En 1890, cuando todavía no se había convertido en el gran novelista que tanto admiramos, Conrad remontó el río Congo en el “Rio des Belges”, que consumía madera, recorriendo unos doce kilómetros en tres horas, según nos dice V.S. Naipaul, “deteniéndose cada noche para que los leñadores caníbales durmiesen en la orilla”. Ese largo viaje al fin del mundo escrito por Conrad fue publicado en 1902 con el título “El corazón de las tinieblas”, novela más citada que nunca en las últimas semanas por corresponsales y documentalistas que han seguido de cerca la estrepitosa caída del imperio terrorífico de Mobutu Sese Seko Kuku Ngbengu Wa Za Banga.
Durante decenios, sin embargo, el silencio más pavoros reinó sobre el imperio del “gallo que no deja en paz a ninguna gallina”, un dictador salido del inhóspito corazón de las tinieblas que Conrad vislumbró como viajero un siglo antes de que la tragedia apocalíptica arrasara la región africana de los Grandes Lagos. La novela de Conrad no significaba sólo la descripción de una geografía dejada de la mano de los dioses, sino un auspicio del futuro en el que Kurtz ha conseguido aislar del resto del mundo su pequeño reino, en las Cataratas de Stanley, vive, rodeado de cabezas humanas empaladas, en el corazón del río Congo y allí respira como señor único y tenebroso de la vida y la muerte de todos.
A partir del extraordinario relato de Conrad, dos realizadores cinematográficos, Francis Ford Coppola, en 1979, y Alan Paker, en 1987, filmaron su propia exégesis del fin del mundo en dos polémicas películas, “Apocalypse now” y “El corazón del ángel”, respectivamente. Pero ambos cineastas escogieron para describir el horror dos latitudes muy distantes (aunque no tan distintas) del “reino del leopardo”, Zaire (o Congo): la guerra del Vietnam y una oscura trama permeada por la magia negra en la ciudad de Nueva Orleans. De modo que la referencia a la novela de Conrad aunque haya en las dos películas escenas “sacadas” (prácticamente reproducidas) del relato, resulta tan sólo un punto de partida para confirmar que el horror del depredador insaciable surge en cualquier parte del mundo y no necesariamente en regiones remotas, primitivas y tribales.
A pesar del despiste occidental, alevoso, interesado y estratégico, sobre Mobutu y el Zaire, el escritor inglés V.S. Naipaul, descendiente de indios (de la India) y nacido en la Isla de Trinidad (tierra a la que define con desparpajo heterodoxo como “una excrecencia venezolana por la desembocadura del Orinoco”), viajó por el corazón de las tinieblas entre enero y marzo de 1975, casi un siglo después de Conrad, pero siguió la derrota del novelista con un rigor tan exacto y minucioso como l que traduce su profética crónica “Un nuevo rey para el Congo: Mobutu y el nihilismo de África”, publicada en “The New York Review of Books”, poco tiempo después de que el escritor regresara a Londres.
J.J. Armas Marcelo
ABC/04.06.1997
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