martes, 17 de enero de 2012

0 Un seno kosovar, Juan Manuel de Prada (I)

Entre los miles de imágenes que nos llegan desde los Balcanes, elocuentes de sangre y apocalipsis, descubro una fotografía que aún nos habla de la vida, en mitad de tanta barbarie. La fotografía, distribuida por la agencia EPA, fue publicada ayer mismo en las páginas de huecograbado de este periódico: una mujer kosovar espera ser evacuada de Kukes, en Albania, mientras amamanta a su hijo. La mujer posee una belleza esquilmada por las noches de insomnio y por la fatiga de muchos días, y muestra su perfil al objetivo de la cámara, recortándose sobre un fondo de humanidad hacinada. Es una madre recién estrenada, pero la adversidad se ha enseñado en sus facciones núbiles, adelgazándolas hasta la escualidez; en su mirada, adivinamos el desaliento del vigía que escruta un horizonte imposible. Tiene las cuencas de los ojos excavadas por la corrosión de esas lágrimas que ni siquiera llegan a derramarse, y su cabello, que quizá algún día albergó el brillo fluvial de la belleza, crece en completo desorden, como un estropajo expuesto a la intemperie. Su mandíbula, sin embargo, se mantiene todavía altiva, y su cuello enhiesto, como si la fortaleza de su espíritu se resistiese a claudicar. A sus labios, que quizá un mes antes se afanaban en la tarea blanda de los besos, asoma un rictus de contenida amargura que los convierte en una línea sin volúmenes, severa como el aire que respiran.
La mujer viste un jersey muy holgado, de lana basta y menesterosa, que acentúa su desvalimiento y disfraza su feminidad. Se ha alzado ese jersey que también le servirá de camisón en las noches sin otro techo que el cielo agujereado de estrellas (y que quizá muy pronto le sirva de mortaja, en la cuneta de algún camino), para brindar el regalo gemelo de sus senos al hijo que sostiene en su regazo. El niño es rubio como un dios escandinavo, calza patucos que seguramente su propia madre le tejió durante los meses de gestación u posee un aspecto lozano que no delata las condiciones infrahumanas que lo rodean.
Juan Manuel de Prada
ABC/24.04.1999

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