Decadente recuerdo en clave militar
El viejo palacio es hoy una base militar cerrada al público en el que advierten al fotógrafo que, si toma alguna imagen, será automáticamente expulsado. De nuevo, fotos no. El recinto en el que se encontraban el ring de entrenamiento, los bancos para la prensa y los sacos de boxeo colgados del techo es hoy un decadente lugar con el parquet podrido y levantado por la humedad, vehículos militares oxidados y cientos de soldados semidormidos buscando alguna sombra en la que echarse una siesta. Aquí, en medio del entrenamiento, Ali se giraba y arengaba con el puño en alto a su gente: "Ali bomaye, Ali bomaye, Ali bomaye". Al pronunciarlo, uno de los militares presentes se vuelve con curiosidad: "Ey, tío, veo que conoces la historia".
El último capítulo del 'Rumble in the Jungle' se escribió en el viejo estadio nacional. Aunque han pasado más de 37 años y el graderío ha sido derribado para construir uno nuevo en su lugar, el terreno de juego sigue siendo el mismo, así como la zona de vestuarios. Minutos antes del combate, con el equipo del aspirante tenso y temeroso por la fortaleza de Foreman, fue Ali el que levantó los ánimos a todos: "¿Qué vamos a hacer?", comenzó a preguntar. Bundini, su entrenador, dijo con un hilo de voz: "Vamos a bailar". Ali siguió con su arenga: "¿Qué vamos a hacer esta noche?". Poco a poco, sus colaboradores fueron levantando la voz: "Esta noche vamos a bailar". Ali salió del vestuario vestido de blanco, entre las lágrimas de los suyos, a grito pelado: "¡Tengo pulgas en los pantalones. Quiero bailar, bailar y bailar!". Ocho asaltos después, recuperaba su cetro por KO.
En los bajos del estadio, nada queda de aquella prisión improvisada en la que Mobutu metió a más de 1.000 ladrones, opositores y criminales los días previos al combate para asegurar la tranquilidad en las calles. Allí había, según cuenta Norman Mailer en sus artículos sobre la pelea, salas de tortura y celdas de aislamiento. Hoy, si los restos de tal prisión siguen existiendo, no son 'visitables' por los curiosos. Otro estadio más moderno y aún más grande se levanta en las afueras dedicado a la liga congoleña de fútbol, cuya supremacía ostenta el Mazembe C.F.
Hoy, 37 años después, los carteles de veladas de boxeo siguen presentes en sus calles. Convertido en un deporte nacional, miles de jóvenes acuden a gimnasios especializados como el 'Shark' (organiza combates todos los viernes) o a clubes pugilísticos por toda la ciudad. En uno de ellos, los chavales del 'Fight Club Kinshasa' aprovechan el jardín de una casa en ruinas para entrenarse a diario. Con dos pares de guantes tienen que conformarse todos. Casi sin medios, clavan cuatro palos en la tierra y lo convierten en un ring improvisado. El profesor, campeón de la ciudad (muestra con orgullo su medalla de oro al blanco), les grita a todos como si fuera Mohamed Ali: "¡Vamos campeones! ¿Qué es lo que más amáis?". Y ellos responden como un ejército: "Ganar, ganar, ganar". "¿Qué vamos a hacer para conseguirlo?". "¡Vamos a bailar!".
Alberto Rojas/El Mundo
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