Una crónica de un derby madrileño bien podría ser un ejercicio perpetuo de hemeroteca. Ustedes prueben a cambiar los actores y el guión, pero el final siempre es el mismo: el Real Madrid vence, convence y destierra temporalmente crisis construidas con tanta premeditación mediática como falta de fundamentos.
Antes del derby hubo una suerte de plebiscito a la española, José Mourinho saltó al ruedo como si de Curro Romero frente a su Maestranza se tratara. El resultado del respetable madridista fue un mejunje de ruido similar a un Ibiza Mix. Ni pa´ ti, ni pa´mí.
Después de la carnaza tertuliana brindada por Mourinho rodó el balón. Rodó el esférico con poca soltura, preso de un estado de nervios transmitido de unos a otros. No hubo buen fútbol ya que el Madrid está lejos de su mejor nível, el que Mourinho promete alcanzar allá por Mayo donde el camino a Wembley sea cuestión de coger el Metro. Tampoco el Atleti dio la talla, en realidad el Atleti no dio nada. No concedió en defensa regalos, pero en ataque fue más inofensivo que un gatito con un ovillo.
Pasaba muy poco en el partido hasta que Cristiano Ronaldo reventó el derby. Después de una falta absurda de Arda Turan, El Bicho agarró el esférico y la clavó en el palo. El obús pilló a Courtois rememorando aquel misil del Manzanares que se coló por su palo. Otra falta y otro gol al Atlético. El Madrid volvía despejar el camino a la victoria.
El gol frenó aún más el ritmo del partido. Mientras el Atlético trataba de reinventarse con lo que tenía, el Madrid aguardaba a asestar una segunda puñalada para propiciar las bromas de bar.
Naufragó el Atlético en la creación, ni el triángulo de canteranos unidos (Koke, Mario, Gabi) ni el errático Arda, surtieron de balones a Falcao el cual asistía atónito a la brava pelea de Diego Costa. Porque a Diego Costa sólo le faltó pelear con Toñín el Torero para completar el récord absoluto de peleas en un partido. Las tuvo con Pepe, Xabi Alonso, Arbeloa y Sergio Ramos con el que intercambió una serie de fluidos en forma de saliva.
Después del descanso nada cambió. Aburrimiento a tuttiplen y un guión demasiado encorsetado en ambos bandos. Despejó el aburrimiento y disipó dudas Özil después de una contra dirigida por Cristiano Ronaldo, en la que el alemán batió por debajo de las piernas a Courtois. Ahí acabó el derby, el Atlético tiró la toalla después de una bofetada de realidad, mientras el Real Madrid compasivo como siempre con su entrañable rival se limitó a limar asperezas con su afición. Sin embargo, la cosa no iba con Cristiano, el portugués es hambriento como una hiena y voraz como un león. Devora lo que puede, cuando puede. Disparó dos veces a los palos tras una falta y tras una contra en la que corrió a la velocidad de la luz. Se lamentaba el portugués consciente de que cada ocasión fallada es una concesión a que el pequeño genio de Rosario,residente en Barcelona, se aúpe a su próxima bota de oro, Balón de Oro y lo que quiera conseguir. Alí y Frazier no hubieran soñado una pelea igual.
Con el lamento de Cristiano, la satisfacción madridista y la impotencia crónica atlética, se llegaba al final del derby. La historia se vuelve a repetir una vez más y como rezaba el Bernabéu, encontrar un aficionado rojiblanco que haya visto ganar un derby será más propio de fenómenos paranormales.
A.Briega
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