Estimado Darío:
Yo también te pido disculpas por la tardanza, mis nuevos proyectos mantienen mi vida desordenada hasta tal punto que casi coincide el envío de mi carta con la vuelta a la judicatura de Garzón.
¿Te imaginas? ¿Le imaginas, a sus 67, la nueva edad de jubilación, regresando a la Audiencia en plan al-Megrahi? Subiendo las escaleras entre los vítores de sus sempiternos palmeros, con el mismo pelo cano de ahora, la misma afonía, pero demasiado reumático para jugar siquiera los minutos de la basura de sus partidillos de “Drogas No”.
¡Ay los partidillos! ¡Cuánto daño le han hecho a Garzón! Sobre todo uno: el suyo. O el que era el suyo, que con tanto amorío y desamorío uno ya no sabe si la siguiente víctima sacada de su cajón iba a ser Stroessner o Rubalcaba.
Es lo que ocurre cuando el afán de notoriedad te impide ver que la casta política siempre ha usado y usará al resto de poderes (el cuarto y el judicial) a su antojo. En su rítmico vals con Mr. X se produjo un pisotón inesperado, y un giro vendettico después, arrojándole al fondo de la pista. Cornudo y despechado puso pies en polvorosa para hacer de su toga un sayo y dedicarse a otro baile de salón: el mambo. Y dejándose llevar por el ritmo sensual de maracas y timbales contoneó sus hombros y caderas con mediáticas jovencitas, cada vez más bellas, cada vez más soberbio y torpe. Y así llegó a su última muchachita, a la que estrujó tanto que en cuanto pudo salió escopetada, quedándose él entre sollozos, como se llora tras un penalty “injusto” que con el reglamento en la mano lo es.
Lo demás literatura. Concretamente 70 páginas de sentencia que, como a Alfonso Ussía, me aburren y sobre lo que no tengo nada que añadir. La vida es demasiado bonita como para perder el tiempo hablando de este tipo u otros como Urdangarín, cuyo mechón canoso a lo Garzón no para de medrar como lo hiciera su fortuna, ante la preocupación y el estupor de la infanta, el mío propio y el de todos los españoles.
Decía Napoleón, quien murió dopado de arsénico en Santa Elena, que “ante la victoria es merecido el champán, y ante la derrota es necesario”. Así pues tómense un champancito los dos. Paga Emilio.
Termino coincidiendo plenamente contigo en que lo que más me aburre de todo es ese rojerío de cacerolada diaria, absolutamente cegado. ¿Crees que defenderían también escuchas ilegales a políticos corruptos de IU o PSOE? ¿Crees que defenderían juicios a dictadores comunistas como Castro o Kim Jong? La respuesta es evidente, pero se conoce que ¡ahora sí! ha llegado el turno de la pataleta, y ante esta plaga de protestas por doquier sólo nos quedan la de “Mujeres afectadas por las prótesis PIP”, la de “Millonarios contra el impuesto para grandes fortunas” y la de “Aluniceros profesionales contra el intrusismo laboral”. Tiempo al tiempo amigo mío.
Un abrazo.
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