Mirá, hermano, y creéme porque es la pura verdad
¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy
, mucho antes ya de entrar en Buenos Aires ese
viejo era el más feliz de los mortales, te lo digo yo y te lo juro por la salud
de mis hijos. El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía facturas, gritaba
por la ventana y a la cancha se bajó envuelto en una bandera. No había, en la
hinchada, un tipo más feliz que él. Vino con nosotros a la popu y se bancó toda
la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió y después se
bancó el partido. Estaba verde, eso sí, y había momentos en que parecía que vos
lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a
cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué, porque fue
tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé
por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y
esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo vi abrazado a un
grandote en musculosa casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me
dije: si este no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal. Y después ni me
acordé más del viejo, que lo que alambramos, lo que cortamos clavos, los
fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede
relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se
sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a
pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y
¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Que si nos empataban nos ganaban,
hermano, porque esa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos
empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refocilar el orto
porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera
de alambrar! Decí que ese día, Dios querido, yo no sé que tenía el flaco
Menotti que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó
ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro.
Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, hermano,
que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ese, ¡qué pelota
le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos
empataban, te repito, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que miro
para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados,
pobrecito, pero vivo. Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me
contesten todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con
el viejo Casale ese día. Me gustaría que alguno de esos turritos me contestara
si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio
por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad,
lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el
partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te
digo que me gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La
cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese
viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar
yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más
feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro
que la alegría que tenía ese viejo era algo impresionante! Y cuando lo vi
caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo,
un poco que todos pensamos: "¡Qué importa!" ¡Qué más quería que morir
así ese hombre! ¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir
viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba
viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más
vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos,
al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto
de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro,
lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo esa,
hermano! Yo elijo esa.
Roberto Fontanarrosa
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