‘Sonny’, una fuerza de la naturaleza con un pasado turbio, irrumpe en los cuadriláteros y comienza su impopular reinado a finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta. Aunque la prensa especializada se esfuerza en escribir cuentos de hadas, los puños de Liston no entienden de refugios narrativos. Él se abre paso hablando con sus manazas, a martillazos de realidad, a puñetazo limpio. Son tiempos del gancho de izquierda de un ogro de color cuya reputación atenta contra el idílico estilo de vida americano. Villano, indeseable y marcado por el odio, no es ningún ejemplo para los niños. Entre rejas por agredir a un policía en plena calle y habiendo pasado seis meses a la sombra por reincidente, Liston era una bomba de racimo humana que alcanzaba su punto álgido en el ring. Sus desventuras en el calabozo le instaban a golpear más fuerte, más rápido, más contundente que antes de vestir el traje de rayas. Alentado por una sed de venganza interior, Liston se adivina indestructible. No conoce la piedad. “Voy a tumbarlos a todos”. Un periodista pregunta, acongojado por los registros del ex presidiario: “¿Y qué harás cuando no te quede nadie a quien tumbar, Sonny?” La mole responde con firmeza. “Pues entonces volveré a tumbarles a todos otra vez”. La prensa sufre. A pesar de ser demonizado por su turbulento pasado, Liston noquea a Mike DeJohn en seis asaltos, a Cleveland Williams en tres y acaba con Nino Valdez, que no acaba de pie el tercer round. Tumba de nuevo a Williams en la revancha en dos asaltos. Pasa por encima de Roy Harris y de Zora Folley. Y aplasta a Eddie Machen con una superioridad insultante. Liston es un ogro. El ogro. Un tipo hecho a sí mismo, un campeón forjado entre los barrotes de la cárcel, un boxeador con conexiones con la mafia. Un cuerpo grueso, compacto, de mirada maliciosa, de perfil siniestro. El típico animal salvaje al que uno jamás querría encontrarse de madrugada, a oscuras, en el rellano del portal de su casa. Un enterrador que disfruta noqueando a cualquier bicho viviente a su alcance. “Desayuna marines y se come a los boxeadores crudos”. Hablar de Liston era hablar de miedo. De conocer el terror.
Rubén Uría
JotDown Spain/Enero
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