El martilleante chillido del despertador rompe el silencio, pero Peter lo calma con un descontrolado manotazo. “Cinco minutos más“, piensa, al tiempo que estira las sábanas para evitar que el sol que se ha colado por las ventanas invada también sus párpados. Sin embargo, esos cinco minutos se transforman en diez, quince, veinte y hasta sesenta, hasta que la cordura por fin vence la batalla contra la pereza y Peter recuerda que tiene un compromiso ineludible: un partido de fútbol. Es el entrenador del Christiania Sport Club, equipo de la Danish Ball Union/Copenhague, y llega tarde a uno de los partidos más importantes de la temporada. Así que, sin concederse tiempo para el aseo personal, sale apresurado de casa, se sube a su desvencijada bicicleta, pedalea para recorrer la calle Pusher Street hasta el estadio y poder cruzar la puerta del vestuario tan sólo quince minutos antes del pitido inicial.
Con lo que se encuentra Peter en el interior del vestuario es distinto a lo que habría en cualquier otro club del mundo. Ni protestas por su retraso, ni preocupación, ni siquiera nervios pre partido. Tan sólo un puñado de jugadores risueños, vestidos de rojo y amarillo, que charlan y fuman como si estuvieran en un bar nocturno en lugar de estar a punto de disputar un partido de fútbol. Y es que el Christiania Sport Club no es un equipo normal. Es el único equipo de la Ciudad Libre de Christiania que, desde luego, tampoco es un lugar normal, ni lo ha sido desde que en 1970 un grupo de ocupas invadió un terreno militar abandonado y lo convirtió en el paradigma del mundo libre.
La historia de Christiania arrancó el 26 de septiembre de 1970 con un gesto tan sencillo que nadie sospechó lo que desencadenaría. Unos padres derribaron una valla para invadir unos terrenos en los que sus hijos pudieran jugar y, sin pretenderlo, iniciaron un movimiento hippie que acabó ‘apropiándose’ del lugar, asentándose y convirtiéndolo en su hogar. Mientras, década tras década, la ley intentaba expulsar a los ocupas, éstos construían un estado libre. Levantaron teatros, colegios, guarderías, y hasta organizaron un gobierno propio hasta finalmente Dinamarca le concedió el permiso para permanecer allí. Actualmente, la Ciudad Libre de Christiania es un barrio autogobernado, con menos de 1.000 habitantes, que se considera independiente de Dinamarca y Europa, y muy permisivo con el consumo de drogas, especialmente de marihuana.
Francisco Ortí
ELEnganche
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