The Times publicó en 2007 un polémico artículo sobre los 50 tipos más duros de la historia del fútbol (Football’s 50 Greatest Hard Men). El primer clasificado de ese ránking de dudoso honor fue Andoni Goikoetxea, durísimo central del Athletic y de la selección española, calificado como “El carnicero de Bilbao”. A rebufo de Goiko aparecían Stuart Pearce (ni una mala palabra, ni una buena acción), Vasile Boli (la “muerte negra”), Gentile (famoso por su intento de dejar inválido a Maradona), Marco Materazzi (un angelito, pregunten a Zidane), Nobby Stiles (el chico de la funeraria Collyhurst) oGiusseppe Bergomi (que repartía de todo, menos caramelos). Sin embargo, The Times decidió no incluir a Vinnie Jones en su lista. El motivo, que la naturaleza de Vinnie Jones estaba fuera de concurso. Se trataba del tipo más despiadado, salvaje y violento que hubiese pisado jamás un campo de fútbol, de tal modo que los otros 50, a su lado, parecían el Santo Niño de Moronacocha. Vinnie se comportaba como un ángel exterminador que sembraba el pánico. Estrujaba, escupía, soltaba los codos, machacaba rodillas, metía dedos en las costillas, sacudía cabezazos y aplicaba sus conocimientos de kárate. Un amigo suyo le llamaba “psycho” (psicópata) y a él le hizo gracia. Entre otras cosas porque Vinnie Jones no era, precisamente, Bambi.
Criado en una familia de clase obrera de Watford, Hertfordshire, se marchó de casa con apenas 16 años, para tratar de hacer realidad su sueño: convertirse en jugador profesional de fútbol. Primero probó en el modesto Wealdstone como amateur, alternando sus entrenamientos con un trabajo a tiempo parcial como peón de obra, ganándose en el andamio. Después viajó a Suecia, para firmar por el IFK Holdsmund, donde permaneció a prueba. Y en 1986, previo pago de 10 000 libras, fichó por el Wimbledon, un recién ascendido a Primera División. Allí no tuvo precisamente un buen debut, como él mismo recuerda: “El día de mi debut con el Wimbledon, el viejo utillero del equipo entró en el vestuario y le pregunté cómo estaba jugando. Me contestó ‘Tengo 85 años, si me dieran la camiseta con el 4, lo haría mejor”. Sin embargo, Vinnie se sintió como en el jardín de su casa jugando para los “dons”. Sobre todo, después de su hacerse famoso por haber retirado del fútbol, de manera literal, a Gary Stevens, después de una entrada terrorífica. Rey de las malas artes y provocador constante, Vinnie pronto alcanzó fama de enterrador de estrellas rivales y se labró una reputación infame. Su fama de violento, después de varios partidos con los “dons”, empezó a ser legendaria en los estadios. Y él, lejos de arrepentirse de sus acciones, se jactaba de ellas en los periódicos: “Si vas a por mí, mejor que acabes conmigo o seré yo el que vuelva a por ti. En cinco minutos o la próxima temporada”.
Rubén Uría
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