Y es que el padre Pantoja no exagera lo más mínimo. El drama de los ilegales que atraviesan México ha estado oculto mucho tiempo, pero ya son demasiados los emigrantes que aparecen muertos y torturados o que simplemente desaparecen. Raúl Plascencia, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, una especie de defensor del pueblo, pone los datos oficiales que el Gobierno del presidente Felipe Calderón ha tenido que asumir: “Por nuestro país circulan unos 400.000 emigrantes al año. Creemos que un grupo de unos 20.000 pudieran ser objeto de secuestro por el crimen organizado, que ya consideran al emigrante una especie de mercancía”. ¡Veinte mil indocumentados secuestrados al año! Asaltados mientras viajan subidos en los techos de los vagones de ese tren de mercancías al que llaman La Bestia. Un tren que ha despedazado y mutilado a numerosos emigrantes y al que se suben las mafias para capturar, indefensos y vulnerables, a esos pobres hombres y mujeres. Pero también secuestrados en falsos controles de carretera que paran a los autobuses en los que viajan. O raptados en los albergues de mala muerte en los que pasar la noche. El emigrante como mercancía multiusos. Mano de obra esclava obligada a trabajar como jornaleros en los campos de amapolas y marihuana de Badiraguato (Sinaloa), mujeres jóvenes convertidas en prostitutas en los garitos de Tapachula (Chiapas), carne de cañón utilizada por los narcos como sicarios en los arrabales de Monterrey. O, simplemente, víctimas propicias para extorsionar a sus familias con el pago de un rescate.
Jon Sistiaga
El País Semanal, 04.03.2012
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