Lo juro por Snoopy y el Barón Rojo. Cada vez que me choteo de una estupidez de género y en el acto se descuelga una talibana mentándome a la madre, quiero corregirme. Hallar el camino y ver la luz, como Paulo Coelho. Advierto, por ejemplo, que las ultrarradicales del negocio nunca se meten con las revistas femeninas, e incluso algunas ocupan puestos de responsabilidad en ellas; velando, supongo, para que allí todo sea canónicamente no sexista. Buena será el agua cuando no la maldicen, concluyo. Por eso el otro día decidí sumergirme en busca de doctrina, leyendo una de esas revistas con consejos del tipo Cómo lucir joven a los 80, ¿Quieres oler bien? y Divina de la muerte a todas horas. Así que fui al kiosco. A ver cómo plantean el feminismo práctico, me dije. Con la que está cayendo, habrá algo interesante para reorientar la economía doméstica, encontrar trabajos dignos y cosas así. Algo útil de verdad. Y en efecto; apenas abierta una revista, leí: «Además de ecológica y saludable, la bicicleta para ir al trabajo es muy trendy». Y pensé: promete. Pero me quedé corto. La bici era lo de menos, porque lo delicioso estaba en otro sitio: consejos para que una señora adelgace sin esas vulgaridades de sudar, nadar, correr o pegarse caminatas. Lo trendy es otra cosa, mariposa. Más cool.
Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
Leer la Patente de corso completa de esta semana
0 comentarios:
Publicar un comentario