¿Viste esas películas de cowboy, cuando los
choros van a asaltar una carreta donde parece que no hay nadie, o que la maneja
nada más que un par de jovatos y de golpe se abren los costados y aparecen
17.000 soldados que los cagan a tiros? ¿Que levantan la lona y estaban todos
adentro haciéndose los sotas? Bueno, ese ómnibus debió ser algo así. De golpe
se transformó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, de bocinazos,
cornetas, una joda. ¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada
ya había gente a los costados de la ruta esperando que pasaran las caravanas de
hinchas. Era para llorar, eso, conmovedor, te saludaban, gritaban, levantaban
los puños, por ahí algún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo... Pero
vuelvo al viejo, el viejo, no sabés la caripela que puso. Porque nosotros lo
estábamos mirando porque decíamos: este es el momento crucial. Ahí el viejo o
cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. El viejo
miraba para atrás, a todos los monos que saltaban y cantaban y no lo podía
creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular
palabra. Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy, ya se había ofrecido a
hacerle respiración boca a boca llegado el caso, que era algo a lo que todos,
mal que mal, le habíamos esquivado el bulto porque, qué sé yo, te da un poco de
asco, además con un viejo.
Pero mirá, te la hago corta. Mirá, cuando el
viejo ya vio que no había arreglo, que no había posibilidad de que lo dejáramos
bajar del ómnibus, se entregó, pero se entregó entregó. Porque, al principio,
nosotros nos acercamos y nos reputeó, nos dijo que éramos unos irresponsables,
unos asesinos, que no teníamos conciencia, que era una vergüenza, qué sé yo
todo lo que nos dijo. Pero después, cuando nosotros le dijimos que él estaba
perfecto, que estaba hecho un toro, que si se había bancado la sorpresa del
ómnibus quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa, empezó a
tranquilizarse. El Colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra
para demostrarle que él estaba perfectamente sano y que incluso el médico
estaba implicado en la cosa.
Roberto Fontanarrosa
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