Sin embargo, Sonnen estuvo a 1:50
minutos de derrotarle en agosto de 2010, y desde entonces se ha dedicado a
buscarle las cosquillas cada vez que le han puesto delante un micrófono. El
estadounidense hizo una exhibición amplia de trash talking durante
meses: tuvo referencias a la mujer de Silva, menosprecios hacia
Brasil y hacia el historial del campeón. Aunque las provocaciones de este tipo
son mucho más habituales en el deporte americano que en el europeo, todo el
mundo me asegura que no son frecuentes en la UFC. El detalle me recuerda algo
que oí comentar al escritor León Arsenal: se ha perdido en parte la
cortesía desde que la gente no va armada. Cuando tu interlocutor puede
responder a un comentario irónico con un mandoble, tiendes a comportarte de un
modo prudente y educado. Y cuando tu rival puede decidir en una décima de
segundo si la patada que va a propinarte cuando quedas descubierto te enviará
al hospital o solo te hará daño, es preferible que te vea como un rival
deportivo, no un enemigo personal.
Sonnen rompió esa barrera, quizá como
parte de una estrategia para convertirse en el primer chico malo de la
competición, el Dennis Rodman o el Pepe de la
UFC. Su récord era apenas de seis victorias y cuatro derrotas. Entró en el
circuito en 2005, y lo abandonó al año siguiente tras una breve trayectoria de
dos derrotas y una victoria por puntos. Tras volver a currárselo en
competiciones menores, aprovechó su segunda oportunidad. Con todo, cuando en
2010 llegó con 33 años al combate por el título contra Silva tras tres victorias
consecutivas, parecía un compromiso de trámite. Sonnen, campeón de lucha libre
en la Universidad de Oregón, donde se graduó en Sociología, mantuvo en el suelo
a Silva 20 de los 23 minutos que duró el combate, haciendo valer su corpulencia
y las llaves de su deporte preferido para inmovilizar y golpear una y otra vez,
una y otra vez: los mencionados 320 impactos por solo 64 de su rival.
Después, entre provocaciones, un positivo por testosterona, una candidatura
local con los republicanos, distintos líos con el fisco y varias victorias,
Sonnen consiguió labrarse un perfil público del que carecía. No del todo
negativo en un país en el que la villanía deportiva vende, y sobre todo la
eventual redención. Y Sonnen logró, además, sacar al fin de sus casillas a su estólido
rival. Días antes de que se encontraran al fin, Silva habló de dientes y huesos
rotos: “Lo siento, porque va a ser muy violento. Voy a aniquilarle de una forma
que cambiará la imagen de este deporte”.
El pay-per-view para la
cita se cobraba a 60 dólares en alta definición. Las 18.000 localidades a la
venta se agotaron en horas, con una recaudación récord en la historia del
estado de Nevada de siete millones de dólares.
El jueves se celebra la rueda de prensa de los dos combates secundarios y
una breve sesión de entrenamiento pública, en esta ocasión en el hotel Encore.
La UFC, como gran evento con raíces comerciales en los propietarios de casinos,
reparte sus actos por media docena de instalaciones en diferentes puntos de la
ciudad, casi siempre entre los establecimientos de nivel medio superior. El
Encore, uno de los hoteles de construcción más reciente, está situado casi al
final del Strip en dirección al centro. Para la ocasión se habilita una sala de
fiestas con capacidad para un millar largo de personas, con la piscina central
como escenario de fondo.
Casi la mitad del aforo está ocupado por
periodistas. Escenario cuidado al detalle, presencia de incontables cámaras,
pantallas gigantes emitiendo vídeos promocionales, un bufet libre exquisito… En
ningún evento deportivo europeo de primer orden, ni siquiera en finales de la
Champions League, he asistido a un despliegue semejante. La diferencia, por
supuesto, es que la UFC está en promoción permanente. Es una empresa privada
que busca toda la publicidad posible, que hace todo lo necesario para convertir
sus grandes citas en el evento del año y lograr clientes televisivos. Con
veladas de menor jerarquía casi a diario en todo el mundo, más citas que llevan
el título de UFC mensualmente y en las que casi siempre se pone en juego un
título mundial, esta UFC 148 es la creme de la creme; el evento
central de la llamada International Fight Week, que van a organizar anualmente
en Las Vegas la semana del 4 de julio.
La primera comparecencia reúne al
canadiense Patrick Coté, el mejor luchador de su país y veterano de
la competición, con el vietnamita Cung Le. A sus 40 años, invicto
en kickboxing, Le quiere conseguir para el final de su carrera un
lugar en la principal federación del momento. Como a otros luchadores de
prestigio, a Le le ha llegado el momento de entrar en la UFC, que ya era la
primera empresa del sector pero en el último año ha obtenido una posición
incuestionablemente hegemónica. En primer lugar, por la adquisición de su
principal competidora, Strikeforce, que posiblemente se mantenga como un sello
de menor jerarquía. La siguiente empresa en audiencias que queda independiente,
Bellator, está a mucha distancia y tiene un punto excesivamente macarra para
los luchadores más expertos: sus eventos son de ocho competidores peleándose
simultáneamente hasta que sólo queda uno en pie.
Julián Díez
Jot Down
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