futbolista Pepe, cuyo pisotón en la mano a Messi constituye el último agravio centralista contra la Cataluña libre. [...]
Los dos históricos parlamentarios se llaman Ramón Tremosa (CiU) y Raúl Romeva (ICV), y han configurado para la ocasión una suerte de coalición circunstancial, una joint venture que les ha catapultado a la máxima popularidad —no exactamente admirativa— en las redes sociales. En estos tiempos de apreturas en que la gente mira con mucha aprensión el destino de los dineros públicos, la iniciativa de este par de minervas no ha cosechado el entusiasmo que tal vez calcularon al aventurarla (decir pensarla sería arriesgado). Más bien ha suscitado el antipático debate sobre la prescindibilidad de sus empleos y el grato salario que reciben por una dedicación tan productiva: alrededor de siete mil euros netos mensuales, dietas, viajes y gastos burocráticos aparte. Se trata, sin embargo, de una polémica desenfocada, aunque comprensible. Porque aunque la majadería resultase más barata no cambiaría su esencial condición majadera. No se trata de valorar el precio, sino la estulticia. Y la estulticia es solemne, reluciente, fantástica. Una de esas boberías colosales, esplendorosas, que resisten toda posibilidad de pasar inadvertidas.
España no se ha hundido aún porque los tontos descansan de noche y las horas de sueño merman su productividad. Pero de día hay algunos que hacen horas extraordinarias.
Ignacio Camacho/ABC
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