El gilipollas del director del Sun no contrató a Thompson
inmediatamente por la misma razón por la que hoy tampoco lo contrataría nadie,
a despecho de la historia de la literatura: “Soy poco tolerante con los
farsantes, los cagatintas, los imbéciles y los incompetentes redomados, y me
enorgullezco de caer mal por sistema a estos individuos. Admiro la perfección y
todo esfuerzo tendente a ella, y jamás trabajaría para quien no estuviera de
acuerdo conmigo en este punto. Esto no significa que me niegue a trabajar con
personas a las que considere incompetentes. Significa simplemente que considero
la incompetencia algo que hay que superar, en vez de aceptar”, explicaba un año
después, 1959, al director del New York Times en otra carta de
presentación.
A muchos otros directores no se les escapó la clase de talento indomeñable
y vitriólico que tenían entre manos, pero acababan echándolo porque su tiempo,
la era contracultural de los últimos beatniks y los primeros hippies, no había
llegado todavía. Cuando llegó, ya no importó tanto que Hunter S. Thompson fuera
todo lo que llegó a ser: politoxicómano confeso; amante de las armas y miembro
de la Asociación Nacional del Rifle, pero execrador de la guerra de Vietnam
—propuso en el periódico local quemar perros con gasolina gelatinosa en el
centro de Aspen, Colorado, para protestar por los seres humanos quemados a
diario con napalm por el ejército de Estados Unidos—; relaciones públicas de
los Ángeles del Infierno (el libro-reportaje de su año de correrías con la
banda lo lanzó al estrellato, aunque luego los moteros, celosos de su éxito, lo
apalizaron casi hasta la muerte); kennedyano sacudido por el magnicidio de
Dallas, y luego enemigo por igual de Lyndon Johnson y Richard
Nixon; dipsómano insomne; putero en los peores burdeles de Sudamérica;
pandillero de narcos y víctima de un gusto personal por los frentes policiales
—“Recibí tantos gases antidisturbios que me volví adicto y aún siento cierta
nostalgia en las noches apacibles”—; padre de familia siempre arruinado y casi
siempre colocado; criador de dóbermans; cazador de alces; candidato a sheriff
de su pueblo por el partido Poder Freak ( y no ganó por seis votos); reportero
estrella de la Rolling Stone en su nacimiento y gloria; y, en
suma, compañero de generación y amigo de los Norman Mailer, Tom Wolfe,
Truman Capote o Gay Talese, pilares del Nuevo Periodismo
de cuyo subgénero más exitoso para la cultura pop, el gonzo, fue Thompson padre
fundador reconocido por todos. “El periodismo gonzo —definía su creador— es un
estilo de información basado en la idea de William Faulkner de
que la mejor ficción es mucho más verdadera que cualquier tipo de periodismo,
cosa que saben de siempre los buenos periodistas”.
Jorge Bustos
Jot Down
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