Decimos, pues, el palo de Casillas como decíamos la piedra de Dante, el burro de Buridán, el huevo de Colón o la encina deTasso, por citar nombres a la altura, en fama, del Mejor Portero del Mundo.
Tasso, el poeta que se sentaba a la sombra del tronco de árbol que los guías enseñan en el Janículo de Roma. Colón, el del huevo olvidado en el camarote de Colón. (“¿Qué es esto?”, preguntaría cualquier periodista. “El huevo de Colón”, respondería cualquier historiador.) Buridán y su burro, que no es el “equus africanus asinus” del nacionalismo catalán, sino un simple parangón escolástico sobre la voluntad. Dante y la piedra donde acostumbraba tomar el fresco en Florencia…
El palo de Casillas deviene en palo de gallinero, en “déjà vu” del buen rollito, en enésima toma publicitaria de lo que los memos llaman La Roja, esa SL cuyo 51 por ciento lo pastorea… el guardiolismo, con sus “botiguers de la humilitat”.
Ignacio Ruiz Quintano
Para leer el artículo completo en el imprescindible Salmonetes Ya No Nos Quedan
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