Pero, ¿a quién que conozca la condición humana le puede sorprender esto? Iguales son los hombres de todas las épocas y por eso la Historia se repite con tenaz monotonía. La fidelidad de los aduladores turíferos concluye cuando termina el poder del adulado. Tácito escribió esta frase de diamante refiriéndose a Vitelio: “Fue ultrajado a su muerte con la misma bajeza con que había sido adorado en vida”. Me acuerdo de que reproduje esta cita en 1974, en una “tercera” de ABC, sin esperanza de ser escuchado ni entendido. El poder ensordece los oídos y se muestra más propicio a fijarse en los aspavientos que en la verdad profunda.
Aunque el miedo sólo beneficie a los ultras de uno y otro signo, se equivocan los agoreros de la catástrofe. La musculatura social de la moderación es todavía robusta y en este germinar de la convivencia libre, en esta etapa azarosa de la transición que estamos superando, tras victorias ciertamente espectaculares, también el miedo que hoy impregna a casi todas las esferas del país resultará derrotado si el Gobierno le hace cara al problema con decisión. Renacerá entonces la esperanza. Las gentes enviarán sus máscaras a los desvanes del olvido, limpiarán el maquillaje con que ahora se cubren las mejillas y se autentificará la entera vida nacional. La zozobra que produce en el español medio el incierto futuro se tornará en seguridad creadora. Vuelta la confianza a los empresarios e inversores, se enderezará la economía. Nos esperan, eso sí, largos y difíciles tiempos en los que habrá que derrochar flexibilidad y sobre todo, energía. La labranza de los pueblos para la libertad exige agotadoras jornadas de paciencia y pulso firme. A los gobernantes les ha llegado la hora –y ya no son posibles ni más dilaciones ni nuevos aplazamientos- de cumplir y hacer cumplir las leyes a rajatabla, sin debilidades de ningún género.
Y bien. El pueblo desea ciertamente la joven libertad recobrada con su nueva Monarquía. Pero sabe que para conservarla es necesario ahuyentar el fantasma de la anarquía. Sabe que el Gobierno quebrantará la incipiente dictadura del miedo sólo si lo pierde él mismo y gobierna con la energía que exige la imponente erosión sufrida por la vida nacional. Por eso si hoy levantáramos la piel del pueblo español, enamorado sin duda de su libertad recobrada, encontraríamos grabada a fuego, sobre la carne viva, esta sola palabra: autoridad, autoridad, autoridad.
Luis María Ansón
ABC Sevilla,15/11/1977
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