Jamás coincidieron en un campo de juego. No se encararon para la gambeta, ni se apretaron en la defensa de un córner, ni se gritaron un gol el uno en la jeta del otro. Y, sin embargo, lo de Maradona y Pelé constituye no sólo una de las más enconadas enemistades del fútbol, sino también el más virulento antagonismo posible de arquetipos humanos. Todo ello agravado por el hecho de que, igual que si hubieran sido elegidos como campeones de los dos ejércitos para sostener un duelo personal ante los muros de Troya, Maradona y Pelé son los mascarones de la gran rivalidad por la hegemonía del fútbol en América. Son una emulsión de los defectos y las virtudes de Argentina y Brasil, que juegan su Clásico hasta cuando no lo juegan.´
-“Pelé se estrenó con un pibe”
-“A Maradona nadie se atreve a contratarle por su problema con las drogas”.
Éstas son sólo las dos últimas estelas que han dibujado en el cielo las balas trazadoras. En lo que tarden en volver a chocar testuces, Maradona y Pelé se entretienen haciendo gimnasia de la destrucción cada uno contra el jugador más relevante del país enemigo. Contra el heredero de su Némesis. Si Maradona se descuelga con que Neymar es tan maleducado como Pelé, O Rei replica que al menos no se bloquea cuando juega para su selección, como le ocurre a Messi.
En agosto de 2005, después de haber sido el loco que se creía Maradona en el psiquiátrico de Ituzaingo, el Diego culminó una de esas resurrecciones que le han consagrado como superviviente de sí mismo. Superada la imagen abotargada, narcótica, de sus últimas decadencias, Maradona aparecía delgado, engominado y fresco en el Canal 13 para presentar La noche del 10, un programa de variedades que arrancó cantando La mano de Dios, el himno que le compuso otra estampita de la cultura popular argentina, Rodrigo. El invitado estelar para la primera entrevista sólo podía ser Pelé. Se habló de una reconciliación propiciada por el gesto inmenso del brasileño al acudir. Pero, en cuanto ambos futbolistas quedaron recluidos en un microclima de falsas cortesías y sonrisas forzadas, Maradona se vengó de todas las veces que Pelé le había dicho que no era un ejemplo para los niños formulando una cínica expresión por el encarcelamiento de Edinho, el hijo drogadicto de Pelé acusado de narcotráfico. Y luego siguió cantando.
David Gistau
El Mundo/09.08.2011
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