A estas horas no sabemos si la masa del PP seguirá con el gin-tonic en mano gritándole a Rajoy “tu sí que vales” o si el asesor de imagen de Jorge Moragas le habrá devuelto a la dura realidad que nos atañe: demasiado poco estilizado para salir en televisión. Circunloquio tabernario este por el cual los años no pasan en valde y la barriga impide verse los pies. Son los resquicios sociales a los que aferrarnos de un debate que tornó en serio hasta que Rubalcaba decidió convertirlo en parte contratante de la Noria. Agradecer en este momento a quienes centraron su consabido bipartidismo en este debate a dos, con la total seguridad que el gallinero del miércoles hará el plató más parejo al Sálvame Deluxe y sólo nos queda ver a quien mandarán comerse el pollo.
La soñada “pelea” se dividió en tres bloques temáticos que un mono borracho estrajo por error del bombo. Solo así explicar que la primera parte dedicada a economía fuera una lección magistral de Rodríguez Rubalcaba de cómo hacer una entrevista a un presidente como José María Rajoy. Al uso, nada que objetar como clase de Fundamentos del periodismo. Tras la reprimenda que recibiría en vestuarios, la segunda parte tornó en continuas alusiones al “si llega a usted a ser presidente”, lástima de pinganillo ciclista y sostenella y no enmedalla. La tercera parte fue la más divertida con el vamos a contar mentiras tralará y nos quedaremos con la imagen final de Rodríguez Rubalcaba enseñando una pizarra sacada de debajo de la mesa y Rajoy sin sacar a su niña, que suponemos será ya una jovenzuela algo díscola que andaría de botellón y descarga de Física o química.
Como hay que mojarse diremos que ganó Rajoy y perdimos todos. Insolencia esta que será permitida por el horror vacui que nos producen mentalmente estos dos candidatos que serán quien junto a Merkel, nos ayuden a salir de la crisis. Tan hueras aportaciones no sembraron más que dudas, y no quedó claro si copagaremos la sanidad o no antes de llegar a lo verdaderamente importante: a que se dedicará Campo Vidal de aquí a los próximos cuatro años.
Darío Novo
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