Seguimos necesitando el cañón Berta
[...]Porque desde que diera comienzo la caza y captura del euro, la pregunta del millón continúa siendo la misma. A saber, ¿por qué Cameron, cuyo nivel de deuda pública supera al de Italia, puede permitirse tomar el té de las cinco sin la menor inquietud por cuanto hagan o dejen de hacer los mercados? ¿Por qué las tres hermanas, Ficht, Moody’s y Standard & Poor’s, siguen premiando con la calificación máxima a sus bonos, unos títulos cuyo rendimiento se acerca al de los alemanes? ¿Y por qué Japón, un país estancado y que carga con el mayor endeudamiento estatal del planeta Tierra, ¡el doscientos por ciento del PIB!, tampoco pierde el sueño por los ataques –ignotos– de los especuladores?
¿O por qué, en fin, viene a suceder otro tanto de lo mismo con los Estados Unidos y su monstruo de las galletas, el malvado Bernanke? Tres enigmas, por cierto, que comparten una solución tan obvia que casi ruboriza enunciarla. Pues simplemente ocurre que los tenedores de bonos, como los clientes de Media Markt, no son tontos. Saben que si los gobiernos del Reino Unido, Japón o Norteamérica llegasen a sufrir algún apuro para saldar sus préstamos, recibirían de inmediato el auxilio de sus respectivos bancos centrales. Los mismos que correrían a adquirir títulos soberanos en el mercado secundario cuando fuere menester. Disponen, ellos sí, del cañón Berta, una artillería pesada ante cuya mera presencia intimidatoria no hay arbitrista financiero que no se rile. Tan simple como eso. Y tan difícil, ¡ay!, de entender en Berlín.
José García Domínguez/Libertad Digital
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