En retrospectiva, el triunfo original de Gracie estableció bastantes de las
bases por las que la UFC evolucionaría desde entonces. Por ejemplo, la
hegemonía de combatientes brasileños: tipos duros de favelas domesticados en el
gimnasio, con una disciplina estricta impulsada por el hambre de triunfo, sin
olvidar la existencia de un deporte propio menos glamouroso, el valetudo.
Además, el jiu-jitsu brasileño ha terminado por convertirse en la disciplina
que más influye en las artes marciales mixtas actuales, donde no faltan tampoco
elementos de taekwondo, boxeo, muay thai, kickboxing o lucha libre. Porque de
la lucha de expertos en distintos deportes se ha ido pasando a una disciplina
propia, con una selección de técnicas de las demás, en la que los campeones de
un solo deporte podrían participar, pero no durarían mucho en pie.
Los veinte años transcurridos, además de
los del crecimiento, han sido los de la respetabilidad. Aunque la iconografía
de la UFC sigue estando mucho más cerca de los chándals con llamas de Bosco que
de las chaquetas de Armani, con mayoría de tatuados en el octágono y de rednecks en
la grada, el “sin reglas” inicial se ha ido atenuando, en parte por una campaña
política un tanto oportunista que liderara en su momento el más tarde candidato
a la presidencia John McCain. Se han impuesto una treintena de
limitaciones, que afectan en su mayoría a cuestiones de sensatez como el ataque
a los ojos o los genitales. Se crearon categorías por peso. Los combates son
cortos, de tres asaltos de cinco minutos por lo general, y de cinco en peleas
por el título, y se detienen sin cuenta de protección, tan pronto como el
árbitro determina que uno de los luchadores ha recibido un daño severo o se
encuentra conmocionado. En consecuencia, el historial de lesiones de verdadera
gravedad o problemas cerebrales es nulo. Eso sí, la lona debe aún limpiarse de
sangre entre combates: el codo es más letal que el puño contra un enemigo
caído, la rodilla puede emplearse contra rivales aún en pie o cayéndose, y en suma,
los luchadores veteranos bromean sobre cuánto les queda de original en sus
dientes, su nariz o sus costillas. Aunque la UFC como espectáculo se haya
refinado al punto de que no ofrece fotos de sangre.
Fueron surgiendo otras empresas que
organizan combates de artes marciales mixtas, algunas con reglamentaciones más
extremas. Pero la UFC, desde que pasara a estar controlada por unos hermanos
del negocio de los casinos, los Fertita, ha ido imponiéndose al
combinar espectáculo, marketing y olfato empresarial.
Tras 24 horas consecutivas sin dormir de
avión en avión, mi primera noche en Las Vegas llega y acaba temprano. A las
cinco de la mañana bajo a buscar mi desayuno. El casino del MGM Grand está tan
iluminado como siempre, como Cortylandia en el puente de diciembre; pero la
escasez de clientes, y la reducción del ruido de la tarde anterior, cuando tuve
que pasar por allí hacia mi habitación, dan al lugar un aura terminal,
ballardiana. Desde lo alto de una de las escaleras de salida, las tragaperras
se extienden hasta donde alcanza la vista bajo un techo de cinco metros de
altura. Como hormiguitas, deambulan representantes tardíos de las principales
clientelas de Las Vegas: adolescentes en busca de un remake con colegas
de Resacón…, ancianos de los que en España frecuentan los bingos y
ludópatas dispuestos a gastarse los ahorros del año en busca del golpe de
gracia, mostrando diversos grados en su evolución hacia el estado
terminal de hiperactividad paranoica. Los profesionales del póker y los jugadores
ocasionales que son capaces de limitarse a la pura diversión, siempre
numéricamente mucho menores, ya no están a esta hora, en la que igualmente se
retiraron las camareras recauchutadas para dar paso a sus versiones low-cost, obligadas
sin embargo a lucir el mismo uniforme de top y minifalda/maxicinturón.
Completan el paisaje los croupiers —casi siempre orientales— y las limpiadoras
—siempre hispanas— en tarea constante para que la moqueta colorida, las
lámparas doradas y los detalles en mármol reluzcan sin mácula.
La camarera —mexicana— que me cobra en el autoservicio me dice que lleva
trabajando desde las cinco de la tarde, pero ahora terminará el turno a las
siete.
El día antes dieron comienzo
los fastos del UFC 148 con la rueda de prensa de Silva y Sonnen, los dos
grandes protagonistas, los tipos de la gran revancha. Silva llega a la cita con
una inmaculada trayectoria de 14 combates disputados y otras tantas victorias,
sólo dos de ellas a los puntos: el mejor récord de la historia de este deporte.
Hombre de pocas palabras, de cultivado aire entre misterioso y altivo, es el
primer luchador de UFC que consigue contratos publicitarios con marcas grandes
de fuera de la órbita habitual de la UFC, como Burger King, Philips o Nike.
Julián Díez
Jot Down
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