Pero Picasso, al fin, tuvo que pintar Guernica, siquiera para volver a su ironía exiliada en calzoncillos. Qué difícil, aquí, que nos nazca un Picasso, un hombre etuánime, un irónico, un epicúreo, sátiro/fauno violador de Europa. Y los pocos que nacen, tienen que irse. Gaya se exilia eternamente sin razones muy claras para.ello. Ya está otra vez España a muerte viva, aún no han ardido iglesias, pero arde la Constitución, -catedral de palabras que duda entre el románico militar y el gótico religioso- por sus cuatro puntas, recién sancionada, y arde sobre todo por do más pecado había, por su artículo 15, donde dice que «todos tienen derecho a la vida», y eso ha irritado mucho a los enterradores trienales.
Ya han roto el hilo, ya nadie cree nada. Aquella luz tan clara de aquel junio, cuando salí a va,tar y España estaba azul, como Juan Ramón niño viera una vez a Dios, aquella luz nos la han nublado a tiros, aquella entrada del pueblo en la Historia, por el foro del día, aquel fuenteovejuna sin ajusticia:do no fue más que el ápice de un trienio: tres años de paz ni siquiera victoriana como tres asteriscás por cada medio siglo de dictadura. Ya está otra vez liada.
Con ojos de historiador de la calle o glosador esteta de lo que ignoro, he visto siempre en Liria la sinfonía de cuadros, duques, óleos, que viene a remansarse, a decir su palabra final, a desvanecerse y aclararse en esa nota última y clara del cuadrito de Picasso, que no es algo aparte del conjunto, sino la consecuencia -flor geométrica- de tanto caos histórico y barroco.
Así quisiéramos la Historia de España, España en su historia, acordes por fin el ruido y la furia en una Constitución racional, en una ídeación cubista, intelectual, en una cosamentale. Y cuando eso parece que iba a ser, vuelve la carnestolenda de los muertos, los generales y los magistrados, el dinejo irónico y sin patria, el odio sin voz ni rostro (porque Martín Villa no acierta a dárselo). Ya está otra vez España vuelta abajo, toda España campana de Huesca con una cabeza fresca cada mañana, de víctima renovada, a modo de badajo, tocando a entierro loco.
Francisco Umbral
El País,11/1/1979
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